Raimundo FITERO
DE REOJO

Sopladores de hojas

Si se anuncian ofertas de sopladores de hojas, significa que hay un número de individuos propensos a comprar esos artilugios que arman un ruido descomunal para ir moviendo las hojas caídas de un lugar a otro, para amontonarlas y ayudarlas a reconvertirse. Normalmente en mi ámbito de residencia he visto a los sopladores de hojas con uniforme de empresa contratada por los municipios, con unos cascos potentes para poder trabajar sin que el ruido les reviente los tímpanos, pero seguro que existen colonias residenciales donde cada dueño de chalet adosado tiene su soplador particular.

Por eso al ver a mi filósofo preferido, El Roto con su viñeta en la que se ve a un caballero con un diario en las manos diciendo: «A veces me avergüenzo de saber leer», he entrado en zona de soplador de neuronas, me he identificado de tal manera que me encuentro escribiendo bajo una extraña sensación vergonzante por saber escribir y leer, o viceversa, y tener que inhalar demasiadas gramíneas políticas que producen alergias sociales de una intensidad variable, lo que hace que cada vez que se pone un sujeto, un verbo y un predicado se esté inventando la vida. O al menos la coherencia como sustituta de la ideología.

Nos esperan quince días de acumulación de vulgaridades, apenas propuestas renovadoras, potenciación de candidatos que demuestran algo obvio: hay un cambio generacional, asunto de importancia relevante. Preventivamente buscaremos un soplador de hojas, páginas, spot electorales de potencia indefinida para sobrevivir avergonzados con ciertas lecturas.