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La hija de Dios


Los teatreros más histéricos siempre hemos soñado con lograr algún éxito en los escenarios parangonable con la consecución de una Copa, una Liga. ¿Se imaginan una gabarra por la función ciento cincuenta de una obra de teatro producida por el Teatro Arriaga? Valle-Inclán proclamaba que el teatro debería provocar esos estímulos populares que logran los toros en las plazas.

El teatro es un legado de emociones, poéticas, sublimaciones y humanidades mantenidas en la memoria colectiva selectiva. Parece obvio que, si todos los medios de comunicación dedicaran cada día, en todos los sectores horarios, en programas generalistas y con muchos programas especializados, las mismas horas que dedican a promocionar el fútbol en todos sus niveles, estaríamos hablando de otra relación más importante entre artes escénicas y ciudadanía. Y si mantuviera esta estrategia en el tiempo, se daría la vuelta al marcador. De momento y a bote pronto hay que recordar que está circulando desde hace unos meses un espectáculo de danza contemporánea dedicado a Zarra. Que existe en diferentes países y desde hace tiempo un número amplio de obras teatrales con el fútbol como tema principal o subyacente y que hace unos pocos años una hija de Diego Armando Maradona protagonizó una obra unipersonal titulada “La hija de Dios”. La duda que dejó esta experiencia es si el interés de esta propuesta era teatral, futbolero o sicoanalítico. O un compendio.