EDITORIALA

Con ansiedad o sin ella, la emergencia es real

El Gobierno de Lakua decretó la emergencia climática el 30 de julio de 2019. Poco después, el 26 de septiembre del mismo año, el Parlamento de Gasteiz hizo lo propio, pidiendo al Ejecutivo «ambición y urgencia» ante una crisis disruptiva que exige cambios energéticos, pero también políticos, económicos y culturales. Más en el caso de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, donde la extrema dependencia respecto a fuentes de energía fósil exterior -gas natural y petróleo- resulta dramática.

Cinco años después, con el calentamiento global a ritmo de récord anual, Imanol Pradales defendió ayer ante la planta de Mercedes un proceso de descarbonización «sin ansiedades». Una parsimonia incompatible con la emergencia recogida en el propio programa del PNV y que contrasta con las transformaciones ya en marcha en grandes polos industriales como el de la citada multinacional de la automoción, que parece situarse, por la vía de los hechos, en posiciones menos retardistas que Pradales. Pese a sus compromisos climáticos, los jeltzales incluyen en su propuesta ayudas a la renovación del parque de vehículos de combustión interna, es decir, aquellos que, a día de hoy, funcionan con combustibles fósiles. Es un doble juego que responde a lógicas que nada tienen que ver con las necesidades del país en materia energética.

Desde el PNV insisten tanto en su compromiso con la transición ecológica, como en hacerla bien. Claro. Pero para hacerla bien hay que tomarle la medida al problema y a las soluciones reales, que difícilmente pasarán por dar a un incierto hidrógeno y a unos cuestionados biocombustibles la centralidad que ayer les otorgó Pradales. Pensar que la tecnología futura y los incentivos fiscales son suficientes para lograr la descarbonización de una economía como la vasca, sin cambiar nada más, es fruto de un pensamiento mágico que pospone decisiones efectivas que se pueden tomar ya. Los programas electorales de la mayoría de partidos vascos tienen los suficientes puntos en común como para consensuar medidas urgentes, pero para ello hay que creerse de verdad que, con ansiedad o sin ella, estamos en una emergencia.