GARA Euskal Herriko egunkaria
MUERTE DE IÑAKI OCHOA DE OLZA
Interview
horia colibasanu
Himalayista

«Quedarme con Iñaki ni siquiera fue una decisión, fue algo natural»

Horia Colibasanu es dentista en su Timișoara natal. Sin embargo, es conocido por su faceta de himalayista. «Más en Pamplona que en Rumanía», reconoce. Y es que su nombre quedó para el recuerdo desde que arriesgó su propia vida para dar una opción a Iñaki Ochoa de Olza, fallecido hace hoy 16 años. Recuerda aquellas horas con GARA.

(Iñigo URIZ | FOKU)

Hace 16 años Iruñea vivía pendiente de las noticias que llegaban desde el Himalaya. A más de 7.500 kilómetros de casa, el montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza agonizaba en el Annapurna, a 7.400 metros de altitud, donde sufrió un ictus isquémico y un posible edema pulmonar que no pudo superar. A su lado, durante tres días y tres noches, se mantuvo su amigo y compañero de cordada Horia Colibasanu, que decidió quedarse para dar una oportunidad a Ochoa de Olza e intentar salvarlo. «No fue una decisión», corrige, «fue algo natural en esa situación y en ese lugar».

16 años después reconoce que trata de no recordar aquellos días con demasiada frecuencia, pero esto se torna imposible cada aniversario, en los que acostumbra a ofrecer su testimonio, como en esta entrevista a la que accede para GARA.

¿Cómo conoció a Iñaki Ochoa de Olza?

Conocí a Iñaki en el campo base del K2, en el año 2004. Fue por casualidad. Éramos miembros de la misma expedición internacional y al final subimos a la cima juntos. A partir de ahí compartimos mucho.

La última, la que hoy nos afecta. ¿Cómo recuerda aquella ascensión al Annapurna?

Annapurna ha sido una de las montañas más difíciles de escalar, siempre. Y ese ascenso con Iñaki fue particularmente difícil, además de tener un final trágico. Lo cierto es que intento no recordarlo con demasiada frecuencia.

Se ha escrito mucho, se han hecho documentales. Usted siempre se ha mostrado dispuesto a responder a entrevistas como esta. ¿Es doloroso recordar a Iñaki?

Sí. Ya te digo, intentó no recordarlo demasiado. Es doloroso, pero, como todo, es un poco menos con el paso del tiempo.

¿En qué momento fue consciente de que Iñaki no podía bajar?

Iñaki tenía los dedos de una mano congelados y comenzó a decir cosas que no tenían sentido. Tuvo una convulsión y después no podía moverse. En ese momento supe que no podría bajar por sí solo y que yo solo tampoco podía ayudarlo a bajar. En ese momento hice sonar la alarma, me comuniqué con el Campamento Base por radio. Una llamada al escalador suizo Ueli Steck bastó para que se pusiese en marcha el operativo. Intenté gestionar nuestro pequeño equipo y nuestros escasos recursos para sobrevivir juntos. Casi lo logré.

Y decidió quedarse con él, arriesgando su propia vida.

Decidí quedarme con él. Arriesgar mi vida no estaba en mis planes ni en mis preocupaciones en ese momento.

¿Ha pensado mucho en esa decisión? Lo que eso podría haber significado para usted.

Para mí eso no fue, y todavía no es una decisión. Fue algo natural en esa situación y en ese lugar en particular. Las personas que creen que esto es una decisión son simplemente normales y no están entre ese pequeño porcentaje de la población que vuelve vivo de la cresta este del Annapurna. A ese lugar uno no va con alguien que no esté completamente comprometido, que sea de carácter débil o que sea vegetariano (Colibasanu acompaña la respuesta con un gesto cariñoso, ya que es un guiño al montañero navarro, vegetariano convencido).

Regresó al Annapurna en otra expedición trágica.

Sí, volví. Estaba un poco obsesionado. Escalé en 2010 por la cara norte, con Jorge Egocheaga y Martín Ramos. (Aquel día Colibasanu clavó la bandera navarra en la cima de la montaña, en recuerdo a Ochoa de Olza). Aquella expedición también fue bastante épica, con otro intento fallido de rescate de un escalador, el catalán Tolo Calafat.

Ya ha dicho que son una especie diferente. ¿Es una relación complicada con la montaña?

No, no es complicado. Es una cuestión muy simple. Las montañas son nuestras mejores amigas, nunca te traicionan. Siempre están ahí para ti, pacientes y majestuosas. Las montañas pueden doler, claro, pero así es la vida. ¿Cómo puedes percibir la alegría sin dolor, el calor sin frío o estar en lo alto sin caerte?

Esta frase es suya: «Soy más famoso en Iruñea que en Rumanía».

En ese momento era cierto, los pamploneses estaban mucho más enamorados de sus montañeros que los rumanos. En los momentos de vacío tras perder a Iñaki, la calidez y la compasión de la familia de Iñaki y de la gente de Pamplona fueron un verdadero bálsamo. Consideré mudarme a Pamplona, empezar a entrenar en Pirineos, correr delante de los toros en San Fermín y tener una pareja de la localidad, todos las actividades favoritos de Iñaki.