EDITORIALA

El plan de Biden: fin de la guerra, reelección y legado

Grave e inesperado, el discurso de Joe Biden sobre Gaza del pasado viernes marca un cambio en la posición estadounidense. Y refleja cierta impaciencia, incluso una forma de nerviosismo, dado que el genocidio cometido por Israel se ha convertido en una trampa para la Casa Blanca. Ha sido quizá su intervención más decisiva en una guerra que amenaza con costarle la reelección y descarrilar todo su legado en política exterior. Es una apuesta fuerte en la que se muestra dispuesto a arriesgarlo casi todo para poner fin a la guerra, lanza los dados convencido de que su llamamiento directo tendrá una respuesta positiva tras ocho meses de guerra devastadora. Es una jugada de riesgo y su credibilidad está ahora, más que nunca, en juego.

Su plan exige un alto el fuego, la liberación de los rehenes israelíes y los prisioneros palestinos y la reconstrucción de Gaza. Hamás ha declarado que ve la propuesta «positivamente», Israel dice que no habrá un fin de la guerra mientras Hamás mantenga el poder y no sea completamente destruida, lo que plantea dudas sobre el momento y la interpretación de la oferta de alto el fuego. Si ni el poder militar y diplomático de EEUU pueden mover a Israel, que no enfrenta una amenaza existencial, ¿qué se puede esperar de la capacidad de EEUU para disuadir a sus adversarios? Por otra parte, el genocidio en Gaza ha enajenado a los votantes progresistas y propalestinos, y su hasta ahora único intento de presionar a Israel posponiendo un solo envío de bombas ha enfurecido a más de uno de sus partidarios estadounidenses, lo que refleja una incómoda pérdida de una posición que ya no puede mantener.

Biden, reconocido sionista, aparentemente ha hecho el cálculo de que para preservar su propio legado, para ganar la reelección y para garantizar una seguridad duradera para Israel y la región, la guerra debe terminar ahora. El plan es un paso bienvenido, en la dirección correcta, pero a falta de un cambio fundamental en la política de EEUU hacia Palestina, en el que se aborden las causas profundas del conflicto, y no solo los síntomas, la amenaza de un ciclo interminable de violencia seguirá ahí y cobrará mayor importancia.