JUN. 17 2024 GAURKOA La singularidad Iñaki EGAÑA Historiador Tres días antes de las elecciones para conformar el nuevo Parlamento de la Unión Europea, la prensa del Viejo Continente dedicaba titulares y páginas al aniversario del desembarco aliado en Normandía que, junto a la ofensiva soviética tras la defensa numantina de su territorio, daba inicio a la caída militar del nazismo. Macron utilizó el acontecimiento como parte de su campaña electoral, cuyas previsiones no le eran favorables. El acto protocolario y sus protagonistas, redoblando tambores de guerra, no parecía el apropiado. Y así le fue. Entre los cientos de artículos enlatados previamente, me llamó la atención el que divulgó “History Today” una revista mensual londinense de culto (nació en 1951), difundida en medios universitarios. El trabajo citaba las «maniobras de diversión» (distracción), previas al desembarco en Normandía, artimañas difundidas entonces por los medios y los ejércitos norteamericano y británico para ocultar el verdadero lugar del desembarco y, de esa forma, dispersar las defensas alemanas por toda la costa atlántica. Un trabajo completo que obviaba la «distracción» vasca, el bombardeo de la población civil en Biarritz y Angelu, con la excusa de la cercanía del aeropuerto de La Negresse, con la muerte de cerca de 200 vecinos, muchos de ellos refugiados de Hego Euskal Herria que habían huido de las atrocidades de Franco. Para los académicos de Londres, Euskal Herria no existía en el mapa de la memoria. La asunción habitual de las muertes colaterales en los conflictos ni siquiera era citada en la singularidad vasca. Este lapsus anecdótico no deja de ser una astilla más en un mundo globalizado donde la información circula a través de unas pocas agencias y donde lo macro impera sobre lo local. Dicen los analistas que para que las economías del capitalismo se refuercen, necesitan una masa crítica mínima de al menos 300 millones de habitantes, lo que razona la existencia de la Unión Europea, los BRICS, la asiática SEAEA o la recientemente lanzada por Joe Biden, Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas. Y nosotros, la comunidad vasca, apenas somos el 1% poblacional de ese umbral que marcan los cánones, eso sí, difuminados en dos Estados presentes en la Unión Europea. Es cierto que, puntualmente, han surgido anomalías a esta invisibilización. Hay excepciones como la originalidad del Athletic en fútbol, aquel proceso de desarme de ETA unilateral y único destacado en los foros y asociaciones mediadores de la paz, o el reciente descubrimiento de la Mano de Irulegi que, por cierto, tuvo un espacio preferencial en la revista “Antiquity” de la Universidad de Cambridge, tras que “Heritage Daily” la definiera como uno de los 10 descubrimientos arqueológicos más importantes del mundo en 2022. El último gobierno autonómico de la CAV creó la marca «Basque Country», entendimos que con la intención de exportar las características de nuestra comunidad. Pero pronto tuvimos la ocasión de comprobar que se trataba exclusivamente de un señuelo turístico. Llegaron tres días después de las conmemoraciones de Normandía las elecciones europeas y, nuevamente, nuestra singularidad desapareció del mapa informativo. En medio de los titulares sobre el ascenso de la ultraderecha, la debacle de Verdes y socialdemócratas, un periodista de una radio italiana de Milán destacó que el resultado obtenido en Hego Euskal Herria por EH Bildu era la excepción en ese mapa sombrío. Ninguna otra formación europea de corte progresista había obtenido semejantes resultados electorales entre los 27 Estados como los cosechados por la izquierda vasca. Lo que convertía a la comunidad vasca en una singularidad, en una ejemplo al que ahondar para las izquierdas europeas en cómo articular teoría y praxis, cohesionar el mensaje y conectar con las nuevas generaciones en los cambios profundos que se han producido en los últimos años. Sería pretencioso señalar, al menos desde mi opinión, que el éxito de la izquierda soberanista en este desierto europeo se deba a una acertada dirección política impulsada exclusivamente por las formaciones que componen EH Bildu. Sin desmerecer transversalidades (ahora con retraso surge desde la izquierda europea la necesidad de crear frentes populares para afrontar el neofascismo), el auge corresponde a un tejido imbricado en el seno de la sociedad. No hay cesta sin mimbres, como no hay proyectos teóricos certeros sin plasmación humana. Y no me refiero al pasado, donde las expresiones comunitarias del movimiento popular fueron también excepcionales, en casos que aún nos retumban en nuestro acerbo. Lo complicado no es destruir, fácil desde un ordenador o una cuenta en X, sino construir desde el anonimato. La experiencia pasada ha servido para edificar un presente y una cultura social y nacional propia arropada por esas comunidades que se han sentido cohesionadas cuando el proyecto ha coincidido con su idiosincrasia política y social. Aquellas discusiones sobre quién merecía el título de vasco, ante la gran migración de las décadas de 1950-60, saldadas con el que vendía su fuerza de trabajo, han sido las ramas que han tejido las actuales redes de acogida. Aquellas ikastolas surgidas en la clandestinidad fueron el germen de un sistema público de educación insólito para otras lenguas minorizadas. La defensa de los espacios naturales, del medio ambiente frente a la nuclearización prevista, del comercio de cercanía, el movimiento cooperativo, el abrigo a los presos... la conciencia de clase, con un sindicalismo inédito en Europa (52% de las huelgas en el Estado español para reivindicar una parte de la plusvalía que desvalijan los empresarios), son parte de ese brillo político, social y nacional. Y ello nos ha desviado de nuestro destino histórico, reserva de comanches europeos. Hay un proyecto vivo, con intención de convertirse en hegemónico políticamente. Porque el sometimiento en este país que, como decía Marc Legasse, no parece existir, nunca ha sido una opción. Ninguna otra formación europea de corte progresista había obtenido semejantes resultados electorales como los cosechados por la izquierda vasca