EDITORIALA

Un nuevo ciclo para hallar la «vía vasca» a los retos del siglo XXI

Tras jurar su cargo en Gernika y hacer públicos los nombres de quienes formarán su Gobierno, el lehendakari Imanol Pradales tendrá que ponerse manos a la obra para atender los retos que se marcaron en el pleno de investidura. Debido a la incertidumbre del momento, por razones externas e internas, esa labor es muy complicada.

En diferente grado y tono -el de Pradales más contemporizador por ser el representante de la gestión previa y el de Pello Otxandiano más crítico por tener menos ataduras y responsabilidad-, ambos líderes señalaron una agenda compartida de preocupaciones. Por supuesto, discrepan en su diagnóstico, en las medidas a aplicar y en la radicalidad que demanda el momento histórico. Ambos se debaten entre la necesidad de cooperar y la obligación de competir.

En cierta medida pueden compartir esos principios, ese espíritu negociador, pero sus cálculos difieren. La decadencia del PNV y la pujanza de EH Bildu condicionan esos cálculos. Resistir puede ser vencer o la antesala de perder estrepitosamente.

LA COMPLEJA RELACIÓN ENTRE GOBIERNO Y PARTIDOS

El nuevo Ejecutivo compagina perfiles partidarios con alguno más profesional o independiente, recupera algo de talento y retiene experiencia y lealtad, a la vez que se rejuvenece.

Es un Gobierno extenso, y deberán justificar tanto cargo, porque la sociedad está harta de cómo manejan PNV y PSE este tema. Dejando de lado la demagogia de algunas críticas, la obsesión por acaparar poder y repartir cargos entre amigos es inaceptable.

La disciplina del equipo de gobierno y la relación con los partidos será crucial. Habrá que mirar con atención qué papel y peso coge Pradales dentro del PNV. Y si el personaje que ha construido Eneko Andueza se serena o se instala en la parodia.

UNA SOCIEDAD MÁS SOBERANISTA Y DE IZQUIERDAS

El Gobierno de Pradales ha blindado la mayoría que representa al establishment vasco, pero antes o después las otras dos mayorías que surgieron de los comicios del 21A, la abrumadora abertzale y la mínima de izquierdas, se tendrán que activar.

Ni el PSE puede actuar como un lobby unionista inspirado en el extinto Ciutadans ni el PNV puede ejercer de mero gestor de los intereses de las constructoras, las multinacionales y el sector financiero. No se puede ser dique frente a la derecha en Madrid e Iruñea mientras en Gasteiz te tragas la agenda social e identitaria del correoso Javier de Andrés.

Asimismo, con la ultraderecha alzándose en toda Europa, pretender colocarse en un imaginario centro entre «los populismos de izquierda y de derecha» es un ejercicio banal y un tanto incauto.

Si de verdad quieren funcionar como un gobierno y no dejar en evidencia su continuismo y debilidad, deberán girar sus políticas un tanto a su izquierda y ser respetuosos con la identidad y la voluntad democrática de la mayoría de la ciudadanía. A partir de ahí, la cooperación puede nacer de la voluntad o de la necesidad. Puede ser meditada o pura reacción. Lo que pase en Madrid con la legislatura y en Bilbo con la crisis del PNV tendrá consecuencias.

Sería mejor que el PSE cambiase de actitud gracias a una reflexión y no porque se lo ordenan desde Ferraz. Sería mejor que el PNV asumiese que el problema no era Iñigo Urkullu como candidato, sino como ideólogo. Deben pasar página de una década perdida. Dejar sus obsesiones en herencia sería fatal.

BASES PARA UN DEBATE SERIO, COHERENTE Y EFICAZ

Los discursos de Pradales y de Otxandiano dieron una respuesta propia a las encrucijadas en las que se encuentran, por un lado, las derechas gestoras y, por otro, las izquierdas transformadoras. Aunque en el debate se reprodujeron esquemas del pasado, la defensa de sus respectivas visiones y sus respuestas a las crisis que afrontan fueron serias y articuladas.

Hay que encontrar una «vía vasca» para afrontar los retos del siglo XXI, que tenga en cuenta la escala del país, sus divisiones y pluralidad, sus tradiciones militantes y culturas políticas, las ambiciones a las que Pradales y Otxandiano apelaron en el Parlamento. Una vía que articule el país, que se base en el principio de todos los derechos para todas las personas y que, respetando las mayorías y las minorías, dé cauce democrático a la voluntad de la ciudadanía vasca.