El viaje de regreso de los surrealistas desde las sedes bancarias al gran público
Un extraño óleo de Yves Tanguy de «valor estratosférico», dos curiosas y difíciles de encontrar series en papel de Dalí y Miró... la BBVA saca a la luz este verano sus tesoros surrealistas.
Un gran rostro de larga y muy fálica nariz se apoya en un minúsculo cuerpo desnudo de mujer y tres muletas teñidas de sangre, se supone que menstrual. Hay también una lengua manchada de rojo, bigotes en los pezones... la serie de Salvador Dalí (1904-1989), titulada “La Conquete du Cosmos” (‘‘La conquista del Cosmos”), datada en 1974, es de las que esconden muchas capas y lecturas: muletas que representan el miedo a la decrepitud y, a la vez, la reivindicación de un estatus social; mucha imagen fálica y rinocerontes simbolizando la impotencia de su autor -el polvo de rinoceronte ha sido tradicionalmente usado de remedio-; obispos, muchos, asociados a jirafas, porque no se sabe por qué estos animales le daban miedo a Dalí... Aquí Freud tendría mucho trabajo.
Todo esto, y más, surge solo -dentro hay más- de la contemplación de “Le Dernier venu de la dernière plànete’’ (algo así como el último llegado del último planeta), la obra elegida como portada de la exposición “Surrealismos. Obra gráfica de la colección BBVA”, que acoge el bilbaino palacio San Nicolás desde hoy hasta el 22 de septiembre próximo.
Situado junto al Arenal, el palacio y la sede donde se fundó el banco, con su hermoso patio interior, es el cuarto verano que se abre al público para mostrar parte de las 9.000 obras de arte que, desde su fundación, ha atesorado la BBVA.
UNA JOYA INCALCULABLE
“Surrealismos” llega procedente de Valencia, donde, en solo tres meses (de marzo a junio pasado) ha sido vista por 70.000 personas y aprovecha el centenario del primer Manifiesto surrealista por André Breton, que tuvo lugar el 15 de octubre de 1924, para exhibir un conjunto de 54 obras en papel de artistas como Dalí, Joan Miró, Yves Tanguy, Maruja Mallo, Benjamín Palencia, Joan Ponç y Óscar Domínguez.
Ante la obra tan subversiva y, a la vez, tan críptica como la de Dalí, una se pregunta qué pensarían los directivos -porque estas obras irían a los despachos, seguramente- o los clientes cuando las vieran en las sedes bancarias. Porque, desde su fundación, la BBVA ha ido comprando y encargando arte como mecenazgo e inversión. ¿Se fijarían en estos detalles? ¿No les sorprendería esta explosión de sueños, subconscientes desplegados, este jugar y romper el orden establecido?
La mayor parte de la obra que se puede ver en Bilbo es obra gráfica; de hecho, se ha planteado esta muestra como una reivindicación de lo que María Luis Barrio, responsable de Patrimonio Histórico Artístico de BBVA, calificó como un soporte que sirve de «laboratorio del artista y terreno de experimentación». Hay dos excepciones, dos óleos. Uno de ellos es toda una joya. Es “La lumière de l’ombre (La luz de la sombra)”, un extraño y sugerente óleo datado en 1939 y firmado por Yves Tanguy (1900-1955), uno de los máximos exponentes del surrealismo. «Es una obra maestra. Podría presidir cualquier exposición del centro Pompidou de París. Su valor es incalculable, ¿qué cuánto vale? Millones. Es una abstracción pintada con lenguaje realista», explicó también Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes de Valencia.
CON TIEMPO
Esta es una exposición de las que exige tomarte tu tiempo. De Joan Miró (1893-1983) está la “serie Mallorca”, una de las diez carpetas de esta serie en concreto existentes en todo el mundo, y a través de la que se puede apreciar cómo estampaba el color, el blanco y el negro, la imagen en negativo... Otro descubrimiento: Maruja Mallo (1902-1995), la longeva, transgresora y vanguardista artista representativa de la Generación del 27. Hay varias obras suyas, también fotografías procedentes de la familia de Neruda. Por cierto, Maruja Mallo es la única mujer representada en la muestra. Pablo González Tornel lo explica: «Además de la situación de ocultamiento que ha tenido la mujer en la historia del arte, es que también todos los movimientos de vanguardia eran muy elitistas. En los manifiestos se aceptaba a una serie de personas; Dalí, por ejemplo, fue expulsado del Surrealismo y oficialmente dejó de serlo».