JUL. 15 2024 EDITORIALA Tiros en el pie en Estados Unidos La película “Civil War” de Alex Garland provocó notable conmoción en las salas de cine hace unas semanas. Enmarcable en el genéro de política-ficción, reflejaba el grado de violencia que alcanzó en Estados Unidos un conflicto de origen y autorías difusas, esbozadas solo a medias. Desgraciadamente, la realidad no está tan lejos de lo que esa cinta apunta como mera distopía. Antes del asalto a la Casa Blanca con que se cierra la película ocurrió el del Capitolio, muy real y con víctimas mortales. Ahora el atacado ha sido Trump, pero antes lo fue Reagan y anteriormente Kennedy. La polarización política traducida en intentos de magnicidio no es exclusiva de Estados Unidos. Recientemente se ha comprobado en Japón o en Eslovaquia, lugares alejados y de culturas políticas muy diferentes. Pero la potencia norteamericana tiene características peculiares que no casan con su percepción de sí misma como paradigma de democracia y libertades: el descontrol con las armas, la tendencia al militarismo, a las desigualdades sociales y económicas… Donald Trump, ahora víctima, ha añadido nuevos factores a esta malévola ecuación: la cultura del odio, el victimismo, la mentira permanente, el racismo y machismo expresos... El magnate ha quedado esta vez en el centro de la diana. Ha sido víctima de un intento de magnicidio reconocido por el FBI, un hecho gravísimo pero que, como él habría hecho en otro caso, muchos minimizarán, tergiversarán, banalizarán e incluso pondrán en duda. La corrosión del sistema es patente hace mucho tiempo y este tiroteo de Pensilvania solo es otro dato que lo corrobora. Lo que no mejora acaba empeorando. En términos democráticos, este hecho solo pudrirá más las cosas. De entrada, contribuirá a decantar las elecciones, salvo algún otro giro de guion hoy imprevisible. Un Trump herido -física y emocionalmente- es más peligroso de lo mucho que ya era antes. Lo de Biden solo puede empeorar, en lo biológico y en lo político. EEUU es un peligro para sí mismo como lo ha sido en las últimas décadas para muchas otras partes de la Humanidad, y solo saldrá de esta espiral empezando por reconciliar conflictos internos y asumir valores universales.