José Félix AZURMENDI
Periodista
KOLABORAZIOA

ETA nunca debió existir

Junio de 1979, primer ejemplar de la revista trimestral “Muga” que dirige Federico Zabala y tiene de subdirector y coordinador a Eugenio Ibarzabal. Cuesta 150 pesetas, se imprime en Gráficas Valverde y se acompaña de varias páginas de publicidad, algunas, a todo color. El ejemplar consultado se corresponde a la tercera edición, prueba de que la salida de la publicación ha sido exitosa. Titulares de portada: “El Estatuto de Gernika, entre la violencia y la incomprensión”, “Así nació ETA, a los 20 años de su aparición”, “Muñagorri, y la bandera de Paz y Fueros”, “Y las colaboraciones de: Xabier Arzalluz, Koldo Mitxelena, J. R. Scheifler, Xabier Lete e Idoia Estornés”. La versión que Ibarzabal recoge del nacimiento de ETA provoca una agria polémica con algunos de sus fundadores y tiene continuidad en las páginas de la revista “Punto y Hora”. Ha puesto el acento el autor en el papel que los Servicios de Información del Gobierno Vasco -Oficina de Servicios en denominación de Txillardegi- han jugado en ese nacimiento. Es Pepe Mitxelena el alma y corazón de estos Servicios, y Murua uno de sus hombres. A algunos de los fundadores de ETA la versión de Ibarzabal les parece inmoral, amañamiento y falsificación de la historia.

Explicar qué fueron esos Servicios de Información, qué papel jugaron en la Segunda Guerra y en la Guerra Fría, y por qué a Juan Ajuriaguerra le pareció más que verosímil que tuvieran, a través de José Murua, la tentación de apoyar a los de EKIN que luego serían ETA en la confrontación interna de los jeltzales, sobrepasa el propósito de este comentario, que trata de visualizar la idea que buena parte de la sociedad vasca, y española, tenía de la ETA que había combatido durante el franquismo y se asomaba a una transición que no reconocía. El párrafo que se destaca como entradilla en la colaboración del jesuita José Ramón Scheifler -no hace mucho fallecido con más de cien años- sirve a este fin, y dice así: «La violencia es muchas veces reconocida solo por quien la padece. La singularidad de la violencia vasca no se explica sin la presencia en Euzkadi de otra singularidad (...), la inveterada violencia institucional que ha tenido que soportar».

La descripción que hacía Scheifler de ETA a los veinte años de su nacimiento, que de eso iba el núcleo de la revista, está redactada con una pulcritud muy poco frecuente hoy, por no decir inimaginable, cuando casi nunca se escribe de ETA, sino contra ETA, como si se estuviera contribuyendo así a la paz y a la verdad. Y dice así: «ETA mantiene íntegros los principios de su lucha armada. El grupo político y sector de la población de Euzkadi que asume aquella, aunque no la practique, está muy lejos de ser minoría insignificante. Ha entrado con vigor, aunque con contradicciones, en una lucha política que ETA, a su vez, asume como propia. El principal convencimiento de estos sectores parece ser que la sola acción política, aun acompañada de desobediencia civil, no es eficaz para lograr los derechos de Euzkadi y de su clase trabajadora, ni la forma mejor de su constitución nacional».

Los 20 y los 40 años posteriores de ETA necesitarían desde luego otras versiones y explicaciones, que el jesuita, escritor prolífico y comprometido como pocos, no rehuyó, por cierto, pero sin desmentir la historia y la verdad. Hay un empeño por parte de muchos hoy, acrecentado desde que ETA se autodisolvió y la izquierda abertzale abjuró de la violencia como instrumento político, en demostrar que nunca debió existir, nunca tuvo ni razón ni explicación posible, como si su nacimiento y duración por décadas fuera inexplicable o solo explicable en la locura de unos cuantos iluminados, malvados por añadidura, y la enfermedad moral de una sociedad incapaz de acabar con ellos, complaciente con sus atrocidades. Para terminar, algunas citas que nunca hubiéramos podido leer en “Muga”: dice la de un periodista habitual de “Deia” que ETA nació para corromper la juventud vasca; dice la de una exconsejera del Gobierno Urkullu que nadie le pidió a ETA que nos salvara; sostuvo en La Sorbona en junio de 1982 el pulcro profesor criminalista Antonio Beristain que, aunque pueda parecer lo contrario, en realidad, a largo plazo, el terrorismo perjudica al propio terrorista y a su «programa» más que a todas sus víctimas.