JUL. 24 2024 Testimonio desde el Hospital Nasser: «Necesitamos que pare, esto es el fin» Palestinos heridos el lunes a su llegada al Hospital Nasser. (Bashar TALEB | AFP) GARA CIUDAD DE GAZA «Durante los ataques que implican un gran número de víctimas, te ves -en el departamento de urgencias- en un charco de sangre, en medio de una multitud. La sala es ruidosa y el olor a sangre lo inunda todo. Multitud de personas intentan llegar al servicio de urgencias, mientras los guardias de seguridad del hospital hacen todo lo posible para mantener fuera a los familiares y seres queridos que los acompañan, para no saturar el centro», relata Javid Abdelmoneim, responsable del equipo médico de MSF que trabaja en el Hospital Nasser, donde la situación es «catastrófica». Este es el testimonio -remitido por MSF a los medios- de Abdelmoneim sobre un día en este centro médico, situado en Jan Yunis: «El 13 de julio, recibimos a cientos de heridos y muertos por un ataque israelí. El ataque alcanzó una zona a la que las fuerzas israelíes habían aconsejado repetidamente que se dirigieran los desplazados. Comprendimos que algo terrible había ocurrido por las enormes explosiones que se produjeron más cerca que nunca del hospital. Casi inmediatamente después, escuchamos las ambulancias. Pronto se desató el caos en el hospital. Nuestro equipo corrió al servicio de urgencias. Una de las pacientes, de tres años, estaba herida. Sus padres estaban junto a ella, preocupados. Respira y me mira, así que debe de estar bien, pensé. Pero cuando le quité el vendaje, me di cuenta de que tenía todo el muslo izquierdo desprendido hasta el hueso. Me dirigí a la siguiente paciente, una mujer cubierta de polvo. Cuando me acerqué a ella, me miró e intenté sonreír y hablar con ella. Respiraba con normalidad, tenía los ojos abiertos y no veía sangre por ninguna parte. Pero cuando le quité el vendaje, gran parte de su intestino emergió. ‘¿Cómo es posible que me esté mirando?’ Pensé. Segundos después, las puertas se abrieron de golpe. Llegaron varias personas heridas, algunas de ellas, personal de primeros auxilios. Entre ellos había un joven que no respiraba, así que intentamos reanimarlo, pero la enfermera nos miró y preguntó: ‘¿Por qué le atendemos si no puede respirar? Tenemos que salvar otras vidas’. Nadie tenía el valor de hacer pasar al siguiente. El joven que no respiraba era hijo de alguien. Pero teníamos que atender al siguiente, y luego al siguiente, y así continuamos. Los pacientes estaban tirados en el suelo porque no quedaban camas libres. Tenía que agacharme para atenderlos. Podía sentir mis rodillas mojadas por la sangre constantemente. No es la primera vez que atiendo a personas que han sufrido un incidente con víctimas múltiples. El olor a sangre es el mismo dondequiera que estés. La diferencia es que aquí, en Gaza, el horror impacta más aún y cala hondo. En medio de nuestro trabajo, vimos a nuestro colega, un anestesista de MSF, en la sala de urgencias. Le pregunté qué hacía allí y por qué no estaba en el quirófano. ‘Acabo de enterarme de que mi casa ha sido destruida y que mis hijas y mi sobrino están aquí en alguna parte’, me dijo. Cuatro días después de ese ataque, nos enfrentamos a otro incidente con víctimas masivas en el hospital. Esto parece no acabar nunca. Con el banco de sangre en niveles críticos, hemos tenido que recurrir a donaciones. La tensión es excesiva. Necesitamos que pare. Esto es el fin. No hay otro sitio adonde ir si el Nasser tiene que cerrar».