Iñigo MUERZA ERROZ
KOLABORAZIOA

Y el caso es que a Ayuso no le falta razón

Las palabras pronunciadas por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el mes pasado, en las que, denunciando la desigualdad en el trato que recibe su comunidad autónoma por parte del Gobierno central frente a otros territorios, espetó aquello de que ni Cataluña ni el País Vasco ni Navarra habían sido naciones y que nunca lo serían, siguen trayendo cola. A las declaraciones y las ocurrencias oportunistas del Parlamento de Navarra ahora se suma el pleno del Ayuntamiento de Tudela que, en uno de esos gestos inútiles y vacíos con los que nuestros representantes públicos ocupan su tiempo, insta a la presidenta de la Comunidad de Madrid a retractarse de sus palabras y a mostrar un mayor respeto por nuestra Comunidad Foral y sus instituciones.

Y el caso es que es cierto, ni Cataluña ni el País Vasco ni Navarra se han constituido nunca como naciones en tanto en cuanto a que la nación, como entidad vinculada a un territorio, generadora de deberes y derechos, es una forma política relativamente reciente surgida tras la revolución francesa. Más concretamente, se configura como tal en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 en la que, en su artículo tercero, establece que «La fuente de toda soberanía reside esencialmente en la nación». Es entonces cuando se acuña el concepto de soberanía nacional, que rompe con los sistemas políticos imperantes hasta el momento, en los que la soberanía recaía sobre la figura del monarca para entregársela a una entelequia llamada pueblo, que la materializa a través de sus representantes e instituciones políticas. En el caso de España, dicha evolución política e institucional aparece plasmada por primera vez en la constitución de Cádiz de 1812, cuyo artículo primero recoge que «La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios». Y su artículo tercero que «La soberanía reside esencialmente en la Nación». Desde entonces, muchos sus territorios se independizaron conformándose como naciones soberanas, pero no así ninguno de los territorios peninsulares citados por Ayuso, aunque una parte de los mismos aspire legítimamente a ello.

Así que sí, dichos territorios se han constituido a lo largo de su historia como reinos, marcas, condados, provincias... pero no como naciones. Esto es algo obvio que sabemos todos y que también saben nuestros representantes políticos, pero que les da igual con tal de rascar unos minutos de protagonismo que les permita presentarse ante la sociedad como custodios y garantes de una superioridad moral e intelectual de la que carecen absolutamente.

Sin embargo, quisiera replicar la brillante iniciativa que tuvo el vicepresidente primero de nuestra comunidad, Félix Taberna, de mandar unos libros de historia navarra a Isabel Díaz Ayuso y recomendar también algunas lecturas que, al parecer, les son necesarias a nuestros representantes políticos y que, tal vez, les puedan resultar de algún interés a quien tenga la consideración de leer estas líneas.

La primera de ellas se titula “Contra la revolución francesa” (2024), un breve pero magnífico ensaño escrito por Fernando Díaz Villanueva y Alberto Garín sobre lo que fue y lo que no fue un periodo histórico fundamental que marcó un antes y un después, y que todavía sigue ejerciendo una notable influencia en nuestras vidas y sociedades. También les recomendaría que echasen un ojo a “La miseria del historicismo” (1961), obra maestra de Karl Popper que establece que la historia es una sucesión de hechos únicos e irrepetibles llevados a cabo por los individuos que los protagonizan, siendo por ello inútil su reducción a categorías genéricas que tengan el objetivo de inferir leyes que la gobiernen, o de predecir acontecimientos futuros (esto incluye también el decir lo que será o no será nadie). Otro título a recomendar, “Camino de servidumbre” (1974), del premio nobel en economía Friedrich Hayek, en el que reflexiona sobre la constante y creciente inclinación hacia el intervencionismo en las sociedades modernas, sobre la imposibilidad de que este pueda obtener los frutos deseados y de cómo la política acaba siendo colonizada por los peores perfiles disponibles.

Que tengan ustedes un buen y provechoso verano.