AUG. 08 2024 EDITORIALA Unos accionistas deciden por toda la humanidad El gigante de la minería Glencore renunció ayer a escindir de su cartera de negocios la división de carbón, la materia prima energética que más gases de efecto invernadero emite a la atmósfera. Pese a estar considerándolo desde primavera, la corporación acabado priorizando los ingresos a la lucha contra la crisis climática. Algunas de las razones argüidas por la corporación son tan diáfanas que apenas cabe dar las gracias por la transparencia. «La retención (del negocio del carbón) ofrece la vía de menor riesgo para crear valor para los accionistas de Glencore en la actualidad», aseguró el presidente, Kalidas Madhavpeddi. Otros argumentos encajan en el habitual argumentario de la industria fósil para mantener sus actividades en nombre de la lucha contra la crisis climática, ya que la empresa también defiende que el efectivo obtenido a través de la extracción del carbón servirá para invertir en materias primas útiles para la transición energética, como el cobre y el cobalto, minerales en los que también tiene intereses Glencore, que domina cerca de una cuarta parte del mercado global del carbón térmico. Estas trampas al solitario resultan doblemente peligrosas, ya que desincentivan a sus grandes competidores, Rio Tinto y Anglo American, a mantener sus proyectos de abandono progresivo de las inversiones en esta materia prima. De la mano de China y la India, pero también de EEUU y de Europa, sobre todo a raíz del cierre del grifo ruso, el carbón vive un resurgir de nefastas consecuencias para la lucha contra el calentamiento global. Fondos soberanos como el de Noruega -con todas sus contradicciones, empezando por el hecho de que se trata de un fondo financiado por el petróleo- tienen vetadas empresas como Glencore, pero el ejemplo no cunde. La decisión de la gran minera suiza ilustra de forma elocuente las consecuencias de dejar en manos de intereses particulares minoritarios decisiones que afectan a todos los habitantes del planeta. No puede ser que la decisión de extraer materias primas fósiles que comprometen la vida de todo el conjunto de la humanidad estén en manos de un puñado de accionistas con una visión egoísta y cortoplacista.