Bangladesh, ante un reto endiablado
Agosto se presenta con alta temperatura política en Bangladesh. El país asiático está viviendo unos momentos delicados y tensos, tras la huida de la primera ministra, Sheikh Hasina, que ayer se conoció que va a ser juzgada por una de las cientos de muertes registradas durante las protestas que derivaron en su renuncia. La situación puede tener efectos en la dinámica geopolítica del sur de Asia.
Lo que comenzó como una masiva protesta estudiantil contra el sistema de cuotas que reservaba el 30% del empleo público a los familiares de quienes combatieron en la guerra de independencia -rebajado tras la revuelta al 5%, más el 2% para minorías-- se convirtió en pocas semanas en una movilización más amplia que confirmó problemas sistémicos generalizados y anticipaba la antesala de un cambio de régimen en el país.
Un líder estudiantil señalaba que «el milagro económico de Bangladesh se ha basado en frágiles cimientos. Si la causa inmediata de la crisis actual puede atribuirse a las cuotas de empleo gubernamental, la crisis es en gran medida culpa del Gobierno. Esta violencia es síntoma de las debilidades estructurales en la economía política de Bangladesh (instituciones frágiles y una base económica superficial)».
La represión inicial y comentarios despectivos sobre los estudiantes que protestaban solo sirvieron para inflamar la tensión, aumentar las manifestaciones e incitar a los líderes estudiantiles a ampliar sus demandas. Además, fue utilizada por los partidos de la oposición (el derechista BNP y el islamista Jamaat-e-Islami) para beneficiarse de la inestabilidad política y movilizar sus propias agendas contra la Liga Awami (LA).
Bajo los mandatos de Sheikh Hasina y su LA, la economía creció rápidamente gracias a una ventaja competitiva en la industria textil, especialmente en las exportaciones de prendas de vestir confeccionadas, que sacó de la pobreza a 25 millones de personas y desempeñó un papel clave en el empoderamiento de las mujeres. El ingreso per cápita de Bangladesh fue más alto que el de India en los últimos años y está a la cabeza del sur de Asia en varios indicadores de desarrollo humano. Sin embargo, tras la pandemia, el crecimiento se desaceleró, y las grietas comenzaron a surgir. Y en este contexto, aumentó la importancia del empleo público, cuyas cuotas, según los estudiantes, estaban acaparadas por personas relacionadas con la LA.
LAS CICATRICES DE LA PARTICIÓN PERDURAN.
Hasina y la LA representaban la versión secular y modernizadora del nacionalismo bangladeshí. El trauma de la partición sigue arraigado y aviva los enfrentamientos y la esquizofrenia en la sociedad. La división entre nacionalistas seculares y nacionalistas musulmanes que no apoyaron la guerra de liberación sigue presente, como se ha visto en los ataques a personas y propiedades hindúes y de la LA.
Para algunos analistas, ver a Bangladesh «en términos binarios (musulmán o no musulmán) es una errónea interpretación de una sociedad compleja, y revela la miopía de los observadores externos, en particular los cercanos al actual Gobierno indio», temerosos de una república islámica como única alternativa actual.
LOS RUMORES Y LA RECONFIGURACIÓN GEOPOLÍTICA TAMBIÉN PLANEAN SOBRE EL NUEVO ESCENARIO.
India ha sido la gran derrotada y se le abre una etapa delicada ya que ha perdido su alianza estratégica y otro aliado en la región tras la caída de Hasina. El BNP y el Jamaat-e-Islami de Bangladesh que han ganado prominencia, son hostiles a India. A ello hay que sumar la preocupación por el aumento de la influencia china y paquistaní.
Fuentes de la Inteligencia india han llegado a señalar una alianza tácita entre Pekín e Islamabad, que habrían dado un respaldo financiero sustancial a principios de este año para desestabilizar al Gobierno de Hasina, indicando que parte importante de esta financiación se originó en entidades chinas que operan en Pakistán, como un esfuerzo decidido por reemplazar a Hasina por un régimen amigable.
Otras fuentes citan a EEUU, que enojado por la negativa de Hasina a cederle una base militar en el golfo de Bengala y deseoso de desestabilizar la región (la balcanización de Bangladesh y Myanmar que señaló Hasina), habría maniobrado para cortar el acceso de India al sudeste asiático y a Eurasia.
Los próximos pasos son una incógnita. Habrá que ver si la oposición del BNP y el Jamaat se hacen con el control del Ejecutivo interino, lo que repetiría la situación del pasado y radicalizaría todavía más a los sectores discriminados. Sin olvidar la capacidad de los impulsores de las protestas, los estudiantes, para mantener el pulso y proseguir con su agenda.
Una mezcla tóxica de problemas económicos y una actitud prepotente del Gobierno han desembocado en unas protestas que abren la puerta a un escenario desconocido, y todo ello en vísperas del 15 de agosto, aniversario de la muerte, en 1975, a manos de militares, del primer presidente del Bangladesh independiente y «padre de la nación» y de Hasina, Sheikh Mujibur Rhman.