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EDITORIALA

Aranceles que retrasan, pero que no solucionan


Los vehículo eléctricos han desatado una guerra comercial entre Occidente y China que amenaza con extenderse a otras mercancías y que se traducirá en pérdidas generalizadas. La gente corriente terminará pagando las consecuencias en forma de carestía y desempleo. La chispa ha saltado cuando los automóviles eléctricos chinos han resultado ser mejores y más baratos. A Occidente lo único que se le ha ocurrido para frenar su expansión ha sido establecer unos draconianos aranceles que encarezcan su precio. China no se ha quedado de brazos cruzados y ha llevado el caso a la OMC y amaga con tomar represalias con otros productos.

Lo más sorprendente es que el enfoque occidental de establecer barreras arancelarias es contrario a los principios que han inspirado sus políticas. El dogma de que el mercado es el mecanismo más eficiente queda en entredicho. Los automóviles eléctricos muestran que el libre mercado solo beneficia a los más poderosos, que sin barreras pueden acaparar mercados, monopolizar industrias y destruir la economía de países enteros. Como hasta ahora las compañías occidentales eran las más poderosas, ese dogma les servía para eliminar reglas, y en ese empeño han gastado todos sus esfuerzos. Ahora que ha surgido un competidor real, el fraude ha quedado al descubierto, se han desdicho y corren a establecer todo tipo de barreras a la competencia. Del mismo modo, llevan décadas demonizando las ayudas públicas con el argumento de que distorsionan la competencia. Ahora, sin embargo, el representante estadounidense ante la OMC las defiende como imprescindibles para la transición hacia energías limpias. Si el mercado fuera el mecanismo idóneo para la asignación eficiente de recursos, no haría falta ninguna clase de ayuda pública, tampoco para la transición energética.

Los dogmas neoliberales están siendo cuestionados por sus propios defensores, pero distan mucho de estar derrotados. Y no parece que nadie haya sacado ninguna conclusión del actual desastre neoliberal. Occidente solo gana tiempo para seguir dominando el mundo, en vez de tratar de construir unas relaciones económicas internacionales más justas.