El Glorioso saca petróleo de una Real víctima del «fútbol moderno»

El Deportivo Alavés asaltó ayer un Anoeta en el que ya han saltado todas las alarmas, aquejado por el síndrome de un deporte que ha perdido su esencia. La rigurosa y protestada expulsión de Oyarzabal marcó un primer derbi en el que un Glorioso que gestionó mejor sus recursos, no desaprovechó la oportunidad presentada.

Ese mal llamado «fútbol moderno», con un VAR que ha desnaturalizado la esencia de este deporte, capaz de dejar a un equipo con uno menos durante una hora por una acción involuntaria, jugado en horarios intenpestivos, castigando a equipos incapaces de hacer una pretemporada al uso con acumulaciones de esfuerzos en el peor momento y unas aficiones que celebran casi más los fichajes que los resultados, han sumido a la Real en un estado de depresión y preocupación después de que el Deportivo Alavés no desaprovechara la oportunidad que se le presentó ante un equipo incapaz de aprovechar el factor campo.

Resulta indudable que cualquier análisis del primer derbi de la temporada viene marcado por la expulsión a la media hora de juego de Mikel Oyarzabal que, si bien es cierto que pudo hacer mucho daño a Benavídez, no tuvo ninguna intención de hacer daño al centrocampista albiazul, que en un primer momento incluso vio la tarjeta amarilla. Pero el VAR magnnificó el involuntario pisotón del capitán eibartarra que estaba de espaldas y obligó a la Real a un sobresfuerzo para el que no está físicamente preparado y que el domingo se medirá a un Getafe que tendrá toda la semana para prepara el partido.

En un ataque de orgullo, reaccionó la Real al minuto siguiente ejerciendo Brais de ese anhelado nueve de cuya falta adolece la Real, pero el segundo mazazo, en forma de penalti de Zubeldia por un agarrón dentro del área fue un obstáculo infranqueable para un equipo con las costuras demasiado visibles a estas alturas del curso.

GESTIÓN DE RECURSOS

Sin esa expulsión del eibartarra nada hubiera sido igual, pero ese accidente, del que nadie está libre, hizo buena la apuesta de un Luis García Plaza que apostó por una renovación completa de su equipo, con un once para nada reconocible, mientras Imanol apostó por la continuidad. La defensa era la línea que más quebraderos de cabeza había creado a ambos entrenadores y, mientras el madrileño se atrevió incluso a hacer debutar al joven Pica, fichado este verano, en principio para el filial, del Guijuelo, el de Orio no se hizo ni le hizo ningún favor a un Zubeldia alque hizo reaparecer a marchas forzadas y salió retratado, no solo en un penalti en el que incluso se jugó la expulsión, sino en el segundo gol alavesista de Toni Martínez y un error grosero en el que el úultimo fichaje albiazul incluso pudo hacer el tercero, pero que un otra vez inspirado Remiro desbarató.

El central azkoitiarra y el delantero español fichado del Oporto fueron las dos caras de la misma moneda, ya que sin llegar a entrenar, Toni Martínez fue el héroe albiazul, ya que con su chispa desniveló una balanza que perdió el equilibrio inicial a la media hora de juego.

Pero esa desgraciada acción del capitán txuriurdin tampoco puede servir de excusa para ocultar la preocupante falta de juego del equipo guipuzcoano, que antes de quedarse con diez apenas había creado peligro a un rival en el que los once elegidos por García Plaza apenas habían compartido minutos sobre la cancha.

Los dos equipos parecían condenados a repartir sus miserias, sobre todo a balón parado, pero la zozobra se vio quebrada por la expulsión del diez txuri-urdin y un Alavés más fresco no desaprovechó la oportunidad para obtener su primer triunfo de la temporada en un Anoeta que no había profanado desde su remodelación.

En Vigo cayó derrotado en un partido en el que seguramente realizó mças méritos, pero ayer, con un equipo cogido con pinzas, supo hacer lo que debía. Tras una anodina primera parte, apretó el acelerador en la segunda y la Real cayó como fruta madura, en otro ejercicio de impotencia en un Anoeta que se ha convertido en un problema.