El verdadero terror
Ver las imágenes de la tragedia que ha causado la última Dana en el País Valencià y, después, salir a la calle en medio de la celebración consumista de Halloween, supone un contraste terrorífico. El cambio climático se ha certificado a sí mismo como un peligro mortal y la colonización cultural de EEUU se ha hecho tan abusiva y opresiva que una añora la visita familiar al cementerio cada 1 de noviembre. Iker, un amigo, me llamó y me contó que en su pueblo la víspera de los difuntos iban a celebrar el Gau Beltza para recuperar la vieja tradición de Euskal Herria de asar castañas, disfrazarse con ropas viejas y poner velas en las ventanas para “guiar a las almas de los familiares fallecidos a casa”. Recordé que cuando estudiaba, para conocer el Romanticismo más gótico, era obligatoria la lectura de aquellas leyendas de ánimas vagabundas, escritas por Bécquer (1836-1870) veinte años antes de que Bram Stoker publicara “Drácula”. Pero todo eso sucedió cuando aún existía la imaginación de una cultura que se burlaba de la muerte. Ahora, en el que dicen el siglo más “progresista” de la historia, el sistema colabora con ella. En el siniestro Halloween que hoy es el poder económico, la Muerte se escribe con mayúscula y figura como un daño colateral e inevitable. Ese es el verdadero terror.