Perplejidad constitutiva
Politizar las sentencias de los tribunales es uno de los síntomas de la desafección democrática creciente. En unas primeras instancias, siete magistrados condenaron a Dani Alves por abusos sexuales graves, pero otro tribunal de mayor grado compuesto por cuatro magistrados ha absuelto al jugador de fútbol con argumentaciones que se adentran en todo aquello que despierta las sospechas fundadas de que en la judicatura hay una tendencia extremadamente marcada hacia el conservadurismo o incluso un poco más a la derecha.
Parte de la argumentación absolutoria se basa en restarle credibilidad a la víctima debido a un relato que, dicen, no se corresponde con el vídeo aportado de los momentos previos a entrar en el lavabo. En cambio, sí dan credibilidad a un tipo que cambió hasta cinco veces su relato antes del juicio. La contradicción tan absoluta entre un tribunal y otro hace que sintamos una suerte de vértigo, es decir, depende de quién te juzga y quién te defiende, puede cambiar tu destino.
Pero de esta perplejidad a que esta sentencia sea utilizada con tintes partidistas asegurando que es un varapalo al Gobierno de Sánchez, va la carcundia en la que se desarrollan los considerandos de estos juzgados que ven una cosa y su contraria ante la misma prueba. Probablemente irán ahora al Supremo, y allí, depende de quién toque, saldrá una confirmación u otra. Parece que de nada sirve a las víctimas hacer las cosas bien, con todos los trámites requeridos para la denuncia, al final, un grupo de personas iluminadas con su sentencia, te rompen el alma de nuevo.

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