Las cicatrices invisibles de la violencia sexual

Comentaba recientemente en la crítica que escribí de la película “Ghostlight”, que resulta curioso que en apenas unas semanas hayan coincidido en cartelera diversas películas que exploran el arte como vía de sanación o redención; debemos sumar otro título que merece ser destacado: “La Furia”.
Gemma Blasco aborda con valentía y crudeza las secuelas emocionales de una agresión sexual. La trama sigue a Álex, interpretada magistralmente por Ángela Cervantes, una joven actriz que es violada durante una fiesta. Atrapada en su propio trauma, encuentra en el teatro un refugio, sumergiéndose en la tragedia de Medea de Eurípides como una forma de procesar su dolor y de canalizar la rabia.
Blasco opta por una narrativa que elude sensacionalismos centrándose en una representación sutil y metafórica pero profundamente impactante. Un ejemplo claro se encuentra en la escena de la violación, que transcurre con la pantalla completamente en negro, dejando al espectador únicamente con el sonido de la agresión. La película es incómoda, sombría y violenta, pero al mismo tiempo mantiene un respeto profundo por las víctimas.
Sin embargo, no todo se articula a través de la sutileza; a lo largo del filme, emergen varias metáforas que se expresan mediante recursos visuales que exploran una fisicidad exagerada, como es el caso del jabalí, con el propósito de evocar un imaginario profundamente perturbador a nivel visceral.
Se trata de una obra que no persigue la complacencia del espectador, sino que lo enfrenta con realidades desafiantes y dolorosas, ofreciendo una reflexión profunda sobre las cicatrices invisibles que deja la violencia sexual.

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