El consenso sobre la dolarización une a un país políticamente dividido como Ecuador
La situación en Ecuador es complicada y los modelos económicos que han planteado Daniel Noboa y Luisa González en campaña para impulsar la economía del país son opuestos, pero si algo no va a cambiar tras las elecciones de ayer es la dolarización, implementada hace 25 años para estabilizar la economía y reducir la inflación, y sobre la que existe un consenso casi total.

Ecuador, como se vio en los comicios presidenciales de ayer, es un país políticamente dividido y polarizado, pero unido por la dolarización, prácticamente un consenso nacional en el que coinciden ambas partes para mantener la divisa estadounidense como símbolo de estabilidad.
Adoptada el 9 de enero de 2000 por el Gobierno de Jamil Mahuad en medio de una galopante devaluación del sucre, la dolarización es uno de los pocos aspectos con muy altos niveles de aceptación en el país y, por ello, una posible desdolarización despierta temores cada vez que la ciudadanía es llamada a las urnas.
Esta vez también ha sido así, con acusaciones mutuas de Daniel Noboa y Luisa González de querer desdolarizar al país a través de diversos métodos, algo que ambos han rechazado para expresar su firme compromiso con el dólar como baluarte económico.
A diferencia de la segunda vuelta de las presidenciales de 2023, cuando los candidatos estuvieron abiertos a usar el dinero de las reservas internacionales para apuntalar la economía, esta vez han descartado esa opción, que pondría en riesgo la dolarización.
Para el analista Alberto Acosta-Burneo, tomar esas reservas significaría «la expansión del balance del Banco Central, que genera graves distorsiones de balanza de pagos». En una situación extrema, esas distorsiones pueden generar «crisis de iliquidez en el Banco Central porque no tiene suficientes reservas internacionales y eso puede contagiarse inmediatamente al sistema financiero», explica a Efe. «Si esto termina en una crisis financiera, ese sería el fin de la dolarización. La única salida de esa crisis financiera -añade- sería a través de un ‘feriado bancario’ y la emisión de una nueva moneda».
Aunque ocurrió en 1999, los ecuatorianos aún recuerdan el drama que significó el anuncio de un «feriado bancario» durante 24 horas, que se extendió por varios días antes de que Mahuad decretara la congelación de ahorros durante un año, pese a que días antes había dicho que el Gobierno jamás incautaría o confiscaría las cuentas a nadie.
DOLARIZACIÓN «A LA ECUATORIANA»
En marzo pasado, la representante correísta Paola Cabezas dijo que la dolarización «no implica pensar en inglés», sino que hay que hacerla «a la ecuatoriana», por lo que «hay que hacer una dolarización que se sujete a las necesidades productivas» del país.
«Busquemos mecanismos para generar nuevos dólares, que ingrese inversión extranjera», apuntó Cabezas, abonando así la suspicacia que despierta el recuerdo de un artículo académico titulado “Una vía ordenada para salir de la dolarización y no morir en el intento”, escrito en el año 2000 por Diego Borja, compañero de fórmula de Luisa González.
Para aplacar los temores, González ha insistido en que en caso de ganar reforzarán la dolarización y, como prueba, ha recordado que el modelo se mantuvo durante el Gobierno de Rafael Correa (2007-2017), crítico con el esquema, y en cuya Administración Borja fue ministro de Economía.
Noboa, presidente saliente, sostiene que el correísmo busca establecer una moneda paralela, a la que llama «ecuadólares» y para evitarlo, el mes pasado ratificó, por decreto, al dólar como unidad monetaria y «único medio de pago oficial». En ese decreto instó a sus asambleístas a proponer en el Parlamento reformar un artículo de la Constitución para que conste que el Banco Central «no podrá emitir otro tipo de moneda o moneda paralela distinta al dólar».

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