Pablo CABEZA BILBO
Interview
ENEKO BURZAKO "MOBYDICK"
VOCALISTA, COMPOSITOR, GUITARRA

«La gente tendría que preocuparse por hacer canciones y punto, sin la ansiedad del éxito»

Eneko Burzako es el músico getxoztarra que se refugia tras Mobydick. En la década de dos mil pasa por diversas bandas rockeras, hasta que en 2008 expulsa lastre y carga solo con su guitarra acústica. Entre 2009 y 2011 graba dos mini cedés y en 2013 deja el incandescente -Cortad delusion-.

En noviembre de 2010 aparece por el escenario de Bilborock un tipo con una guitarra acústica. Suelta sus acordes, chorrea con gruesa y profunda voz cual leviatán Mobydick y deja a la audiencia aturdida, jurado incluido. Desde entonces su actividad no ha cesado, meritorio en un tiempo en el que no es sencillo ser solista. Mobydick se ha prodigado en conciertos, en especial por Bizkaia. Conquistar Euskal Herria es complejo, ya lo saben por la historia romanos, franceses y otros pueblos. Así que paciencia y a convencer con un disco con tanto hígado, hipnotismo y calidad como «Cotard delusión».

El euskaldun Eneko Burzako (Algorta, 1982) lleva tres presentaciones del álbum «Cotard delusion» acompañado por una numerosa banda. Es el reflejo del contenido del disco, donde se pasa de la soledad del pasado al ropaje de un puñado de músicos/amigos. Mobydick se redimensiona en esta versión coral. Le vimos en Kafe Antzokia de Bilbo en Aste Nagusia, con la voz y los pulmones tomados por una gripe. El patxaran le salvó, pero que no se preocupe la familia, que solo fueron unos chupitos. Aquello ya fue un impacto neuronal. En Bilborock, hace una semana, tomó de nuevo el escenario con la banda y aún nos dejó más taciturnos.

Entre su voz encordada, lo hábil y fino que es tocando la guitarra acústica, las composiciones excepcionales, la banda, los silencios y los juegos vocales cada vez más intrincados y armoniosos, el oyente soporta una carga emocional que minimiza los daños del tiempo del emocore. Mobydick sí es emocional, vehemente y, a la par, dueño del silencio del desierto. Trascendente, sí. ¿Puede conseguir que el público levite?, sí; pero con sentido del humor, que lo tiene.

Mobydick es, además, un songwriter como lo es Bon Iver, es un vaquero como lo puede ser Cash o un folki infiltrado entre «Black soul choir» de 16 Horsepower, dispensando la diferencia de estructura musical y timbre de voz. Es también Mikel Laboa cuando versiona «Martxa baten lehen notak», uno de los mejores tributos que Laboa haya recibido jamás. Mobydick es de luz hialina cuando la épica toma el control, pero también es oscuro como cuando 16 Horsepower se parecen a Nick Cave, y es que Burzako también versiona al sombrío australiano. Y es asimismo un hijo del blues, por eso abre disco con una versión muy Ry Cooder de Blind Willie Johnson, canción de 1927.

Resulta inimaginable que «Cotard delusion», en disco o en directo, no sea para todo oyente una transfusión de sangre a bidones. Quizá en el disco destaquen «A brand new day a brand new world», «A tale of death» «Cotard delusion I» y «II», «Hey God»..., pero el resto está tan cerca de esas magnitudes que resulta ser uno de los discos donde más inútil resulta destacar canciones. «Ama (Aita)» es otra de las canciones reseñables, se la dedica a su ama Arantza: «Es un homenaje por haberme criado, educado y querido». Y también a su aita, José Ángel, conocido como «El Gran Kobi». «A mi aita sabía que le haría más ilusión cantar algo, así que le dije que seleccionara un trocito de alguna canción. Eligió la habanera `Mi viejo San Juan'», que canta bien entonado al final de la grabación y tras una pausa en el cedé de unos segundos.

«Cotard delusion» es tan sublime, místico y épico que, sinceramente, el lugar idóneo para interpretarlo sería una vieja iglesia con el incienso en el aire, los bancos corridos, la bóveda celeste. Podría haber monaguillos, creyentes, curas y monjas... Seguro que pocas veces habrían sentido estar tan próximos al más allá, tan bien colocaditos y solo con serotonina. Burzako canta como el demonio cuando se agita poseído, pero los otros son como ángeles. Por dios, que le presten una iglesia, que lo mismo encontramos la fe o asistimos a la nueva y prometida llegada del Mesías.

Las canciones tienen la suficiente entidad acústica como para ser defendibles; sin embargo, cuenta con banda para expandir el sonido. ¿Le preocupa perseverar tan solo por el lado acústico?

No te creas. De hecho la intención es seguir recurriendo a ese minimalismo guitarra + voz cuando la canción lo pida. Es tan «fácil» como dejar que la canción te vaya contando qué es lo que quiere. Hay canciones que las empecé a adornar con varios elementos y, finalmente, decidí borrar todo y dejarlas desnudas porque creo que se respetaba mejor su esencia, como es el caso de «Cotard delusion II».

¿Lo estructura mentalmente?

Sí. Al grabar algo intento visualizar la canción de una forma más global, lo que te lleva a ir probando cosas. Me gusta utilizar el estudio como un instrumento más y tener en cuenta lo que este te puede ofrecer. Después, en directo, ya se les dará su propia personalidad, bien sea en formato banda o en solitario. De hecho, en los conciertos con grupo también se aprecian diferencias entre el disco y el directo. Creo que es una forma de darle importancia a la propia canción. Que sea esta la que esté por encima del formato y del modo en que sea ejecutada en cada concierto.

¿Mantendrá los dos formatos?

En ocasiones iré solo, donde intentaré sacar la entraña cruda habitual; y, en otras, con la banda. Y es aquí donde se podrán escuchar el banjo, los coros y demás elementos. Creo que el hecho de empezar a manejar los dos formatos es consecuencia de querer buscar alternativas para una misma oferta musical, aportar un poco de coherencia con respecto a lo que se escucha en el disco, y ya, de paso, plantear nuevos objetivos por aquello de dar sentido a nuestras míseras vidas.

¿La opción de banda le ha complicado la vida, removido el orden de sentimientos?

Creo que el grado de expresión y de emoción se puede mantener en los dos formatos, cada uno con sus matices propios y cada uno en su contexto. La verdad es que la decisión de preparar conciertos con banda creo que permite ampliar un poco más el espectro de lo que Mobydick pueda ofrecer en directo, y creo que eso alimenta todo el concepto general que supone Mobydick (qué guapo, hablo de mí mismo en 3ª persona, como Aída Nízar).

En el góspel se habla con Dios, en el blues con el diablo, ¿en el folk-rock hay libertad?

Siempre se ha dicho que el folk tiene ese punto de crónica social, y tal vez por ello puede que los destinatarios o las alusiones que se hacen en las canciones folk sean mucho más terrenales. Lo cierto es que no sé a quién se le canta en el folk-rock. Ni siquiera sé si esto es folk-rock. De momento, el festival folk de Getxo no me ha llamado, así que no sé yo. [Festival Internacional folk de Getxo o de Blues: el talento de Mobydick posee estatus internacional]. Ray Charles ya empezó a meter al diablo en el gospel, y gente como Nick Cave saben que Dios también tiene cabida en el blues. No sé... últimamente me gusta más cuestionar si el que está hablando con el ente en cuestión, sea Dios o el diablo, está siendo escuchado. De hecho, la canción «Hey God» habla precisamente de esto último.

El disco se ha financiado con microcréditos y en un tiempo récord. Unas horas bastaron para conseguir el objetivo.

La gente se vino arriba muy rápido, menos de cinco horas, y es algo que siempre agradeceré a todos los que colaboraron con el proyecto en Goteo.org, porque literalmente entre todos y todas me han salvado el orto. [La financiación, además, superó con creces la cantidad estipulada, por lo que en breve habrá versión en vinilo].

¿Cuando tomó la opción de ser un solista se imaginaba que había un mundo ahí abajo con tanto recorrido?

Aunque suene a tópico, la verdad es que no piensas mucho en ello. Cuando empiezas a hacer canciones, simplemente haces canciones. No te tiene que preocupar nada más, y si lo haces, creo que no es un buen camino. De hecho, la gente tendría que seguir preocupándose de hacer canciones y punto, sin la ansiedad del éxito, y menos teniendo en cuenta el propio concepto de éxito que tiene esta sociedad. Simplemente haz canciones, cree en tu propuesta, curra mucho, aprende mucho, no te quedes atontado con tanto foco, y haz más canciones.

Probó dos años por Madrid...

Tenía ganas de cambiar de aires y hacer un pequeño viaje introspectivo, del cual salió el disco del que estamos hablando. La verdad es que he estado bastante a gusto por allí, en mi «agujero». De paso aproveché para hacer un máster de producción de audio digital (sí amigos, también ofrezco mis servicios como productor de audio y técnico de estudio). Además la selección española ganaba demasiadas copas como para seguir aguantándolo, y la kale borroka de Madrid no me resultaba del todo convincente. Echaba de menos el salitre, así que me volví a Euskal Herria. Por otro lado el Ayuntamiento de Getxo ha decidido que Getxo sea demasiado caro para los getxotarras, así que ahora me he asentado en Bilbo [barrio de Deustu].

«Cotard delusion» se podrá localizar en Azoka de Durango en el puesto de Musikazuzenean, junto con más autoproducciones.