JAN. 26 2014 EL PAPA BERGOGLIO INSUFLA NEVOS AIRES A LA IGLESIA Catolicos vascos buscan un gesto conciliador de Roma El papa Francisco ha llenado de esperanza a amplios sectores de la Iglesia católica arrinconados por el auge neoconservador auspiciado por sus antecesores. La elección del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española, con repercusión en Euskal Herria, se presenta como una prueba de fuego para saber cuáles son sus verdaderas intenciones. Agustín GOIKOETXEA En los diez meses que Jorge Mario Bergoglio lleva como papa ha realizado múltiples gestos para dar a entender que el jesuita argentino poco tiene que ver con su antecesor. En ese contexto, llega el próximo relevo en la Conferencia Episcopal Española (CEE), en el que algunos sectores de la Iglesia -por extensión, de la vasca- tienen puesta algunas esperanzas, aunque también los hay que aventuran un viraje moderado tras la línea ultraconservadora marcada por el hasta ahora todopoderoso cardenal Antonio María Rouco Varela. En marzo concluye el cuarto mandato trienal del arzobispo madrileño, que lleva dos años esperando a que Roma acepte la renuncia que presentó al cumplir los 75 de edad, tal y como establece el Derecho Canónico. La asamblea de la CEE, prevista inicialmente del 24 al 28 de febrero, se ha retrasado a raíz de que el pontífice haya convocado a todos los prelados a audiencia. Varios han sido los jerarcas españoles -entre ellos el arzobispo emérito de Iruñea, Fernando Sebastián, que ha sido designado cardenal por Francisco-, que han mantenido encuentros previos con el papa, aunque se da gran importancia esta visita ad limina, del 24 de febrero al 8 de marzo, ya que puede condicionar la postura de los obispos. La Santa Sede no solo tiene que buscar relevo para Rouco, también para el arzobispo de Barcelona, el cardenal Lluís Martínez Sistach. En las quinielas para la vacante de la CEE suenan nombres como los arzobispos de Valladolid y Valencia, Ricardo Blázquez y Carlos Osoro; el actual obispo auxiliar madrileño, Fidel Herráez; y el cardenal Antonio Cañizares, conocido como «el pequeño Ratzinger». Para Barcelona se apunta al arzobispo de Tarragona, el miembro del Opus Dei Jaume Pujol, y al secretario de la Conferencia para la Doctrina de la Fe, el jesuita mallorquín Luis Ladaria. Escéptico se confiesa el teólogo Félix Placer, aunque deja la puerta abierta a la influencia de futuras designaciones. «Hay un pesado lastre de obispos nombrados en la línea marcada por Rouco, que dominan ideológica y ejecutivamente la Conferencia y sus decisiones. Están lejos de los planteamientos del papa Francisco», lamenta. «Ha diseñado -dice un cura vizcaino en referencia al presidente de la CEE saliente- una iglesia a su gusto y capricho, muy conservadora y en franca connivencia con la derecha más extrema». Con ese panorama, cree que la posibilidad de cambios espectaculares «es bastante improbable pero tampoco sería extraña una renovación que apunte a líneas y posiciones más abiertas, de perfiles dialogantes y con buena disposición para adecuar la Iglesia española al modelo propuesto y expuesto por meridiana claridad por el papa Francisco». Se inclina por cambios «a largo plazo, no a corto» otro sacerdote guipuzcoano. Ambos relevos, los de Rouco Varela y Martínez Sistach, los considera de gran importancia Javier Oñate, director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbo. «Un aviso», subraya, ha sido la elección de José María Gil Tamayo como secretario general de la CEE. Estima que los prelados pueden ser «permeables» a las «sugerencias» del papa «aunque no sean de su agrado». «Hay una necesidad urgente de apartar a Rouco de las responsabilidades eclesiales. Ha estado demasiado tiempo, se ha apropiado no solo de la gestión, sino de la misma Iglesia española. Desmontar este modelo para estructurar estilos diferentes resulta apremiante y, cuanto antes, mejor», subraya otro de los sacerdotes consultados. Blázquez, candidato de transición Un presidente «de transición» podría ser Ricardo Blázquez. «Es un hombre moderado, aunque poco proclive a cambios de fondo, tal y como se pudo comprobar en sus años de obispo en Bilbo», confiesa Placer, quien añade en el haber de quien presidió la Conferencia el ser «dialogante» y conocer la realidad vasca, tanto su Iglesia como el tiempo político que se vive. El teólogo palentino cultivó en tierras vascas un perfil «tolerante», aunque los últimos cinco años de los quince que estuvo se enfrentó a la comunidad diocesana vizcaina «al plegarse a las directrices que le llegaban de Madrid». «La pérdida de su auxiliar, Karmelo Etxenagusia, que le orientaba bien, le llevó a tomar decisiones erróneas. Fueron -rememora un cura- años de parálisis». En lo que sí coinciden las fuentes consultadas por GARA, es que Blázquez conoce los entresijos de la CEE y el poder que mantiene Rouco, con quien «lo pasó fatal» cuando fue su auxiliar en Santiago de Compostela. «Sería un paso intermedio», insisten, aunque en caso de ser elegido debiera corregir lo que sucedió durante su anterior presidencia (2005-2008), «cuando dejaba hacer y su mandato fue inoperante, ya que el que mandaba era Rouco y su aparato». «En su momento, fue la alternativa a Rouco y eso más que una ventaja puede resultar un impedimento. Sería reconocer públicamente que la alternativa era mejor que lo establecido y que, por consiguiente, su máximo responsable estaba necesitado de un correctivo. Ahora bien -apostilla-, si no hay más nueces en la cesta, puede ser un buen elemento de transición y jubilarse de este modo y manera». En Bizkaia recuerdan que Blázquez gozaba de «simpatía y reconocimiento» en algunos estamentos vaticanos, «pero Rouco era mucho Rouco y no encajó el golpe con el que le arrebató la presidencia el que fue su auxiliar en Santiago». Para las diócesis vascas, los nuevos aires que ha traído Bergoglio ayudan a unas comunidades molestas por decisiones como los nombramientos de Mario Iceta y José Ignacio Munilla como obispos de Bilbo y Donostia. Ya ha comenzado a atisbarse que Francisco apuesta por la colegialidad y la corresponsabilidad frente al poder que ostenta la curia. En su traslación a espacios más cercanos, supondría que consejos presbiteriales y diocesanos volverían a activarse, transmitiendo a los católicos que todos forman parte de la Iglesia en igual medida. «La consulta papal ante el Sínodo de la Familia ha sido un exponente», manifiesta un presbítero, para quien supone avalar las tesis de la mayoría de los católicos vascos, que se inclina por una Iglesia «más social». «Probablemente, todos los movimientos nos afectarán, ya que somos iglesias locales que están muy desfiguradas y maltratadas con evidente intencionalidad. Nos han aplicado un castigo duro -reconoce otro veterano clérigo vizcaino- seleccionando con rigor a los obispos que debían aplicar el encargo de Rouco Varela. En adelante, la vía de acceso a Francisco resultará menos costosa a través de la Compañía de Jesús, llamada a adquirir protagonismo en el futuro inmediato de la Iglesia». No son pocos los que dudan de que el cambio vaya a ser radical viendo los nombramientos episcopales de los últimos años. Tampoco ha sido un halagüeño botón de muestra la designación de Fernando Sebastián como cardenal, aunque no tendrá derecho a voto en el cónclave al superar los 80 años. Las declaraciones homófobas del arzobispo emérito de Iruñea ocultan las supuestas ideas «progresistas» que sus defensores dicen que el teólogo proclamaba hace más de 40 años, cuando se le definió como «el preferido de Tarancón». Sebastián ha regresado desde su retiro en Málaga a Tutera, donde dirigirá desde hoy hasta el próximo sábado unos ejercicios espirituales. No se atribuye papel determinante en la supuesta transición al obispo de Gasteiz, que se jubila el próximo año tras 19 al frente de la diócesis. A Miguel Asurmendi se le considera conservador, «atado a lo canónico y sin iniciativas propias y, menos aún, abiertas para ofrecer respuestas de cambio y renovación consistentes». Todo apunta a que su sucesor seguirá el perfil de los homólogos de Baiona, Bilbo, Donostia e Iruñea. «La aceptación del nuevo papa ha sido generalmente positiva en las declaraciones y esperanzas manifestadas, pero no se comprueba -advierte el teólogo Félix Placer- ningún movimiento significativo que pueda caminar hacia una profunda y necesaria reforma de la Iglesia diocesana». Argumenta que, en el caso alavés, por la avanzada edad del prelado, sacerdotes, religiosos y laicos «difícilmente pueden iniciar un proceso de cambio que ofrezca otro modelo de Iglesia». No se olvida de recordar que la cúpula diocesana controla «autoritariamente» las líneas pastorales «sin oposición en los cuadros directivos y marginando voces o propuestas alternativas». Placer comenta que la práctica pastoral y el modelo eclesial que se ofrecen, con alguna excepción, es «parroquialista y centrado en el culto». «Es lo que pide la mayoría de la gente que acude a los templos», aclara. No falta cierto tejido asociativo católico pero incide en que «la mayoría diocesana está estancada o se deja llevar por una inercia conservadora que muchos asumen». Munilla, «al ataque» Se produzcan o no cambios insuflados desde Roma, José Ignacio Munilla sigue «al ataque». «Vino con claras intenciones de retroceso e involución y así lo está demostrando a pesar de la oposición y creciente malestar diocesano», señala un sacerdote guipuzcoano, a quien inquieta, como a la mayoría, la línea pastoral que pretende imponer. La disociación en la Iglesia guipuzcoana es un hecho y queda demostrado con insistencia. «Hubo una convocatoria a los curas de toda la diócesis, por cuatro veces, insistente -apostilla-, con el reclamo de un libro que nos regalarían a quienes respondiéramos, a la que no fueron más que cinco o seis de Donostia y algunos jubilados de la residencia para hacer número; de la provincia no fue ni el apuntador». No oculta que miembros comprometidos durante décadas en labores pastorales y sociales están preocupados porque «el pasotismo se acentúe». «Parece que solo hay que luchar contra el aborto, que se den clases de religión `oficial' en las escuelas, apoyar leyes educativas retrógradas y seguir la línea editorial de 13TV», declara, admitiendo que hay alguna esperanza en que el mensaje del papa cale en los desencantados por Munilla y «surjan posturas más comprometidas, alejadas de los valores rancios españoles». En Nafarroa, con una sociedad menos secularizada que en el resto de herrialdes, los críticos con el actual arzobispo acusan a Francisco Pérez «de evadirse de los problemas allí planteados y, en los que no tiene más remedio que afrontar, sigue el estilo de una Iglesia prevaticana; es decir -aclara un clérigo- alejado de las líneas del Concilio Vaticano II y, más aún, de lo que Nafarroa implica como parte de Euskal Herria, a la que no considera como tal». La participación de Pérez en un escrache ultra contra una clínica de Antsoain que práctica interrupciones del embarazo no ha hecho sino alarmar aún más a muchos católicos navarros. Quien fue arzobispo castrense sigue la estela el prelado de Baiona, que en noviembre participó en Washington en una protesta «pro-vida» ante un centro sanitario y ahora aplaude el proyecto de ley que impulsa el ministro Gallardón en el Estado español. Marc Aillet también militó activamente en 2013 contra el matrimonio entre personas del mismo sexo. La «Mofa» de otro Munilla al «Oler a oveja» El pontífice no se cansa de repetir que quiere una Iglesia orientada hacia «las periferias del mundo», dirigida por pastores con «olor a oveja». Aquí, en Euskal Herria, esas palabras llevaron a Esteban Munilla, hermano del mismísimo obispo donostiarra, a grabar una felicitación navideña que creó gran revuelo. Quien ejerce en la práctica como vicario general tras la marcha de Joseba González Zugadi, apareció en ese polémico mensaje vestido de pastor con un rebaño de ovejas con la intención, en opinión de los críticos, de «ridiculizar» el mensaje del papa. Las críticas en la diócesis y en las redes sociales fueron importantes, al entenderse que la felicitación navideña suponía una «mofa» al mensaje del papa Bergoglio. A.G. La moderación de Mario Iceta permitió la presencia eclesial en Aiete Nadie duda del perfil conservador del obispo de Bilbo, Mario Iceta, pero desde la comunidad diocesana vizcaina se percibe cierta moderación en los mensajes que transmite. Ese supuesto cambio de talante, por ejemplo, fue el que permitió que el vicario general Ángel María Unzueta fuese el único representante de la Iglesia vasca en la Conferencia Internacional de Aiete. Su mera presencia allí fue entendida como un gesto frente a la postura ultra que mantiene el prelado donostiarra José Ignacio Munilla. Después, en varias entrevistas, Unzueta reconoció que la Iglesia no estaba llamada a jugar «el papel protagonista de antaño» en la búsqueda de la resolución del conflicto, fijándola en la tarea de «vencer dificultades» y «acercar posturas» en asuntos como los presos. «En el contexto del proceso de resolución del conflicto, de convivencia y paz, no deja de llamar la atención el silencio de la jerarquía y su falta de aportaciones sólidas en forma de denuncia de atropellos de los derechos humanos, así como de apoyo a reivindicaciones de justicia y paz», indica Félix Placer. Este teólogo critica que solo aparezca «con nitidez su condena de la violencia de una de las partes del conflicto y su exigencia de arrepentimiento y perdón, pero no se menciona el necesario cambio de la política estatal para desbloquear obstáculos y avanzar por caminos de auténtica reconciliación». Lo cierto es que el asunto de la asistencia a Aiete, según ha podido saber GARA, fue una decisión adoptada por Iceta después de que desoyese las opiniones contrarias emitidas desde el sector más próximo al prelado. Las desavenencias surgidas entre sus hombres de confianza hizo que el obispo de Bilbo decidiese dar mayor protagonismo a Unzueta Zamalloa, al que mucho antes de que se supiese que Iceta iba a hacerse cargo de la diócesis se le consideraba un «factotum» por el nivel de adhesión que concita y el trabajo que desarrolla como vicario general desde el episcopado de Ricardo Blázquez. Antes, rememoran las fuentes consultadas por este diario, el durangarra «lo pasó faltal» por la campaña mediática contra él y la presión que ejercieron ante Iceta «distintos elementos neoconservadores, que se enfrentaron entre ellos por cotas de poder». También se ha mantenido en el cargo el director de Instituto Diocesano de Teología y Pastoral, Javier Oñate, a quien los ultras querían ver fuera. No han sido meses fáciles para Mario Iceta después de que en octubre pasado el Banco España le multase con 30.000 euros por su gestión al frente de Caja Sur. En el Consejo Presbiterial, en el que el obispo dio explicaciones, pasó «un mal rato» aunque, según alguno de los asistentes, superó el trance al haberse cometido las irregularidades en Córdoba y excusarle por ello. Los curas sí le critican por «un mutismo sospechoso y ausencias de la diócesis cuando son tiempos de tomar decisiones importantes ante las nuevas reestructuraciones y nombramientos que apuntan a diferentes estrategias en la vida diocesana». A.G.