FEB. 10 2014 JO PUNTUA Llamando a «batzarra» Jesus Valencia Educador social Escuchose en Gasteiz el llamamiento a batzarra y parte del vecindario acudió al requerimiento. Aquel 11 de octubre de 2013 dejó constancia de que el espíritu corporativista que ha caracterizado a nuestro pueblo sigue vivo. Se celebró la asamblea a los pies de la muralla que protegía la ciudad y sus participantes decidieron definirse como «Gasteizko harresia»; eligieron dicho lugar y tal nombre porque el motivo de la convocatoria daba pie a incidir en aquel perfil defensivo. Las batzarras siempre respondieron a intereses comunales y uno de las más nobles sigue siendo la protección de los vecinos amenazados. Este era el caso. Ordenes foráneas exigían a diez personas de la ciudad comparecer ante tribunales ajenos. Las diez personas requeridas son de honradez probada; nada que ver con la caterva de mangantes corruptos que, camuflados bajo fingidas apariencias, desvalijan a todo el que pillan. Quienes se congregaron junto a la muralla no estaban dispuestos a consentir aquel atropello y echaron mano de las mejores armas que tenían: la unión vecinal, la con- ciencia de sujetos soberanos y el ingenio. Dos de los jóvenes encausados -Goitzane y Pou- se declararon en rebeldía; aquella medida ejemplar reafirmó el compromiso y estimuló el ingenio de los demás. Durante tres meses, «Gasteizko harresia» ha sorprendido con su creatividad: actos culturales, marchas por la ciudad, máscaras de camuflaje, comparecencias ante la prensa, parodias en las que se gritaba «viva el mal» y «larga vida al señor gobernador»... Así, entre bromas y veras, alcanzó los objetivos marcados: visualizar otro nuevo atropello contra Euskal Herria, denunciar los juicios políticos, reivindicarse como ciudadanía libre y proteger a los vecinos amenazados. Goitzane y Pou pudieron experimentar, como otros antes que ellos, el apoyo vecinal, uno de nuestros rasgos identitarios. En la mañana del 18 de enero los dos jóvenes fueron detenidos. ¿Sin altercados? Con la única violencia que supone la parafernalia intimidatoria de muchos hombres armados; individuos de poco fiar que detienen a sus paisanos para dejarlos en manos de jueces foráneos. Los captores actuaban embozados y no les faltaban motivos. Las muchas personas que arropaban a los dos jóvenes tienen a estos enmascarados por lo que son. Días más tarde, una gigantesca cadena ciudadana desbordó la previsión de los organizadores. «Gasteizko harresia» ha sido una experiencia con gran proyección de pasado y de futuro. Ha reavivado una organización básica y soberana. Reyes, obispos y nobles de otros tiempos tuvieron dificultades para imponernos sus leyes ya que encontraron a un pueblo estructurado que hacía de las batzarras la base constituyente de su poder. Y ¿de cara al futuro? Experiencias como esta debieran de recrear un modelo organizativo propio, democrático, participativo y solidario. No se han cerrado los juicios políticos y ya nos embarga la rabia por otro nuevo crimen carcelario, el de Arkaitz Bellon. No es tiempo de transar con la metrópoli sino de desobedecerla. La situación pide a gritos acabar con este régimen de dominación colonial.