Escocia y Navarra
Se acercan fechas cruciales para Escocia. La inminente consulta sobre su independencia despierta especial interés en el pueblo vasco, que aspira a restablecer un referente político vertebral; en nuestro caso, el Estado de Navarra.
En medio de una extensa campiña se alza el castillo de Stirling, imponente fortaleza que evoca el esplendor de un estado soberano y el empeño que demostró aquel pueblo por reinstaurarlo. En una colina cercana se alza el monumento a William Wallace, héroe de la independencia nacional; en el siglo catorce aglutinó a los diferentes clanes y avivó su amor patrio frente a los invasores ingleses. El actual presidente escocés Alex Salmond no es la reencarnación de Wallace, ni su partido -el SNP- utiliza las picas que derrotaron a los ingleses. Trascendiendo los siglos que los separan, bulle en unos y en otros el común anhelo de la independencia. El SNP consiguió en 2007 la mayoría absoluta de un parlamento diseñado por los británicos para hacerla inviable. Esta victoria avivó la conciencia emancipatoria de los patriotas escoceses que se han volcado en la campaña del «sí».
Estos han sido algunos de los ingredientes de la campaña. En primer lugar, la convicción y la fuerza de quienes se sienten cargados de razón. La propuesta del SNP, por otro lado, ha tenido voluntad aglutinadora trascendiendo los límites de sus propias siglas; han sido convocados al «sí» tanto los escoceses oriundos como los emigrantes nacionalizados. La campaña -trabajada a ras de pueblo- ha traslucido una confianza sólida en la sociedad a la que convoca; en unos casos, para canalizar anhelos independentistas ya existentes; en otros, para suscitarlos y avivarlos. La campaña ha estado ligada a los intereses socioeconómicos de la ciudadanía: la independencia garantiza al pueblo mejores condiciones de vida. Mensaje que pueden compartirlo tanto los pequeños empresarios como los inquebrantables seguidores del revolucionario John Maclean.
El pueblo vasco no está todavía ante la coyuntura de un referéndum, pero apunta hacia ella: Gure Esku Dago. Nuestro sueño no es la recuperación de los fueros ni el ajuste de un puzzle conformado por siete provincias hermanas. La apuesta de hoy tendría que ser la restauración de ese todo que fue y sigue siendo el Estado de Navarra, denominación política del conjunto humano y territorial conocido como Vasconia. Deberíamos recoger las palabras de Wallace: «Tu corazón es libre, ten valor para hacerle caso».