AUG. 28 2014 GAURKOA ¿Aviso a navegantes jelkides? El autor toma el caso Pujol como punto de partida para advertir de una posible estrategia por parte del Gobierno del PP para poner palos en la rueda de los procesos soberanistas. Asimismo, sospecha que las cuestiones planteadas por el PP vasco sobre la financiación de los batzokis puede responder a una maniobra que busca mantener al PNV en el «redil» del Ejecutivo español ante el impulso soberanista. Mikel Etxeberria Militante de la izquierda abertzale No por muchas veces visto, deja de resultar sorprendente cómo fulgentes estrellas de la política se precipitan súbitamente al ocaso, unas veces por deméritos propios y otras porque han dejado de ser útiles para los intereses que, en su momento, los elevaron al cénit de la cosa pública. Hay a quienes los fracasos los conducen al abismo y otras para quienes se abre la cripta a su paso en el momento en que pierden el valor instrumental en virtud del cual medraron políticamente. Ascensión y caída no en relación al debido servicio a la sociedad sino a la lealtad a los intereses que fluyen bajo los acontecimientos. A poco de la consulta catalana nos encontramos con la precipitación al vacío del hasta ahora honorable Jordi Pujol y familia. El caso ha aflorado por propio reconocimiento, pero pudiera ser que ante lo inevitable del desenlace hubiera querido adelantarse a una maniobra de mayor calado preparada por el Estado para hacerla estallar en la antesala de la consulta catalana, con el objetivo de meter un cañonazo en la línea de flotación del proceso soberanista. No se albergan muchas dudas de que lo mismo PP que PSOE estaban al corriente de las presuntas irregularidades de la familia Pujol. Siendo así, cabe preguntarse desde cúando lo sabían; más aún, ¿por qué lo han venido consintiendo a lo largo del tiempo? No podemos caer en la ingenuidad de pensar en la inocencia del Estado, pues han sido decenios durante los cuales el honorable y su partido fueron, de hecho, delegados de los intereses de España en la Catalunya y dispusieron de licencia de privilegio para tratar y facturar con las grandes compañías españolas, con los buques insignia del poder económico del Estado. ¿Se logran las patentes de corso a cambio de nada? Durante lustros, voces españolas han agasajado al honorable Pujol; hasta el extremo ridículo de Aznar confesando aquello de que hablaba en catalán «en la intimidad». Antes que inglés de Texas aprendió catalán por la buena marcha del negocio español en Catalunya. Hasta tal punto la confluencia de intereses que existía entre los gestores del Estado y los del Govern, a la mayor gloria de España, por supuesto. Era el «oasis catalán» -frente al plomo vasco-, el paraíso de la sensatez y el buen tino político. Rincón de la armonía cuyo «sentido de estado» garantizaba la estabilidad de los gobiernos en Madrid. Y todo ello gracias a la inteligencia política de Pujol y su partido, merecedores de la confianza de España para gestionar el regionalismo catalán, cerrar el paso a cualquier realidad independentista y garantizar el correcto desarrollo de los intereses del gran capital. Pero cuando los oasis no son más que espejismos generados políticamente para distorsionar las aspiraciones de un pueblo, llegar un momento en que se disipa el engaño. Entonces ya no sirven las ilusiones ópticas porque todo comienza a aparecer en sus genuinos términos. Como ya he recordado en alguna reflexión anterior, no hay energía más determinante que el avance de un pueblo. La sociedad catalana lo ha demostrado, y no solo por el enfoque hacia el derecho a decidir y la soberanía sino también porque ha hecho que los tibios se definan, los partidos se posicionen sin ambages, que CiU y Govern asuman la apuesta con firmeza y que caigan las máscaras de oportunistas y tramposos. El movimiento popular y social catalán ha pasado por encima de poltronas políticas y les ha marcado un espacio ineludible, aunque ello genere crisis internas. Acostumbrados a que políticos marquen prioridades y necesidades, en Catalunya ha sido la marea ciudadana la que ha forzado a los partidos a colocarse en la agenda. Una gran enseñanza que sería bueno no olvidar en Euskal Herria. Así, en tierra catalana el derecho a decidir está asumido ya como base irrenunciable de la democracia. CiU se ha visto arrastrado y se ha unido, mientras PP y PSC, en franca minoría social, no pueden soportar la presión democrática y el Estado va perdiendo posiciones sin encontrar, como antes tenía en los regionalistas, quien gestione sus intereses. España está sin alternativa en Catalunya. Sus antiguos socios de confianza le han dado la espalda. Lo que durante mucho tiempo significó Pujol ya no vale. Así que, misil contra su antigua nave amiga y, a través de él, a tratar de distorsionar el ambiente soberanista. Es curioso el afán de los medios españoles por enfocar la estelada que ondea en las supuestas propiedades de Pujol. Queda por ver si la maniobra española proyectando corrupción sobre un hipotético futuro Estat Catalá tiene consecuencias. Leyendo todo lo anterior nos habremos acordado del PNV, pues, en muchos sentidos y cada uno en su estilo, PNV y CIU han venido representando papeles homologables en Euskal Herria y Catalunya. En euskara o catalán nos podemos hacer las mismas preguntas sobre la función de ambos partidos desde la llamada «transición española». ¿Dónde estaba la barrera de contención del Estado contra el independentismo vasco? ¿El ariete de la lucha activa contra la izquierda abertzale? ¿Quién gozaba de los beneficios de la metrópoli a cambio del combate abierto contra ETA? ¡Tantas preguntas! Hasta el cambio de ciclo, el PNV tenía elementos que ofrecer al Estado, y España era obsequiosa con el compromiso jelkide. Ahora ha cambiado el tablero, por lo que cabe una primera pregunta: ¿Qué puede ofrecer ahora el PNV al Estado? No es una pregunta baladí, pues no olvidemos que la dirección del PNV no es independentista y que tiene un largo recorrido caracterizado por cambalaches de intereses políticos y económicos con España. Vista la experiencia catalana, también resulta pertinente interesarnos por lo que el Estado pudiera ofrecer al PNV o, ante su falta de alternativa para Euskal Herria, ¿qué hará España para mantener al PNV en su redil? Sin alternativa política frente al soberanismo y negándose a algo democrático como el derecho a decidir, al Estado poco más margen de maniobra le queda que distorsionar y embarrar el ambiente político todo lo posible y tratar de atar al PNV para que no se sume al proceso soberanista. Saben que las bases jeltzales son mayoritariamente soberanistas y que están ya ilusionadas con la posibilidad de un camino factible para Euskal Herria. Si empuja la calle y empujan los batzokis, difícilmente podrá abstraerse de esa realidad la dirección jelkide. Pero no podemos pasar por alto otra pregunta: ¿Se brindará el PNV a un pacto con PP-PSOE para contener el avance soberanista? ¿Qué características tendría un pacto que no dejaría de ser pan para hoy y hambre para mañana? Muchas cuestiones sobre la mesa a las puertas del nuevo curso político, que viene con una agenda cargada de fechas marcadas. E irá habiendo más, porque el espejo catalán seguirá sugiriendo nuevas preguntas en nuestro país. Si en política no hay casualidades, coincidiremos en que puede resultar significativo que nada más aflorar el «caso Pujol», el PP vascongado comenzó a enseñar la patita contra el PNV poniendo en cuestión la financiación de los batzokis. ¿Les están anunciando la posibilidad de lanzar un misil como el de Pujol? ¿Es algo más que una advertencia? ¿Una amenaza, tal vez, por si siguen la senda soberanista? ¿Aviso a navegantes jelkides? Muchas preguntas para un final de agosto.