SEP. 19 2014 Fiesta mexicana para Eskroto, esta noche en Antsoain Un concierto homenajea al desaparecido e irrepetible cantante de Tijuana in blue y Kojón Prieto y los Huajolotes, con invitados como, entre otros, Gari de Hertzainak, Tonino Carotone o buena parte de los Huajolotes. La parranda y el trago están asegurados. Patxi IRURZUN La mejor forma de saber quién era Eskroto (o Gavilán, Marco Antonio Sanz de Acedo, el legendario cantante de conjuntos no menos legendarios del rock vasco como Tijuana in blue y Kojón Prieto y los Huajolotes) es escuchar la entrevista que le hizo Joseba Zabalza en Eguzki Irratia, hace más de una década. La entrevista está en internet. Y poco más se puede añadir a ella. Gavilán cuenta, entre otros muchos y descacharrantes sucedidos y cosas de la vida, el porqué de su peculiar primer apodo: Eskroto, un juego de palabras, una deformación de Krótalo Irratia (krótalo, eskrotokrótalo, eskroto...), el nombre que dio a las emisiones que hacía desde su propia casa, mientras escondía en ella los trastos de otra emisora libre y pionera en la ciudad, Radio Paraíso, tras uno de sus cierres; o la misa negra que oficiaron con los Tijuana en el atrio de la iglesia de Durango, esparciendo entre el público vísceras de atún; o las batidas por la ciudad buscando en la basura «electxodomésticos» ¯como él lo diría¯ para destrozar luego en los conciertos; o su primer viaje a México, antes de que le diera por montar un mariachi, y los tres meses que se pegó recorriendo el país con una maleta llena de discos, que no pudo evitar comprarse nada más aterrizar en DF... Podríamos seguir y no parar, pero así no tiene gracia, la gracia es escuchar cómo lo cuenta él. Porque Eskroto era un tipo en estado permanente de gracia. Un cráneo privilegiado, con cresta o con sombrero charro. Chispo o sereno. Un artista del copón. Genio y figura. Lo sabe cualquiera que lo vio encima de un escenario. Lo sabían, o lo asumían quizás todos menos él. Han pasado ya más de diez años desde que Eskroto nos dejó. Pero su recuerdo sigue haciendo chiribitas en la memoria de muchos de los que fueron sus compañeros de conjunto, de los que lo vimos desde abajo, embadurnándonos de barro y de clarete, o de los grupos de napar-mex que siguen la estela de los Huajolotes, como Los Zopilotes Txirriaos o Marianitoz Blai. Son estos últimos quienes ejercen de maestros de ceremonia en el homenaje que se rinde hoy al genial artista de la Rotxapea. Complicidades e invitados especiales La cita es esta noche, durante las fiestas de Antsoain, a partir de las 23.00 en la carpa de la coordinadora cultural (C/Canteras), que es quien ha organizado el concierto, por el que irán desfilando diferentes e ilustres invitados para desgranar lo más selecto del repertorio de Kojón Prieto y los Huajolotes. «Eskroto demostró que talento no es igual a solfeo y que creatividad y subversión no son asignaturas de conservatorio. Para nosotros ha sido una puerta abierta a una Iruñea viva y combativa», reivindican al cantante Marianitoz Blai, el grupo base del homenaje. Junto a ellos estarán buena parte de los Huajolotes, Gari de Hertzainak, Txerra de RIP, Kutxi y César de Marea, Tonino Karotone, Javiero de Vendetta, Aitor de Lendakaris muertos (quienes mantienen en su web un txoko dedicado a Eskroto), el bertsolari Xabier Silveira, los Zopilotes... «Para la realización de este pequeño homenaje se han dado una serie de complicidades que hubiesen sido impensables hace unos años», nos cuentan desde la coordinadora cultural de Antsoain. «Lo que en un principio, hace un año, iban a ser cuatro canciones, se ha convertido en todo un homenaje. La bola se fue haciendo cada vez más grande debido a las amistades de Eskroto. El ambiente que ha respirado en los ensayos ha sido de alegría y diversión. Y sobre todo ha habido reencuentros, muchos reencuentros». Montxo Etxeberria, que fue guitarrista de Tijuana in blue y de los Huajolotes, también coincide en el buen rollo que se ha respirado preparando el homenaje y que le hace recordar los inicios de los Huajolotes: «Al principio en realidad nos juntábamos para merendar, quedábamos en la okupa de Lore Etxea y aquello eran costilladas, amenizadas con canción mexicana... Eskroto tenía en las venas la música mexicana, pero también casi todos los que nos juntábamos allí... Lo gracioso y peculiar era que no teníamos nada que ver unos con otros, había gente que venían del blues, del punk, gente que no había pillado un micro en su vida... Y así se creó aquello que luego fue un fenómeno social, y que no nos esperábamos, y así fue también como surgió el napar-mex, música mexicana hecha en Navarra, como lo definía Eskroto». La querencia de Eskroto por las rancheras y la música mexicana venía pues de lejos, y era pública y notoria, la dejaba clara en sus programas de radio, como el mítico «Fiesta mexicana» de Eguzki irratia. «Aquel programa era algo espectacular», recuerda Montxo, «aunque yo a Eskroto lo solía escuchar en otra radio libre, antes de la Eguzki, y ya me partía el culo. Me decía: a ese tío lo tengo que conocer». Ese espíritu dicharachero y enredador de Eskroto ha sobrevolado los ensayos para su homenaje, en los que tampoco han faltado las meriendas. «Abrázame, y no digas nada» «A mí Eskroto me dio vida», dice Montxo. «Era una gozada tenerlo en el grupo, tiraba del carro bastante: llenaba el escenario, tenía facilidad de palabra, chispa... Hay anécdotas suyas para escribir un libro». A Montxo, como a todos los que lo conocían, el suicidio de Eskroto, tras el concierto final de la espectacular gira de regreso de Tijuana, les cogió por sorpresa. Entre las bambalinas de aquella última actuación, en los camerinos de la sala Artsaia, se encontraba el madrileño Kike Suarez, Kike Babas por entonces, quien recuerda a Eskroto con una imagen entrañable de tipo despistado, gamberro, imprevisible, muy divertido. «Tras el bolo los camerinos eran un hervidero de brindis, disparos y abrazos. En un momento dado, vi irse a Eskroto; antes de desaparecer por la puerta trasera giró la cabeza a un lado y otro, como escrudiñando el ritual de hermanamiento pero sin ánimo de nada, murmuró un escueto `adiós' dirigido a nadie y se fue. `Uno que se va a la francesa', pensé. Dos días después me enteré de que se había suicidado». Un recuerdo que el músico y escritor madrileño también inmortalizó en uno de sus relatos, «Todos los palos», del mismo modo que Francis, de Doctor Deseo, que fue uno de los invitados de aquel último concierto, dedicó la canción «Abrázame» a Eskroto, después de que este se despidiera de él aquel día con un abrazo, «Abrázame, y no digas nada», y se alejara sin meter ruido, caminando de puntillas sobre la cima de un escenario, el lugar para el cual había nacido y que se comía a bocados. Recuerdos vivos de una figura, genio y figura, irrepetible y a la cual es imposible olvidar, pues nunca se olvida a quien hizo reír a pleno pulmón y pasar a los demás momentos de auténtica felicidad, que es la estela que dejó tras de sí la estrella de Eskroto. Esta noche sus amigos y compañeros brindan por él en un concierto-homenaje-parranda que promete sonar como un «txueno». Aunque seguro que antes ya han merendado y se han tomado unos cuantos tragos a su salud. El (des)concierto de Xabier Silveira y Eskroto Entre los ilustres invitados al homenaje de Eskroto esta noche en Antsoain no podía faltar Xabier Silveira, quien intervendrá interpretando Bilbainada y su Napartheid, el tema que escribió en colaboración con los Huajolotes. El bertsolari navarro recuerda aquí a Eskroto y el mes que este les regaló en el barnetegi de Lesaka: «Yo tenía quince años, ellos, en cambio, eran adultos. Aunque solo por fuera. El finde en el que grabamos Napartheid los conocí de golpe a todos. Eran Huajolotes; bueno no, uno no era huajolote, era Kojón Prieto. Repito, yo, quince años. Al cabo de nada el destino nos volvió a juntar; los huajolotes tocarían en Lesaka. Y digo bien al decir solo huajolotes, pues la mayor parte del concierto la pasamos -yo y ocho colegas- con Eskroto en el bar... pero en el de al lado. Aquel (des)concierto fue en el bar del euskaltegi, y quizás buscando redención, quizás pura reafirmación, volvió a Lesaka y se marcó un barnetegi en el que nos regaló un mes de su vida, en vivo y en directo y ¯lo mejor de todo¯ en euskara. ¡El puto no va más en la universidad de la vida! Por eso sé que envejecer es inevitable, hacerse mayor un error ¡Ala ser pentxatxen guey!!!». P. IRURZUN