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La política penitenciaria, a los tribunales

«Salen adelante porque son tremendamente positivos»


«Somos seis de familia y tres están en la cárcel». Es la desgarradora realidad con la que arranca su testimonio Marisa Egia, compañera de Isidro Murga, de 68 años y preso en Mansilla de Las Mulas (León) y cuñada y tía respectivamente de Patxo Murga, de 72 años, también preso en Mansilla, y Andoni Murga, preso en Teixeiro (La Coruña). Isidro goza de buena salud, pero Patxo tiene un problema de hipertensión. «Son tremendamente positivos y gracias a eso están saliendo adelante», expone Marisa. Pero están a 300 kilómetros de casa y no oculta que a esas edades siempre está ahí el temor a que aparezca un problema de salud.

Reconoce Marisa que hay que vivir con esa tensión, conscientes de que «un día tiene un bajón o la tensión sube a tope» y de que «al final están encerrados en una celda durante 8 ó 12 horas y no les hace nadie ni puto caso. Por mucho que toquen la puerta, vete a saber...», reflexiona en alto. Por ello, destaca que la salud de sus familiares «es una preocupación constante hasta que salgan».

Recuerda como anécdota que Isidro ha pasado recientemente fuertes dolores de muelas provocados por flemones. No es grave, pero en la celda todo se complica. Según cuenta, una cuestión leve como esta puede hacer que «por teléfono le notes más triste y no sabes qué puede haberle pasado. Es muy duro, porque te quedas mal hasta la visita».

El cuadro general le resulta «indignante», y más aún cuando han sido condenados por su actividad política en el «caso 18/98». Siguiendo con el relato del día a día, cita que cada seis meses hay que preparar la lista de diez amigos para las visitas: «Todo el mundo va supercontento, pero es una preocupación más». Además del riesgo, los 600 kilómetros que se acumulan ida y vuelta a León tienen un coste económico, más si se realizan por autopista. Pero es que además la carretera, con muchas curvas, es muy peligrosa «y en invierno suele helar, suele nevar». «Estás deseando que sea la hora de vuelta y piensas ‘no voy a llamar para no ser pesada’, ‘supongo que estarán bien porque no han llamado’».

Destaca que junto al desasosiego, es un enorme esfuerzo prepararlo todo para salir a la carretera cada fin de semana, «y además lo haces indignada, porque esto no tenía que ser así y menos a esas edades», subraya.

«Tenemos un sobrino en Teixeiro, a 700 kilómetros, él no tiene problemas de salud, pero hay que ir hasta allí –continúa Marisa, enérgica–. Así que se suman tres preocupaciones. Esto es un sinvivir, porque toda tu vida gira alrededor de esas personas».

Reconoce que esos largos viajes por carretera pesan con los años. «Ayer –por el pasado martes– tuvimos vis, y llegas agotada a casa, a las 11 de la noche, no sabes ni cómo te llamas», comenta. Le preocupa también su pequeña nieta, que tiene realizar esos mismos largos viajes para poder ver a su aitite y no faltan los sustos, como un reciente reventón en una rueda. Ion SALGADO