NOV. 28 2014 TRAS SU TRASLADO A LA COMISARÍA DE AMARA La Policía abandonó balas y cajas de explosivos en el cuartel de Aldapeta Balas, cajas de explosivos y uniformes completamente nuevos. Es parte del material que la Policía española dejó abandonado en el interior del cuartel de Aldapeta, en Donostia. La comisaría se trasladó en febrero, aunque su desalojo completo, viviendas incluidas, se desarrolló en junio, antes de iniciarse el trabajo de demolición. Las fotografías a las que ha tenido acceso GARA evidencian que las armas estuvieron desprotegidas al menos durante varias semanas. A. PRADILLA/ A.AGIRREZABAL DONOSTIA Cajas de explosivos, algunas de ellas vacías y otras selladas, balas sin detonar e incluso uniformes nuevos de policía. Es parte del material sensible que la Policía española abandonó en el cuartel de Aldapeta, en Donostia, ahora vacío después de que los agentes se trasladasen a la nueva comisaría junto al Urumea. Las obras de demolición del centro policial comenzaron en julio y, en principio, los pisos debían estar vacíos entonces. Sin embargo, según fuentes consultadas no fue hasta finales de octubre cuando las últimas familias que residían en los pisos adyacentes a la comisaría (y pertenecientes también a la Policía) los abandonaron definitivamente. Desde entonces, al menos durante dos semanas, los equipos permanecieron en el interior de los edificios, ya en obras y sin demasiados obstáculos para acceder. Este periódico, tras recibir las fotografías y la información sobre los elementos descuidados, no ha podido comprobar si aún siguen ahí. Sí que ha sido testigo de que, pese a que el edificio ya no tiene corriente eléctrica, todavía hay movimientos dentro. El miércoles por la tarde, al menos dos personas con linternas se encontraban en el cuarto piso del bloque que se usó como viviendas. ¿Qué ha ocurrido para que los agentes dejen abandonado un material de riesgo en un lugar sin protección y ubicado junto a un colegio y un centro de ancianos? No hay respuesta, de momento, para el despropósito. GARA trató ayer, sin éxito, de recoger la versión de la Delegación del Gobierno español en la Comunidad Autónoma Vasca. A falta de las explicaciones oficiales, sí que se puede afirmar que en el interior de estos edificios ha permanecido armamento que podría constituir un grave peligro para los vecinos. Cajas abiertas y otras selladas Uno de ellos son las cajas de explosivos. Según las fuentes consultadas, algunas se encontraban abiertas y vacías, como puede apreciarse en las fotografías, mientras otras permanecían selladas. Fueron halladas en uno de los pisos subterráneos con los que contaba la comisaría, conectada también a través de varios pasillos con las viviendas policiales. No es el único material conflictivo que ha estado semanas al alcance de cualquier persona que se adentrase en el interior del cuartel, lo que no resultaba difícil. Con su marcha, los policías abandonaron allí balas, cargadores y distintos utensilios para sus armas reglamentarias. También uniformes, camisetas, gorras y todo tipo de prendas oficiales. Muchas de ellas se encontraban todavía en su envoltorio, por lo que nunca habían sido utilizadas. En concreto, en un armario, colgados de sus perchas, se encontraban diversos uniformes completamente nuevos. Y en otras dependencias, desperdigadas, había gorras, cinturones, placas, linternas e incluso algún chaleco. «Trofeos de guerra» Las imágenes recabadas por este diario evidencian también que los policías guardaban diverso material relacionado con el conflicto vasco como si de un «trofeo de guerra» se tratase. Algo que, por otro lado, no constituye una novedad, sino una práctica más bien habitual. Muchos detenidos han denunciado que, durante el arresto, los agentes requisaron ropa o pegatinas que luego utilizarían tanto como supuesta «prueba» en el juicio como para «disfrazarse» en los seguimientos en ambientes abertzales. En este caso, da la sensación de que habían quedado como mero elemento decorativo, acompañando a objetos propios como calendarios de la Policía española. Es el caso, por ejemplo, de una pegatina con el lema «Faxistak», de la cruz gamada formando la X y, de fondo, la bandera española colgada en el armario de uno de los dormitorios que se ubican en el número 26 de la calle Amara. No es una excepción. Entre el desorden sobresalen adhesivos con el anagrama de ETA, o camisetas y pañuelos de organismos populares o de la izquierda abertzale. Más sorprendente es la sospechosa hierba prensada y envuelta en papel transparente que se encontró en otro de los cuartos, ya sin inquilinos. El estado destartalado de algunas de las dependencias hace pensar que los agentes no pusieron mucho ímpetu en los trabajos de limpieza. Las vetustas máquinas de escribir que ocupaban las mesas de lo que en algún tiempo debieron ser despachos recordaban más a películas rodadas cuando todavía se podía fumar en edificios públicos que a la actualidad. Dos personas con linterna De esta situación de deterioro ya dieron cuenta los medios que cubrieron la demolición, iniciada el pasado 30 de julio, después de que el contingente fuese reubicado en la nueva comisaría, junto al Urumea. La pregunta que GARA no puede resolver por el momento es cómo se ha podido mantener todo este material al descubierto durante todo este tiempo, con el riesgo consiguiente. Cierto es que, según señalan vecinos de la calle Amara, la presencia policial se ha incrementado en las últimas jornadas. De hecho, uno de los testigos indicó que agentes municipales estuvieron inspeccionando la zona el lunes 17. Además, casi a diario, policías de paisano se acercaban a comprobar que la puerta principal el edificio permanecía cerrada, al parecer después de darse cuenta de que llevaba abierta un número indeterminado de días. Esa misma semana ha podido verse a furgonetas policiales sacar cajas llenas, colchones y todo tipo de material. El cuartel de la muerte a tiros de Joseba Barandiaran y de dos atentados de ETA El 10 de julio de 1978, dos días después de que la Policía Armada matase a tiros a Germán Rodríguez en las inmediaciones de la plaza de toros de Iruñea en plenos Sanfermines, miles de personas tomaban las calles en todo Euskal Herria en señal de repulsa. En Donostia, una marcha se acercó a las inmediaciones de Aldapeta, donde se acuartelaban los uniformados, después de varias cargas. Entre ellos se encontraba Joseba Barandiaran Urkiola, 19 años, vecino de Astigarraga, que falleció a causa de un disparo en el pecho. El Ministerio del Interior español trató de justificar el uso de armas de fuego (tanto pistolas como metralletas que lanzaban ráfagas) con la inverosímil versión de que los manifestantes querían asaltar el cuartel. Un relato que, en aquellos días, fue incluso refutado por la Consejería de Interior del Consejo General Vasco, que emitió una nota en la que responsabilizó a la Policía Armada de aquellos disparos. Concretamente, las ráfagas que acabaron con la vida del joven fueron efectuadas desde un jeep situado a 15 metros del cuartel. La muerte de Barandiaran forma parte de la historia negra de un cuartel de la Policía española que también apareció, de pasada, en el juicio por el secuestro y muerte de Joxean Lasa y Joxi Zabala a manos del GAL. Cabe recordar que el Palacio de La Cumbre, donde los dos refugiados fueron torturados, se encuentra a 500 metros. La comisaría fue también objetivo de dos acciones armadas de ETA. En concreto, la primera tuvo lugar el 23 de mayo de 1982, cuando se efectuaron disparos contra el patio del edificio policial desde el vestuario de los Marianistas, ubicado en un alto contiguo. Ocho años después, en setiembre de 1990, la organización lanzó tres granadas que impactaron contra la fachada, causando también daños en el frontón anexo. La comisaría funcionó hasta que sus dispositivos fueron realojados en el nuevo centro. Este cuartel, que acoge a 500 personas, fue inaugurado en marzo de este año por el ministro español del Interior, Jorge Fernández Díaz, quien aprovechó para insistir en que no contempla un «repliegue» de las FSE y rechazar «una entrega de armas por capítulos», en referencia al vídeo difundido días antes con el inicio del inventariado y sellado de armamento de ETA. El vaciado del cuartel y las viviendas contiguas se ha retrasado más de lo esperado. En principio, los pisos están desocupados desde julio, aunque se han detectado movimientos después. Podría deberse al conflicto entre Interior y los policías por un realojo que no todos los agentes aprueban. A.P. GIMNASIOS. En las entrañas del cuartel y los domicilios adyacentes había ubicados gimnasios y una galería de tiro. También oficinas y máquinas para elaborar DNIs, entre otros materiales policiales.