JAN. 16 2015 Presoen elkartasunaren kontrako operazio poliziala Volver locos a los romanos Alberto PRADILLA Kazetaria A media mañana del miércoles, con 12 personas todavía en los calabozos de la Audiencia Nacional española y sin saber que la actividad solidaria con los presos de Fran Balda, Jon Mintegiaga y Javier Carballido les convertiría a ellos mismos en presos, comenzaron a llegar las noticias sobre las nuevas citaciones a los imputados por Herrira en la redada de hace año y medio. Uno de ellos se encontraba a las puertas del tribunal de excepción cuando recibió el aviso. En medio de la incredulidad, sin confirmarse todavía que la rocambolesca imputación contra todos ellos era cometer un delito contra sí mismos, que es lo que significa esa delirante «vulneración del derecho de los trabajadores», no acertábamos más que a balbucear: «Están locos estos romanos». Sin embargo, por desgracia, no lo están. Los razonamientos empleados para cada nuevo embate pueden resultar estrambóticos y ofensivos a cualquier mínimo razonamiento lógico, pero están sujetos a un objetivo claro: atacar un eslabón que duele, que son los presos políticos vascos y la inquebrantable solidaridad con ellos. La portada de este periódico el miércoles era reveladora de cuál es el lugar al que el Estado quiere condenar a este país. A la parálisis a base de venganza y sufrimiento. La imagen de familiares reivindicando derechos que se les arrebatan, el Tribunal Supremo pasándose la normativa europea por el arco del triunfo para alargar las condenas a represaliados -aun a riesgo de un esperado nuevo ridículo en Estrasburgo- y activistas por los derechos humanos encerrados por su compromiso es el resumen de ese agujero negro en el que Madrid quiere encadenar a esta sociedad. Si el Estado, con la Guardia Civil a la cabeza, está dispuesto a nuevas inventivas (como restringir el derecho a la defensa) buscando que nada se mueva, corresponde a la ciudadanía vasca hallar vías para que la ofensiva de siempre quede en fuera de juego al topar con un escenario distinto. La ola de solidaridad desatada en ámbitos tan diversos por los letrados perseguidos es un ejemplo. Ante imágenes tan indecentes como los guardias civiles contabilizando el botín de Sare cual vulgares cuatreros, no sería extraño encontrarse a una larga fila de ciudadanos haciendo cola frente a los cuarteles exigiendo que les devuelvan su parte. Los romanos no están locos, pero este país tiene capacidad para volverles así.