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Interview
Marina GALLEGO (*)

«Un 52% de las mujeres pide la desmilitarización como garantía de no repetición»

Marina Gallego es coordinadora nacional de la Ruta Pacífica de las Mujeres de Colombia e impulsora del informe «La Verdad de las Mujeres. Víctimas del conflicto armado». A mediados de diciembre, viajó a La Habana junto a otras expertas en temas de género para hacer llegar la voz y la realidad de las mujeres tanto a los negociadores de las FARC como a los del Gobierno.


Marina Gallego, coordinadora nacional de la Ruta Pacífica de las Mujeres, integró la primera delegación de expertas en temas de género que viajó en diciembre a La Habana para exponer la realidad de las mujeres en la mesa de conversaciones entre las FARC-EP y el Gobierno colombiano. Poco antes lo hizo a Donostia, donde presentó el informe ``La Verdad de las Mujeres''. En entrevista a GARA desde su Colombia natal, denuncia que «un país tan altamente militarizado incrementa la violencia contra las mujeres en su vida privada y pública» y reclama «transformar las condiciones que han permitido el oprobio contra las mujeres».

¿Qué riesgos implica hacer memoria en medio del conflicto?

Cuando la Ruta Pacífica decidió hacer ``La verdad de las mujeres»'', una de las preguntas e inquietudes que tuvimos fue el tema de la protección, porque el conflicto no solo no había terminado ni había perspectivas de una negociación, sino que aún seguía en vigor la política de «seguridad democrática» de Uribe, bajo la cual se deslegitimó cualquier tipo de acción que reivindicara que en el país había un conflicto armado o que lo hubiera habido. Esta política pretendía el negacionismo sobre los graves hechos ocurridos en todo el país como consecuencia del conflicto armado, especialmente los que había perpetrado el Estado.

Los riesgos eran altos a varios niveles: para las mujeres que prestaron su testimonio, pues podrían volver a sufrir hechos violentos o nuevas amenazas y desplazamientos; para las mujeres que recogieron los testimonios y realizaron los contactos; y para la propia Ruta, por hacer este trabajo de documentación.

Tomamos las medidas necesarias, consistentes en el debido cuidado, la información transparente a las mujeres, el compromiso con ellas de que esta información quedaría a buen recaudo y que su nombre no se haría público para protegerlas, y el bajo perfil que asumimos. El informe final prácticamente no se conoció hasta cuatro meses antes de su publicación.

¿Qué aportan estos testimonios en un contexto de diálogo y en un escenario de posconflicto?

El proceso llevado a cabo es un aporte para el debate sobre la conformación de una comisión de la verdad en el país, porque enseña una metodología que pone en el centro a las víctimas, en este caso las mujeres. La metodología demuestra que puede hacerse desde procesos organizativos como fue la Ruta Pacífica de las Mujeres. Y además, para que sea reparador, el proceso debe hacerse de abajo hacia arriba, posibilitando que las víctimas expresen sus demandas y sus propuestas; debe ser dignificante para las víctimas, principales protagonistas.

El informe aporta la perspectiva de las mujeres en relación a los hechos sufridos, sus biografías y experiencias contadas por ellas mismas, y esto se constituye en un valor agregado hacia el posconflicto. Además, ``La Verdad de las Mujeres'' pretende ser parte de la comisión de la verdad que se defina en Colombia, puesto que este trabajo está hecho con metodología propia de comisiones de la verdad.

¿Cuáles son los impactos más notorios y desconocidos del conflicto en las mujeres?

Los impactos más notorios están directamente relacionados con los hechos. Algo más del 60% de las mujeres relataron haber sido víctimas de desplazamiento forzado, un hecho victimizante en sí mismo que suele ir acompañado de otros hechos violentos. Los impactos son múltiples: un mayor empobrecimiento de las mujeres, la ruptura del tejido familiar y social, exposición a nuevos hechos violentos, pues muchas mujeres reportan nuevos hechos violentos, y varios desplazamientos durante su vida. Los impactos más desconocidos a nivel general, y quizá menos analizados, son aquellos que atañen directamente al cuerpo de estas mujeres y a la desestructuración que sufre su proyecto de vida por culpa del conflicto. Estas mujeres están expuestas a enfermedades físicas de carácter crónico, al futuro incierto de sus hijos e hijas que, como consecuencia de los hechos victimizantes sufridos suelen referir problemas de drogadicción, alcoholismo, prostitución y corren el riesgo de ser reclutados por todo tipo de grupos armados... Estos son impactos poco auscultados.

¿Cómo ha condicionado el trato hacia la mujer la doctrina militarista vigente en Colombia?

Colombia es un país altamente militarizado. Hay más 450.000 efectivos de las Fuerzas Armadas, un alto circuito de empresas de seguridad que presta todo tipo de servicios, hay más de 10.000 personas «protegidas por el Estado» -normalmente esta protección tiene un alto componente militar-, existen empresas criminales organizadas de toda naturaleza en todo el país, además de algo más de 12.000 integrantes de la insurgencia... Demasiadas armas y personas armadas que impactan directamente en la vida cotidiana y generan miedo e inseguridad permanente.

Las mujeres son receptoras del militarismo en la medida en que, por la fuerza de sus contextos, terminan siendo las encargadas de hacer cumplir los códigos impuestos tanto por los actores legales como ilegales, so pena de consecuencias para sus hijos, hijas, esposos, demás familiares y ellas mismas. El informe constata que uno de los mayores impactos en las mujeres es el miedo permanente en el que viven, que las hace incluso enfermar. Un 52% de las mujeres reivindica como medidas de no repetición la negociación y la desmilitarización del país.

Concomitantemente, un país tan altamente militarizado incrementa la violencia contra las mujeres en su vida privada y pública y la impunidad, pues están tan extendidos los hechos violentos que lo que suceda a las mujeres tiende a normalizarse y a minimizarse.

¿Qué factores llevan a que el cuerpo de las mujeres se conviertan en «botín de guerra»?

El control de las comunidades pasa por el terror y el miedo que las mujeres tienen que sufrir y su papel como correa de transmisión involuntaria del cumplimiento de esos códigos.

Según nuestra investigación, el 13% de las mujeres ha sufrido violencia sexual. En una sentencia sobre el desplazamiento forzado de las mujeres, la Corte Constitucional sostiene que la violencia sexual se ha dado de forma generalizada en el contexto del conflicto armado, las mujeres son objetivo de actores armados para las violencias sexuales. No necesariamente son hechos determinados por orientaciones de los grupos armados, pues tanto los legales como los ilegales tienen normas contra este tipo de hechos. Nuestro análisis es que el poder militar está directamente relacionado con este tipo de hechos violentos; los varones actúan movidos por su poder y misoginia hacia las mujeres y las armas exacerban estos poderes. Ahora bien, eso no excusa a los actores armados de su obligación de controlar estos hechos, que muy seguramente se minimizan y se ocultan al interior de sus filas.

¿Cómo se logran superar esas cicatrices?

Como afirman las propias mujeres, los hechos y sufrimientos que se infringieron contra ellas y sus familiares son irreparables. Sin embargo, expresan que debe haber un reconocimiento por parte de las autoridades del Estado, un reconocimiento social de la gravedad de estos hechos, y deben tomarse medidas efectivas para erradicar las prácticas violentas contra las mujeres, entre ellas la violencia sexual y, a largo plazo, un amplio trabajo cultural acerca de la discriminación y subordinación de las mujeres. La reparación radica es transformar las condiciones que han permitido el oprobio contra las mujeres en lo privado y lo público.

¿Cómo valora la creación de la subcomisión de género en las conversaciones entre las FARC y el Gobierno, y su viaje a Cuba?

Muy positivamente. Es fruto del trabajo incansable que hemos hecho las organizaciones de mujeres, y también la apropiación que han venido haciendo las mujeres de la insurgencia y del Gobierno acerca de la importancia que adquieren las cuestiones de género en los acuerdos de paz, así como de los aportes de la comunidad internacional que ha abogado por que los acuerdos no excluyan la perspectiva de las mujeres.

¿Qué sensaciones se llevó de vuelta a Colombia?

Que la mesa de conversaciones está sensibilizada sobre la importancia de que los acuerdos recojan la perspectiva de las mujeres. Fuimos recibidas por los negociadores en pleno y ello genera formalidad sobre las aportaciones que llevamos. El acuerdo ya contiene elementos que llevarían a tomar en cuenta a las mujeres, sin embargo requieren de revisión, ajustes y diálogo con quienes hemos reivindicado los derechos de las mujeres. En este sentido, es muy importante la creación de la subcomisión de género.

(*) Coordinadora de la Ruta Pacífica de las Mujeres de Colombia