La presencia del ex secretario general de la ONU Kofi Annan en La Habana expresa el creciente respaldo de la comunidad internacional al proceso de diálogo para resolver el conflicto de Colombia, y es además una imagen con resonancias intensas en Euskal Herria. Porque la mano que hace días estrechó la del presidente, Juan Manuel Santos, y ayer saludó a los negociadores de las FARC es la misma que en octubre de 2011 apretó las de Iñigo Urkullu, Rufi Etxeberria o Jesús Eguiguren en Aiete. La señal de que empezaba un nuevo tiempo aquí, como quizás pronto en Colombia.

Hay una diferencia evidente entre la implicación internacional en los dos procesos, que atañe al momento. Si bien en el caso vasco el proceso arrancó con ese aval, en el colombiano el escepticismo inicial era bastante más notorio, algo justificable por la incomparablemente mayor violencia del conflicto (decenas de miles de muertos), el rotundo fracaso del antecedente del Caguán, la acumulación de elementos complejísimos (paramilitares, víctimas, narcotráfico, cuestión agraria...) o el mantenimiento de acciones militares a la par que el diálogo. Así que el paraguas de la comunidad internacional se limitó casi a emplear Oslo como lanzadera del proceso que luego quedó «aparcado» en La Habana.

Y, sin embargo, dos años y medio después, contra muchos pronósticos, el diálogo Gobierno-FARC funciona y avanza, asentando consensos y desbrozando la agenda. La señal más clara del optimismo es la reciente decisión de Estados Unidos de nombrar un enviado especial y esta visita del ex secretario general de la ONU.

Annan es el mismo que aquella tarde auspició una solución de paz para Euskal Herria. Halló un claro aliado en la izquierda abertzale, como reflejó tres días después la decisión de ETA de dejar la lucha armada. Nadie lo tenía más fácil que el Estado español, pero mandatarios como Mariano Rajoy prefirieron ser Álvaro Uribe a Santos, problema a solución, pasado a futuro. Hoy queda retratado desde el otro lado del Atlántico.