Iker Bizkarguenaga
Periodista
JO PUNTUA

The Shrinking Man

Nadie sabe a ciencia cierta qué va a suceder en Catalunya. Esperanzas, convicciones y anhelos configuran todo lo que decimos y escribimos. No pasa nada, tampoco lo saben los responsables de que ocurra lo que vaya a ocurrir. Ni en Madrid, ni en Barcelona. Ese país es hoy un agujero negro para la certidumbre. Yo creo que le aguarda un horizonte de independencia, pero no sé cómo acabará siendo el tránsito hacia ella. Ni repajolera idea.

De lo que no hay duda es de que este asunto ha tenido la virtud de retratar a todo el mundo: instituciones, partidos, agentes sociales, personajes de la farándula y medios de comunicación. Todos se han hecho la foto y algunos han salido malparados del trance. Miquel Iceta, Pablo Iglesias, la propia Unión Europea o, en casa, Iñigo Urkullu, son algunos de los más mentados.

«Qué lástima que en el último minuto no se pudiera haber procedido a la disolución del Parlament y a la convocatoria de elecciones autonómicas por parte del president Puigdemont. Quizá estaríamos en otro escenario». Con estas palabras el lehendakari se saltó a la torera el respeto institucional y, aún peor, situó la responsabilidad del 155 sobre los hombros de su homólogo catalán, exiliado en Bruselas. Un navajazo en toda regla.

Off the record le está cayendo la del pulpo en Catalunya y en las redes, impermeables a cualquier noción de diplomacia, le han dicho de todo menos bello.

Uno tiene la sensación de que Urkullu, cuando se sobrepone a su carácter abúlico y dice o hace algo digno de mención, empequeñece. Lo hace cuando se encara con delegados sindicales o se enfrenta a quienes muestran una banderola por los presos, cuando contraprograma a la CIV o cuando maniobra para que no se declare la República catalana.

Me parece cada vez más difícil que la persona que en junio de 1998 posó con la camiseta de Esait tras aprobarse la Ley del Deporte, preludio de tiempos de ilusión y de esperanza, pueda aportar algo de enjundia a la emancipación nacional de nuestro pueblo. Según crecía en su partido y en las instituciones ha ido achatándose como político.

Iñigo Urkullu, el increíble hombre menguante.