UPN está viviendo un choque de trenes de una enorme intensidad en la cúpula, mientras alrededor de las vías aparecen una militancia atónita y una ciudadanía indignada, a la que no calman la cascada de declaraciones de las últimas horas en las que dirigentes de todo tipo compiten para devolver las dietas de la CAN que antes ocultaron o justificaron. La estación definitiva es el Baluarte de Iruñea, donde el domingo próximo el Congreso decidirá quién lidera el partido.
Yolanda Barcina y Alberto Catalán ya han cruzado el Rubicón. Es una guerra incierta, que ha provocado que se recurra a todo el arsenal y a todas las tropas con las que cuenta cada bando. Pero, además, la refriega llega muy condicionada por las últimas revelaciones sobre las dietas, que han sacudido a toda la cúpula del partido. Más a Yolanda Barcina, obviamente, pero también a los «corellanos» comenzando por un Miguel Sanz que fue el inventor del sistema.
La situación se ha tornado tan enrevesada que crecen las voces en favor de un acuerdo que salve los muebles del partido, envuelto en la situación más crítica desde que tomó el Gobierno navarro hace ya 22 años (con el único paréntesis del Ejecutivo Otano durante algunos meses). Esta necesidad mutua de salvaguardar UPN favorece a Barcina, que reclamará apoyos con un mensaje de «o yo o el caos» que tiene mucha base real: si Catalán ganara, su gobierno quedaría definitivamente a los pies de los caballos.
Sin embargo, encomendarse a una presidenta con un futuro judicial tan incierto y a la que ni siquiera PP y PSN ven capacitada para seguir en el Palacio de Diputación es un enorme riesgo para las bases. Es aquí donde está la clave, y lo que hace aún más imprecedible el resultado. UPN mantiene un sistema de elección poco habitual en estas épocas: no vota un número reducido de delegados, sino cualquier afiliado siempre que esté al día en el pago de cuotas. El partido asegura tener unos 4.000 abonados, si bien hace cuatro años acudieron a la asamblea unos 1.600 y votaron realmente 1.200.
Estas bases no son ajenas a la conmoción social creada por las últimas revelaciones sobre las dietas. Muchos afiliados de UPN se sienten como los primeros estafados por asuntos como la Ejecutiva de la Junta de Entidades Fundadoras, que en ningún caso era conocida más allá del reducido círculo de beneficiados. Barcina está quemada a todas luces, pero garantizaría un apaño a corto plazo (seguir en el Gobierno, aunque sea en minoría absoluta). La opción de Catalán luce más limpia, pero en ningún caso puede tomarse como un regenerador, y su victoria crearía más incertidumbres que soluciones. El voto (o no-voto) de castigo a ambos no sirve de nada. Y un acuerdo de última hora resultaría intragable. De momento, tampoco ha habido pasos en este sentido: es significativo que el viernes Barcina consensuara su estrategia para hacer frente a la crisis de las dietas solo con Maya, su delfín, y no lo haya hecho con Sanz.
En un ambiente de estupor general se combate pueblo a pueblo. Ninguno puede ceder un palmo. En este escenario bélico, han aparecido disensiones internas hasta hoy desconocidas. La clave está en quiénes son los candidatos de cada bando para la Ejecutiva.
Iruñea, un cuartel general que se ha dejado desprotegido. La capital navarra es el feudo prinicipal de Barcina, donde encadenó tres mandatos y dejó el camino despejado a su sucesor, Enrique Maya (que hoy está en las filas barcinistas). Más que a Maya, Barcina dejó controlando su principal plaza a Ana Elizalde (teniente de alcalde) e Ignacio Polo (vieja guardia y responsable de seguridad ciudadana). Confiada en estos dos pilares, la presidenta navarra se llevó al Gobierno a otros dos hombres de confianza: José Iribas (Educación) y Juan Luis Sánchez de Muniáin (portavoz del Gobierno). Sin embargo, los escándalos sobre multas y descontrol en la Policía Municipal han debilitado a Polo, y Catalán ha aprovechado la brecha en la muralla. El corellano ha reclutado como número dos nada menos que a una agente del Cuerpo de Policía Municipal: Conchi Mateo. Además, Mateo dirige el Departamento de Juventud del Ayuntamiento, lo que supone un doble golpe. A la vera de Mateo han emergido otros dos ediles catalanistas y ambos con un plus referencial por sus propios antecedentes personales: María Caballero y Juan Frommknecht. Caballero es hija de Tomás Caballero, muerto por ETA en 1998, y el padre de Frommknecht fue alcalde durante un breve pero importante período de la primera legislatura posfranquista. A Barcina le queda un as en Iruñea, el concejal de Festejos y presidente de las Juventudes, Fermín Alonso. Como presidente de Juventudes Navarras, Alonso tiene ya asiento en la Ejecutiva. Sin embargo, ha cumplido la treintena y pronto le caducará la plaza. Así las cosas, Iruñea ha pasado a ser territorio comanche para ambos bandos. Más de uno acabará herido.
La batalla campal de la ciudad del Ega. En un principio, parecería que Barcina también controla Lizarra, dado que tiene de su parte a la alcaldesa. Sin embargo, quien tiene la sartén por el mango en la ciudad del Ega es Catalán. No por nada su número dos es Amelia Salanueva. Esta senadora se bregó en ese consistorio entre los años 1991 y 1999, ejerciendo también de portavoz. De hecho es una de las principales espadas de la derecha en Lizarraldea, despuntando desde que era veinteañera. Estudió Derecho y goza de un prestigio del partido que dista bastante de la actual alcaldesa, Begoña Ganuza, quien se mantiene en un equilibrio precario. Ganuza puede anotarse el tanto de haber arrebatado el Ayuntamiento al PSN. Sin embargo, de 2007 a 2011 su tirón electoral se ha desplomado (bajando de un 41% de apoyo a un 32%). Además, Catalán ha apuntalado la ciudad con otro hombre leal, que es quien mueve los hilos. Se trata de Carlos Arbide, presidente del Comité de UPN en Lizarra. Con semejantes aliados, todo apunta a que Catalán se coronará en San Pedro de la Rúa.
En Tutera se involucra hasta la Órden del Volatín. Si hasta ahora se ha analizado cómo Catalán ha arremetido contra la línea Maginot de Barcina, la presidenta del partido también ha hecho incursiones de calado en el bando contrario. Catalán se movía por Tutera como por un territorio conquistado. La escisión de PP y UPN de 2008 había dejado fuera a muchos pesos pesados que, a día de hoy, estarían con Barcina. UPN cedió un tercio de sus votantes al PP y se suponía que el resto mirarían a Corella. En gran medida, así ha ocurrido. Catalán ha propuesto para la Ejecutiva al alcalde, Luis Casado, y a Chente González, caballero de la Orden del Volatín, una asociación cultural de corte derechoso, pero de arraigo en la segunda ciudad más populosa de Nafarroa. Por su parte, la pica en Flandes de Barcina es una figura en auge. Se trata de Mariví Castillo, presidenta del comité de Tutera, y parlamentaria en la actualidad. En un principio, Castillo lo tendrá crudo contra Casado y el caballero del Volatín, pero hay que reconocer que estos dos pueden vender de todo menos frescura para el partido.
Un mariscal de Fustiñana frente a un «consigliere» corellano. El «rocero» alcalde de Fustiñana, vencedor por quinta vez de las elecciones en su pueblo, Juan Antonio Sola, es quien más debiera de preocupar a Catalán. Ha demostrado ser un líder y ha compensado su falta de formación con habilidades políticas que le han valido un hueco en la Ejecutiva. En contraposición a Sola, Catalán nunca ha sido el líder de los corellanos, y aún vive a la sombra de Sanz.