Una tremenda sensación de alivio recorrió las sedes de la Unión Europea y principales cancillerías europeas al amanecer. Una victoria del Sí abocaba a la UE a abordar el debate sobre la formación de un nuevo Estado que siempre ha evitado bajo la excusa de que estas cuestiones son «problemas internos», en este caso del Reino Unido.
Aunque al máximo nivel la consigna era aparentar calma, que es lo que hizo el todavía presidente José Manuel Durao Barroso tras una campaña inicial muy agresiva contra la opción independentista, las palabras del comisario de Comercio, el belga Karel de Gucht, resultaron más que reveladoras. Comparó con un cataclismo la situación que se hubiera producido si ganaba el Sí.
«Hubiera sido un terremoto político de la naturaleza del que sufrió el Imperio soviético», admitió en una entrevista radiofónica. Con el triunfo del No, por contra, prevé que «no habrá efecto bola de nieve» sobre las aspiraciones secesionistas de Catalunya o Flandes. En cualquier caso, al mismo tiempo tiene claro que estos procesos seguirán sus luchas. De Gucht apuntó a que ha sido la propuesta de más autonomía la que ha decantado el resultado en favor de la unión, al ensalzar «la buena intervención del ex primer ministro Gordon Brown», su promotor.
Schulz ve un modelo
En la misma línea, pero más explícito, fue el reconocimiento del presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, del Grupo Socialista. Considera que hacen falta cambios, en la línea del aumento de la autonomía prometido ahora a Escocia, Gales y el norte de Irlanda: «Esto puede ser un modelo», cree.
En cuanto al referéndum, Martin Schulz no escatimó elogios: «Ha sido un proceso democrático en el Reino Unido, donde el referéndum había sido reconocido por el Gobierno de Londres», recordó.
Tras haber amenazado hace meses a Escocia con que no entraría en la UE si se independizaba, llamó la atención también el intento de Durao Barroso por templar gaitas. En un guiño a Salmond, por cierto más europeísta que el británico Cameron, el aún mandatario europeo dijo que «la Comisión continuará comprometiéndose en un diálogo constructivo con el Gobierno escocés en las áreas bajo su responsabilidad, que son importantes para el futuro de Escocia, incluyendo crecimiento y empleo, energía, cambio climático, medio ambiente...»
Pero, al margen lógicamente de Londres, donde más tranquilos se sintieron por el resultado fueron en Madrid y París. Mariano Rajoy, presidente español, emitió una declaración en la que hace un llamativo intento de deslindar el proceso escocés y el catalán, remarcando que el referéndum del jueves sí era legal y la consulta del 9N, no.
Esta fue la pieza clave del argumentario del PP ayer. Su eurodiputado Esteban González Pons, que la víspera había abogado por echar definitivamente a Escocia de la UE si votaba Sí, recalcó que «allí todo se ha hecho conforme a la ley, nadie ha incumplido nada».
Rajoy veía «aislamiento»
Junto a ello, repitió sus proclamas catastrofistas sobre las repercusiones de los procesos soberanistas, que el martes dijo en el Congreso que provocan «pobreza». Para Rajoy, los escoceses «elegían entre la segregación y la integración, entre el aislamiento y la apertura, entre la estabilidad y la incertidumbre, entre la seguridad y el riesgo cierto. Y han elegido la opción más favorable para todos».
Tan significativas como las declaraciones era el lenguaje no verbal de los responsables del Gobierno español. «¿No me ve usted la cara de satisfecho?», respondió Iñigo Méndez de Vigo, secretario de Estado para la UE, a un periodista que le pidió opinión en un acto celebrado a primera hora de la mañana.
En cuanto al nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez, intentó hacer equilibrios. Así, se mostró contento por la victoria del No. Al mismo tiempo, saludó positivamente que con el referéndum se hayan «tendido puentes», lo que invitó a hacer también a Rajoy. Pero a la vez defendió que en Escocia se puede votar legalmente y en Catalunya, no.