«Nuestras diferencias las sabemos de memoria, toca mirar qué nos une»
Su discurso rompe moldes, como los pasos prácticos que va dando Gure Esku Dago. Oiarbide no se mira en el espejo de la política, sino que se pregunta constantemente qué se puede hacer desde la ciudadanía. Con autocrítica y perspectiva a la vez.
¿Qué sensación, imagen, reflexión... se quedó en la retina de Anjel Oiarbide el domingo?
Un sentimiento de emoción que hace mucho que no vivíamos en este país. El año pasado acudimos cada uno al punto que teníamos asignado, y sin saber siquiera a quién teníamos a la izquierda y a la derecha, fuimos capaces de abrir las manos y superar el reto de unirnos. Y este domingo sentí lo mismo. Vi abrazos, miradas cómplices, cariño. Me quedo con eso. Y con el capital humano que existe en Gure Esku Dago; miles y miles de personas que han estado todo el año escribiendo en su casa, aitonas, amonas, padres y madres, críos... cada uno escribiendo ahí sus anhelos.
¿La sensación es agridulce por no haber llenado los estadios?
Queríamos llenarlos, desde luego. Pero es la realidad, es el reflejo de que en este país aún hay muchas sillas vacías. Miremos atrás; la ciudadanía está dando pasos hacia el derecho a decidir, está viendo que si nos unimos somos capaces de influir, ha puesto este tema en el centro. No nos fijamos solo en las sillas vacías, también en las ocupadas. Por otro lado, nadie nos dijo que esto fuera a ser cosa de dos años, es un camino que sigue.
Sí hay unanimidad en que fue una movilización positiva, optimista. Si no hay nada logrado, si el derecho a decidir no domina la agenda política diaria, si no hay un proceso claro en marcha, ¿por qué estaba la gente tan contenta? ¿Lo sabe?
Gure Esku Dago no ha inventado nada. Es de pura lógica que, y sobre todo en este país, juntarnos crea ilusión. Además, creo que a todos nos gusta ser partícipes, nos gusta que se nos tenga en cuenta; en la cuadrilla, en la escuela, en el trabajo... A todos nos gusta que nuestros anhelos se atiendan y creo que por eso Gure Esku Dago crea ilusión, porque nos sentimos constructores de nuestro futuro.
Gure Esku Dago declaró el domingo noche que empieza la «era de la decisión». ¿Tan claro lo tienen? ¿No hay dudas? ¿Por qué es el momento?
Tenemos claro que no hemos nacido solo para reivindicar y para quedarnos en esa espiral. Muchas veces se dice ‘tenemos que dejar un legado mejor a nuestros hijos e hijas’. Pues no, somos más egoístas; lo queremos vivir nosotros mismos. Venimos de una época en la que, hasta ayer mismo, teníamos interiorizado que para empezar a hablar de estos temas no debía pasar una década, sino una generación entera, mucho tiempo. Pues nosotros no estamos dispuestos a que pase tanto tiempo. Y por eso somos activos, protagonistas, no vamos a dejar este trabajo a generaciones posteriores. Somos adultos y vamos a tomar las riendas. Vamos poco a poco, eso sí. Esto no hubiera sido posible hace dos años. Vamos juntándonos gente diferente, y cada paso, pequeño o grande, es necesario. Por otro lado, pasar de la reivindicación a la decisión es lo normal, lo lógico. Lo hemos visto en el caso de Escocia, en una sociedad con más recorrido democrático. Profundizar en la democracia no divide, une.
Dice que han encendido una chispa pero, ¿cómo pasar esa chispa a los representantes políticos e institucionales? Porque decidir pasa por ahí, por acciones políticas. ¿Están interpelando a los partidos?
No, rotundamente no. Cuando terminó la cadena humana el año pasado, nos preguntaron si los partidos iban a tener en cuenta el mensaje, y nuestra respuesta fue ‘no hemos mandando ningún mensaje, no va dirigido a ellos, va a la ciudadanía, a su capacidad de influir, a su capacidad de juntarse’. Este año, lo mismo. Ahora bien, no tenemos duda de que, si son representantes, están escuchando a diario las ansias y los deseos de sus representados. No nos metemos en las agendas de los partidos, lo que hacemos es generar una cultura política nueva, una cultura de participación por el derecho a decidir. Y no es problema de representantes...
¿Qué quiere decir?
Que con el tema de Escocia nos decían ‘claro, pero allí tienen a Cameron y aquí a Rajoy, no es lo mismo, y allí está Salmond y aquí no sé quién’. Esa lectura se queda coja si solo nos fijamos en los representantes, porque su posición no se entiende si no se analiza la de sus representados. Lo que se ve en los representantes es reflejo de la actitud de los representados. Si no nos gusta la actitud de nuestros representantes, deberíamos mirarnos a nosotros mismos y pensar qué estamos haciendo para que esa actitud cambie. Y cuando decimos esto, alguno piensa: ‘Ya, pero eso es iluso, utópico’. Pues no, ya lo hemos visto en Catalunya; los representantes políticos son los mismos que antes, pero tienen otra actitud porque la de los representados también ha cambiado. Su determinación ha sido tal que hasta en el Estado español interiorizan que los catalanes terminarán decidiendo, y eso es algo que parecía imposible.
En cualquier caso, la reciente pugna electoral PNV-EH Bildu o el acuerdo PNV-PSE, ¿no les supone una dificultad objetiva?
A ver, tras las pasadas elecciones se dijo que el 75% está a favor del derecho a decidir. No nos parece correcta esa lectura, para empezar porque da a entender que el 25% restante está en contra. El principio democrático no se puede dividir por bloques ni partidos, es de la persona, de la ciudadanía. Entonces, no creemos, no queremos creer que los pactos políticos puedan incidir sobre un principio democrático.
En 2014 había viento de cola de Escocia y Catalunya. Ahora, ¿hay que esperar a otra ola?
Cuando salió el proceso escocés todos nos pusimos a mirar a Escocia. Con el catalán, a Catalunya. Y cuando salgan los flamencos, nos pondremos a mirarles a ellos, como si la respuesta nos fuera a llegar desde allí... Este país ha creado muchos ejemplos a nivel mundial en democracia participativa, en empresas, en educación (como las ikastolas), en cooperativas... Es cierto que en la política no han calado tanto estos valores cooperativos, pero somos capaces de hacerlo también en este tema. Hay que unir esos valores cooperativos a este principio democrático. ¿Y eso qué supone? Que la gente se implique.
En Ipar Euskal Herria Gure Esku Dago arranca...
Tras la cadena humana del año pasado había plataformas en 130 pueblos de Hego Euskal Herria. De ahí llegamos a la iniciativa de este año, con las telas que visualizarían las urnas. Cuando lo hicimos público, en noviembre, dijimos que se haría en las cuatro capitales del sur y hubo gente que nos criticó porque decía que nos habíamos olvidado de Iparralde, asumíamos la división administrativa... O no nos habíamos explicado bien o no se nos había entendido. En Gure Esku Dago no hay un talde nacional que decide qué pasa en cada sitio, es una iniciativa que requiere que la voluntad ciudadana se una en cada lugar. En noviembre no existía un grupo en Iparralde, era una debilidad y así afloró. ¿Y qué pasó? Que hace tres o cuatro meses en Ziburu se hizo una asamblea abierta con 130 personas y todas ellas, mirándose a la cara, dijeron ‘o cogemos las riendas y lo hacemos nosotros o aquí nadie lo va a montar’. Al final el acto no ha sido en Ziburu, ha sido en Baiona. Y hoy es el día que tenemos 237 agrupaciones, 69 de ellas en Nafarroa y 20 en Iparralde. Y no solo en Euskal Herria, también en la diáspora.
El reto del derecho a decidir es muy grande, ¿cómo se supera?
Si los retos que nos ponemos a nosotros mismos son grandes, la perspectiva de trabajo tiene que cambiar. Hay que trabajar conjuntamente. Esa es la cultura que estamos potenciando. No podemos seguir con una perspectiva a pequeña, resaltando las diferencias que tenemos entre nosotros. En esto hemos sido unos «profesionales»; nos sabemos de memoria cuáles son nuestras diferencias, pero si el reto es tan grande, ya es hora de mirar las cosas que tenemos en común.