Hoy llega el momento crucial que lo puede cambiar todo en Grecia y en Europa. Expira el programa de rescate y Atenas debe pagar 1.600 millones de euros al FMI. En las últimas semanas el Gobierno de Syriza ha sido bastante claro a la hora de decir que no tiene ese dinero, por lo que, a no ser que se saque de la manga un as millonario difícilmente previsible, el país mediterráneo quedará en manos del FMI, que podrá decidir si concede un periodo de gracia (sus estatutos lo permiten) o mete a Grecia directamente en el saco de los morosos. Más allá del vencimiento de ese tramo de la deuda, si el BCE decide mañana no aumentar la liquidez a los bancos griegos, difícilmente el corralito en marcha desde ayer servirá para evitar la suspensión de pagos. Sencillamente se habrá acabado el dinero.
Vista la velocidad que han adquirido los acontecimientos, resulta imposible predecir qué puede pasar en las próximas horas. Dos hipótesis. La menos ilógica es que la Troika haya decidido apretar a Grecia hasta el límite de la asfixia pero sin asestar el golpe definitivo antes del referéndum previsto para el próximo domingo. Es decir, poniendo a la ciudadanía griega entre la espada y la pared esperan forzar su voto a favor de la propuesta de la Troika. Chantaje, juego sucio y coacción antidemocrática son los calificativos más suaves que pueden acompañar una decisión semejante.
La segunda opción es que, definitivamente, los responsables en Berlín, Frankfurt y Bruselas hayan perdido la noción de la realidad y hayan decidido ya dejar caer a Grecia, dando inicio a un incierto proceso de expulsión del euro. Una incógnita en lo que se refiere a la forma (ningún tratado prevé la salida de un país del euro) y a las consecuencias que podría acarrear para a los vecinos del sur de Europa, «pack» en el que estamos incluidos, aunque a veces se nos olvide.
En caso de ser cierta la segunda hipótesis, muchas cosas dejarían de tener sentido (si es que a día de hoy lo tienen), empezando por el mismo referéndum del domingo (se haría sobre una propuesta que no estaría ya encima de la mesa), y siguiendo por el euro y el propio proyecto de integración europea, que queda más que tocado sea cual sea el final de este episodio de la crisis griega. Porque, ¿dónde queda la legitimidad de una Unión Europea que tras llenarse la boca de democracia, chantajea y/o expulsa a Grecia por convocar un referéndum?