Cada persona llega con una historia a sus espaldas
PASEANDO POR COLONIA, LA CUARTA CIUDAD MÁS GRANDE DE ALEMANIA CON UN MILLÓN DE HABITANTES, POCO SE VE DE LOS REFUGIADOS. QUIZÁS SEA PORQUE NO LLEGAN A MILES A LA ESTACIÓN CENTRAL DEL FERROCARRIL, SINO EN AUTOBUSES ENVIADOS DESDE LOS CENTROS QUE ORGANIZAN LA DISTRIBUCIÓN A NIVEL REGIONAL.
La Administración local ha repartido a los 7.500 peticionarios de asilo, que en agosto fueron instalados a orillas del Rin, por todo el municipio de Colonia: en antiguos supermercados, en edificios alquilados y rápidamente habilitados o en los gimnasios de algunas escuelas. Quien quiere ver a los refugiados que llegan desde Oriente Medio o África tiene que saber dónde encontrarlos.
Que han llegado, que cada uno trae consigo su historia y que ésta se puede parecer mucho a la que vivió más de un vecino de esta ciudad hace 70 años, al terminar la Segunda Guerra Mundial, eso lo reflejan tres grandes vallas publicitarias que se hallan delante de la iglesia de Santa Inés, ubicada en el barrio del mismo nombre.
Un anuncio muestra el dibujo de un hombre que relata, en inglés, su odisea desde Etiopía hasta Colonia pasando por Libia y otros países. Enfrente, con un diseño parecido, una alemana recuerda cómo llegó de niña junto con su madre cuando huyeron de Prusia Oriental (región del Báltico actualmente dividida entre Polonia y el óblast ruso de Kaliningrado). Entre esas dos vallas se sitúa una tercera llena de preguntas como “¿De dónde vienes? ¿Y tu familia?”, que concluyen con una invitación para los transeúntes: “Haz tu propia imagen”. Estos y otros carteles similares forman parte de una iniciativa lanzada por una docena de vecinos del barrio que piensan que las simpatías surgen cuando se conoce la historia de una persona que ha abandonado su hogar. Es una de las muchas iniciativas particulares sin las cuales las autoridades no podrían hacer frente a la llegada masiva de refugiados.
Pisos y tarjetas sanitarias
El Gobierno Civil ha activado el estado de crisis para distribuir a estas personas entre los municipios bajo su responsabilidad. En la villa ha erigido un campamento para 800 personas, que han de vivir en tiendas. Para asearse disponen de 57 contenedores con duchas y servicios, pero 14 estaban contaminados con colibacilos y requerían otra desinfección. Por eso se suspendió una fiesta con la que los vecinos querían dar la bienvenida a los refugiados.
El Ayuntamiento de Colonia, como otras instituciones regionales y federales, dice estar «al límite». No quiere tener a los refugiados en tiendas de campaña, sino en edificios, aunque estos carezcan de «estándares mínimos» como criticara ya en julio la ONG Consejo de Refugiados de Colonia. La Administración municipal alquila pisos para ubicar a los recién llegados y les facilita una tarjeta sanitaria que les cubrirá la atención médica básica sin autorización previa. Pero para ello hace falta que se registren en la Oficina Federal de Migración y Refugiados (BAMF), que es la única instancia en la pueden pedir asilo.