@albertopradilla
Madrid

Pierre Balacey: «Disparaban a todos lados. No podíamos movernos»

Pierre Balacey ‘Balatx’, miembro del grupo Xutik y vecino de Luhuso, se encontraba en la sala Bataclan junto a dos amigos cuando comenzaron los ataques. «Disparaban hacia todos lados», recuerda, todavía en «shock» y sin terminar de ser consciente de lo que ha padecido. Apilado junto a otras veinte personas, sin moverse por miedo a que regresasen los agresores, Balacey pudo aguantar hasta que llegó la Policía. Cerca de un centenar de personas perdió la vida en el interior del concierto. 

‘Balatx’, guitarrista de Xutik.
‘Balatx’, guitarrista de Xutik.

«Escuchamos tiros. No sabíamos qué era, llegamos a pensar que eran petardos, pero nos tiramos al suelo». Pierre Balacey ‘Balatx’ rememora los primeros minutos de confusión. La sala Bataclan estaba llena para ver el concierto de Eagles of Death Metal cuando los atacantes comenzaron a disparar. Balacey se dio cuenta de verdad de qué estaba ocurriendo cuando giró la vista y vio a una persona armada. No recuerda su rostro. Fueron apenas unos segundos. 

«Tratamos de refugiarnos en el lado derecho del escenario, pero eramos demasiados y caimos al suelo». Unos encima de otros, solo podían escuchar cómo los disparos se sucedían. «No veíamos nada y no nos movíamos, porque temíamos que podían volver a dispararnos», explica. Según señala, en esos primeros momentos de terror y confusión el pensamiento era esperar al momento en el que la bala podía alcanzarles a ellos. 

En esos minutos interminables la escena era terrible. Cadáveres por el suelo y mucha sangre. Al parecer, los atacantes se preocuparon por encender la luz, por lo que podían observar qué ocurría a su alrededor. Eso sí, sin moverse. Y con las piernas ya dormidas de soportar el peso de otras personas que se habían amontonado al intentar escapar. 

«Decían que si nos movíamos disparaban». Eso fue lo poco que Balacey llegó a escuchar. También una referencia a que el atentado era responsabilidad de los gobernantes franceses. 

Tras el primer ataque, cuando no se movía ni una mosca, Balacey y las personas que se encontraban en la zona de la derecha del escenario se dieron cuenta de que los agresores se habían alejado. En ese momento comenzaron a hablar, en voz muy baja. Hubo una explosión. Uno de los atacantes se inmoló, por lo que todos estaban cubiertos por sangre y restos humanos. «Pensamos que sería de él, aunque no lo sabemos», explica.

Tras unos minutos eternos llegó la Policía. Aunque le costó, ya que tenían que asegurar la sala. Nadie podía garantizar que uno de los agresores no estuviese camuflado entre sus víctimas. 

Finalmente, Balacey, que había perdido a sus amigos durante el tiroteo, se reencontró con ellos en el exterior de la sala. Los heridos eran trasladados al hospital. Y ellos trataban de ser conscientes del horror del que habían sido testigos.