Aparentemente la vida parisina se desarrolla con normalidad. Sus habitantes salen a las calles, acuden a mercados y ferias navideñas y asisten a eventos culturales. Militares apostados en los principales núcleos turísticos de la capital francesa y en las estaciones de transporte público ofrecen el toque bizarro a un paisaje que poco a poco va recuperando su normalidad. Pero no es fácil.
Está claro que tanto el ataque contra la revista satírica “Charlie Hebdo” y, con más calado, el atentado yihadista del pasado 13 de noviembre han extendido la reticencia, la alerta y quizás también el miedo en muchos de sus ciudadanos.
La preocupación por lo que pueda pasar, por lo que pueda llegar o por que la historia vuelva a repetirse sigue todavía existiendo entre la población. Hay quien piensa que al cruzar la calle también puede ser atropellado por un camión y busca consuelo en esas situaciones azarosas, y también quien sostiene que, de momento, no existe ninguna solución milagrosa que pueda evitar un nuevo desastre humano.
Existen controles en los aeropuertos, en las fronteras, incluso a la entrada del Palacio de Versailles, pero todo lo que se hace en nombre de la seguridad no hace más que aumentar el nerviosismo entre los ciudadanos. Así lo contaba un vecino: «Los autores de la matanza eran conocidos, sabíamos quiénes eran. Parece que estamos esperando a que ocurra algo y luego reaccionamos».
Sensaciones políticas
La preocupación no se limita a los eventuales ataques que puedan ocurrir en el futuro en territorio francés, sino también en cuanto a las medidas políticas que está tomando el Gobierno de François Hollande. Un sector aplaude los bombardeos aéreos sobre suelo sirio, pero otros lamentan la respuesta bélica que ofrece el Ejecutivo galo a los ataques del Estado Islámico (ISIS).
La situación política en París, sobre todo después de la primera vuelta de las elecciones regionales, avanza entre turbulencias. Y la comunidad musulma- na es una de las más afectadas. «Los verdaderos musulmanes sufrimos por el ataque, y seguimos sufriendo por sus consecuencias sobre nuestra comunidad», aseguran.
Entretanto, los extremos siguen incrementando su influencia en la sociedad civil parisina. Marine Le Pen, lideresa del Frente Nacional ha tomado buena nota de ello. Es curioso cómo la bandera francesa ha sido hasta el momento un símbolo ligado a la derecha y cómo, tras los ataques del 13-N, la tricolor ha llegado a «socializarse». «Desgraciadamente, ha tenido que ocurrir una desgracia de este calibre para que la nación vuelva a sentirse unida», relata un parisino.
¿Y después, qué?
París es uno de los destinos turísticos más importantes del mundo con miles de visitantes que recorren sus calles todos los días. Un sector que sin duda se ha visto afectado por los hechos ocurridos hace ahora un mes. Son sobre todo los turistas asiáticos lo que han cancelado sus viajes. Las cancelaciones durante los primeros días que siguieron a los ataques fueron generalizadas en casi todos los hoteles parisinos, pero parece que los turistas van recuperando la confianza y poco a poco vuelven a la ciudad de la luz.
¿Y después del estado de emergencia? Esta es una de las grandes preguntas que se plantean los parisinos, que ya empiezan a acostumbrarse a la presencia militar en sus calles. La mayoría es consciente de que su vida ha de continuar pese a la amenaza y de que encerrarse en casa no supone proteger su integridad. Más cuando sabe que no se han inventado todavía las soluciones milagrosas.