GBGE trabaja en muchos frentes, con el común denominador de la solidaridad con los desfavorecidos. La principal labor del medio centenar de voluntarios que forman esta ONG consiste en recoger alimentos y ropas, que llenan su local de la calle Zabalea (una lonja cedida altruistamente por un particular) y donde los entregan a las personas que las necesitan, a día de hoy 120 familias, lo que supone cerca de 360 personas. De ellas, unas 150 son menores de edad. ¿De dónde proceden estos alimentos? De seis supermercados de Galdakao, en cada uno de los cuales llevan a cabo la recogida dos veces al año, del Banco de Alimentos de Bizkaia, y de empresas de distribución de alimentos que donan alimentos cuya fecha de consumo preferente ya está próxima. En total, son casi cinco toneladas las que GBGE reparte mensualmente.
En cuanto a los beneficiarios, en todos los casos se trata de personas derivadas de los servicios sociales del Ayuntamiento, que tras estudiar su situación entienden que tienen derecho a percibir estas ayudas en forma de alimentos y ropa. Fatiha, que tiene hora esta mañana para recoger ropa, nos cuenta que tanto ella como su marido se encuentran en paro –son cuatro personas en casa– y que lo que ingresan del subsidio de desempleo y la ayuda social se destina a abonar –550 euros– el alquiler del piso, por lo que solicitan recibir alimentos y ropas de GBGE. Las prendas provienen íntegramente de vecinos de Galdakao que ya no las necesitan pero ven que están en buen estado y pueden servir a otras personas. Una vez seleccionada, lavada, planchada y ordenada por tallas, la ropa se muestra en los locales de GBGE, donde los beneficiarios pasan a recogerla.
Lo expuesto hasta aquí es similar a lo que ocurre en otros muchos pueblos y ciudades vascas donde funcionan organizaciones asistenciales para desfavorecidos. La gran novedad que nos topamos en Galdakao no está estrictamente ligada a las personas con dificultades económicas, sino que aborda y propone una solución nueva y pionera al problema del despilfarro de alimentos, una cuestión sangrante en los países desarrollados.
Que la comida no acabe en la basura
Por una multiplicidad de motivos, que van desde las cosechas inusualmente grandes por el buen tiempo –caso que se ha dado este año en los invernaderos de Andalucía, por ejemplo– hasta el alto nivel de exigencia de los consumidores, que rechazamos productos en perfecto estado pero con defectos estéticos (fruta fea…), pasando por el debido cumplimiento de los plazos de caducidad o consumo preferente, lo cierto es que millones de toneladas de alimentos se desperdician anualmente en Europa. En el caso del Estado español, son más de 7 millones anuales, lo que lo sitúa en el séptimo lugar de la clasificación europea de desperdiciadores. A nivel mundial, hablamos de 1.600 millones de toneladas: con la mitad de lo que desechamos se podría acabar con el hambre en el mundo.
La oenegé de Galdakao se encontró con el problema de las caducidades muy próximas. Recibía alimentos, a veces grandes lotes, perfectamente consumibles, pero resultaba que caducaban antes de las fechas establecidas para el reparto normal de alimentos a los beneficiarios de GBGE. O alimentos ya cocinados en bares y restaurantes. A Alvaro se le encendió la bombilla y pensó que un modo de dar salida inmediata a esos productos sería instalar en el exterior de la lonja de GBGE una nevera que contuviera esos alimentos próximos a caducar, de forma que cualquier persona pudiera cogerlos y consumirlos. «Cualquiera, –resalta Alvaro–, no solo las personas con escasos recursos. En el caso de la nevera se puede decir que no buscamos alimentos para nuestros usuarios, sino consumidores para nuestros alimentos. El objetivo es claro: que la comida no acabe en la basura».
Las primeras aportaciones a la nevera fueron precisamente los alimentos recibidos por GBGE muy próximos a caducar. Después llegaron los pinchos de los bares y las comidas de los restaurantes locales –caso de Topa y Berrio–, que recibieron de GBGE una nevera portátil de 45 litros en la que depositan sus alimentos para que lleguen en buenas condiciones a la nevera grande. Hoy por ejemplo, en Topa han sobrado hamburguesas con patatas, que el personal del bar envasa en recipientes de plástico, etiqueta con la descripción del contenido y fecha, e introduce en la nevera portátil, que Alvaro se encarga de trasladar a la nevera abierta a los usuarios. Próximamente se sumarán a la lista de aportantes escuelas e ikastolas de la comarca, en las que es habitual que sobre cierta cantidad de comida de los comedores escolares.
Otra nevera en Gasteiz
El éxito de la nevera pionera ha llevado a la instalación de una segunda en el mismo Galdakao, y tres más en Gasteiz, Murcia y Toledo. Próximamente habrá una en el campus de Leioa y dos en la escuela de hosteleria de la Universidad de Valencia. Desde que el pasado abril se instalara la primera nevera solidaria en Galdakao, el comportamiento de los usuarios ha sido exquisito y no se ha producido acto alguno de vandalismo, destaca Saiz. La intención es crear una red de neveras solidarias a nivel mundial, que funcione bajo los mismos principios. Ya se han instalado algunas en Brasil y México.
La pregunta parece lógica. ¿Por qué hay que instalar una nevera en la calle para que esos chipirones que hace una hora estaban a la venta en la pescadería no acaben en la basura al final de la jornada? ¿No sería más sencillo dárselos directamente a cualquiera que pase por delante del supermercado? Pues no, y esta es la explicación: resulta que quien dona un alimento –esos chipirones, por ejemplo– asume la responsabilidad de las consecuencias que pudiera tener su consumo. Y, por si acaso, el pescatero prefiere arrojarlos directamente al contenedor. Pero si una persona los saca del contenedor y se los come, la responsabilidad es de esta persona.
Responsabilidad de la persona que los recoge
La nevera solidaria «inventada» en Galdakao viene a ser un contenedor limpio y refrigerado en el que alguien anónimo deposita un alimento y alguien igualmente anónimo lo recoge. No hay donación, la responsabilidad es de la persona que los recoge y el sentido común se presupone a ambas partes. Esto en Derecho tiene un nombre, Res Derilictae, y este concepto es precisamente el que se aplica en la nevera. Eso sí, GBGE se encarga de comprobar que los alimentos depositados estén envasados, con fecha de entrega, y que no lleven más de 2-3 días en el frigorífico.
A nivel institucional, el Estado francés acaba de dar una buena lección en materia de aprovechamiento de alimentos. Una ley aprobada el pasado 9 de diciembre obliga a los supermercados de más de 400 metros cuadrados a donar la comida que descarten para bancos de alimentos, nutrición animal o abonos. El objetivo, reducir a la mitad para 2025 los alimentos desperdiciados. En el Estado español no existe una ley similar, si bien desde el sector de la distribución alimentaria se asegura que el desaprovechamiento es cada vez menor. Un aprovechamiento correcto conlleva, además de evitar algo tan escandaloso como desperdiciar comida, una mejora considerable para el medio ambiente, pues los restos alimentarios que no se consumen y se pudren emiten durante su descomposición gas metano, mucho gas metano.
Según la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación), si la suma mundial de desperdicios alimentarios constituyera un país, equivaldría a la tercera nación más contaminante de la Tierra, tras Estados Unidos y China.