La opción de un órgano conjunto Iruñea-Lakua no pasa de hipótesis por ahora. Quizás ni siquiera interese ya como estación intermedia para llegar algún día a la unidad territorial. Pero la reaparición de esta referencia sí sirve para ver cómo ha evolucionado el panorama desde aquel cuatripartito de Javier Otano a éste de Uxue Barkos. No solo ha variado la relación de fuerzas, sobre todo ha pasado el tiempo: dos décadas enteras.
El «cambio» de 1995 era tan precario cuantitativamente como el actual, pero mucho más débil política y socialmente. Solo se alimentaba de un carril central formado por un PSN abatido por el «caso Urralburu», un CDN recién nacido de la escisión de UPN y un EA modesto, además del apoyo externo de IU que venía a ser un inconveniente más. La fuerza estaba realmente fuera, en los dos extremos: el de UPN-PP sin duda, como ganador electoral, pero también el de la izquierda abertzale (entonces aún HB), para quien aquel órgano común resultaba insuficiente. Así que cuando se aprobó en los parlamentos, bastó que la derecha sacara del cajón la cuenta suiza titulada por el presidente Otano para que el experimento cayera como un castillo de naipes y, más aún, el PSN quedara preso y acabara asumiendo su situación hasta el día de hoy.
Hoy el cuatripartito Geroa Bai-EH Bildu-Podemos-I-E tiene un acuerdo programático más sólido, un compromiso de cambio más creíble, una apuesta más realista. La izquierda abertzale ha asimilado que el camino se hace andando y para llegar lejos hay que ir poco a poco. Las cuentas suizas o sucias, de haberlas, estarían en el otro lado. La todopoderosa derecha está en sus cotas más bajas y muy aturdida. El PSN apenas pinta nada. Y el «que vienen los vascos» no asusta a nadie.