Son Jessica Guzmán Correa y Silvia Carrizo quienes, desde Malen Etxea-Asociación de Mujeres Inmigrantes, recuerdan que fue hace 28 años cuando se instauró el Día Internacional de las Trabajadoras de Hogar. «Queremos aprovechar esta fecha para recordar que históricamente el trabajo doméstico estuvo vinculado a la servidumbre; definido por clase y posición social; origen étnico y género, situación que se mantiene hasta la actualidad», manifiestan.
Las cosas han cambiado mucho pero, como indican, se pueden usar los mismos términos: «A diferencia de la esclavitud del siglo XVIII, hoy las ‘sirvientas’ cobran un salario pero las condiciones en que trabajan son la esclavitud del siglo XXI».
Malen Etxea tiene su sede en Zumaia, donde la semana pasada se reunieron las socias de esta asociación para analizar la situación de las trabajadoras en Gipuzkoa. Las conclusiones extraídas son «preocupantes y dolorosas» porque, según enumeraron: hay un retroceso notable de los derechos de las trabajadoras de hogar, con un salario promedio un 40% más bajo del mínimo que establece la ley para las trabajadoras internas; el no reconocimiento de 14 pagas anuales; el incumplimiento del pago patronal de la Seguridad Social, descontando a la trabajadora el 100% de la contribución; y el no reconocimiento de los días festivos.
A ello se suma, «de puertas adentro», el incumplimiento de las horas de descanso, los casos de trabajadoras que no descansan por las noches, el aumento de trabajo y responsabilidades que no fueron pactadas y no se reconocen en el salario como, por ejemplo, cuidado de nietas y nietos, hijos que regresan al hogar de los padres...
Ante este panorama, reclaman, entre otros puntos básicos, la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), derecho al subsidio de desempleo, un salario mínimo de 1.200 euros para las trabajadoras internas o el reconocimiento de los días festivos y de descanso laboral.
La crisis, de mujer a mujer
También LAB ofrece su análisis coincidiendo con esta jornada internacional, resaltando que «si hay un sector feminizado que sufre con especial gravedad la precariedad, llegando en numerosas ocasiones a sufrir unas condiciones laborales de neoesclavitud, ése es el colectivo de trabajadoras de hogar».
El sindicato abertzale cree que es necesario «poner cara» a este colectivo. «No es casualidad que, cuando en época de bonanza se han mercantilizado estos servicios, el perfil de mujer que hayamos elegido sea éste: mujer extranjera que deja su país de origen motivada por razones económicas, ilegal por carecer de papeles... Mujeres invisibilizadas. Eso sí –añade–, con la crisis, las familias (las mujeres nuevamente) han vuelto a asumir esos trabajos o, en numerosas ocasiones, las mujeres autóctonas han vuelto a ocupar estos puestos de trabajo desplazando al eslabón más débil de la cadena: la mujer inmigrante».
Además, la central subraya que hay que abordar «el debate sobre qué nuevo modelo queremos construir frente al actual, impuesto por el sistema capitalista patriarcal».