Beñat ZARRABEITIA

Ruperto Sagasti: De niño de la guerra a impartir cátedra futbolística en Moscú

Ruperto Sagasti fue uno de los personajes más importantes de la historia del fútbol soviético. Nacido el 27 de noviembre de 1923 en la pequeña localidad navarra de Cabredo, en la Merindad de Lizarra, a cerca de 45 kilómetros de Iruñea, pronto se trasladó junto a su familia a Bilbo. Y de allí se vio obligado a salir el 13 de junio de 1937 debido al asedio al que las tropas franquistas estaban sometiendo a la capital vizcaína. La vida de Sagasti cambió para siempre.

Ruperto Sagasti fue uno de los personajes más importantes de la historia del fútbol soviético. Nacido el 27 de noviembre de 1923 en la pequeña localidad navarra de Cabredo, en la Merindad de Lizarra, a cerca de 45 kilómetros de Iruñea, pronto se trasladó junto a su familia a Bilbo. Y de allí se vio obligado a salir el 13 de junio de 1937 debido al asedio al que las tropas franquistas estaban sometiendo a la capital vizcaína. La vida de Sagasti cambió para siempre.

Los datos de los niños vascos evacuados hacia la Unión Soviética oscilan desde los 1495 de la Fundación Largo Caballero hasta los 1765 de la Cruz Roja. Salieron de Santurtzi en el “Habana”, el mismo buque que llevó a 4000 niños y niñas hasta Southampton. En su caso, tras una escala en Burdeos, se embarcaron en el Sontay hasta llegar a Leningrado, hoy San Petersburgo.

Eran pequeños de edades comprendidas entre los 3 y los 15 años, con varios grupos de hermanos, los que partieron hacia la Unión Soviética. La Federación de Juventudes Socialistas Unificadas de Euzkadi (JSU), órgano bajo el control del PCE, obtuvo la autorización del Departamento de Asistencia Social para evacuar a 500 pioneros. Y es que el componente ideológico estuvo muy marcado, la mayoría de niños procedían de áreas industriales: Bilbo, Donostia, Barakaldo, Sestao, Eibar, Gallarta, el barrio minero de La Arboleda o Errenteria.

Al igual que ocurrió con los que llegaron a Inglaterra, camino de la antigua URSS también había futuros futbolistas. Es el caso del propio Sagasti y también de Agustín Gómez Pagola, que militaría en el Torpedo de Moscú y alcanzaría la internacionalidad en los Juegos de Helsinki en 1952. Su caso además cuenta con otra vertiente, la política.

Era un reconocido miembro del Partido Comunista, que regresó al Estado español para probar como jugador del Atlético de Madrid en 1956. Perseguido por la Dirección General de Seguridad (DGS), optó por regresar a Euskal Herria donde además de entrenar a equipos juveniles, comenzó a organizar el Partido Comunista Vasco (PCE-EPK). Detenido y torturado en 1961, fue liberado debido a las presiones diplomáticas de Moscú. Tuvo un gran enfrentamiento con Carrillo, hasta llegar a ser expulsado del partido. Vivió en Sudamérica antes de retornar a Moscú donde murió en 1975.

Ladilloa

Sagasti y Gómez Pagola no fueron los únicos niños vascos relacionados con el deporte. En aquel barco también iban Clara Agirregabiria, la madre del que sería jugador del Real Madrid de basket Chechu Biriukov o Begoña Oribe, la progenitora de Valery Kharlamov. El mejor jugador de la historia del hockey hielo soviético. Toda una leyenda que logró medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Sapporo e Innsbruck. Falleció con apenas 33 años, el 27 de agosto de 1981, en un accidente de tráfico junto a su mujer. Su figura es comparada con la de James Dean o Drazen Petrovic.

En tierras soviéticas también nació Juantxo Usatorre, hijo de un vasco que ostentaba el rango de teniente coronel del Ejército de la República española y de la atleta catalana Maruja Cánovas. Un zaguero adelantado a su tiempo, que destacó en el Dynamo de Minsk, disputando incluso dos partidos con la selección soviética. Por su parte, entre la primera oleada de retornados, tras el restablecimiento de las relaciones entre Madrid y Moscú estuvo Paco Angulo. Curso estudios de medicina en la capital rusa, al volver a Euskal Herria le costó encontrar trabajo, pero en 1972 entró a formar parte de los servicios médicos del Athletic. Puesto que ocupó hasta su fallecimiento en 1983, su hijo también ha cumplido la misma labor.

La llegada de los niños vascos a la Unión Soviética estuvo marcada por una calurosa acogida según describe Norberto Ibañez Ortega, del departamento de Historia Contemporánea de la UPV. Fueron despiojados, vestidos, alimentados e internados en varias casas. Sin embargo, su estancia se vio alterada por el inicio de la II. Guerra Mundial y la invasión alemana. Muchos de los nacidos en 1923 participaron en la contienda, falleciendo un total de 38 vascos en la batalla de Leningrado, y otros se vieron obligados al exilio. Entre ellos estuvo Sagasti, tras instalarse inicialmente en la ciudad ucraniana de Odessa, tuvo que huir a Bakú primero y a Tiflis después.

Su carrera comenzó en 1944, antes del final de la guerra, en el Krylia Sovetov Samara, el equipo de la aviación. De ahí pasó al Spartak de Moscú, escuadra con la que conquistó el título de Copa de 1950 en una final contra los vecinos del Dynamo. Una grave lesión de rodilla le obligó a retirarse después de un breve paso por el Daugova letón. Cursó estudios en el Instituto de la Cultura Física durante cinco años. Su primera experiencia, no obstante, fue en el Baznia argelino en 1956, donde desarrolló un gran conocimiento del fútbol africano. Hecho que unido a su pasión por el juego sudamericano, convirtió a Sagasti en toda una eminencia. En 1958 comenzó impartir cátedra en el Instituto central de la cultura física de Moscú.

En 1973, ejerció como enlace del Athletic en la capital rusa debido al enfrentamiento europeo con el Torpedo. Este hecho le hizo estrechar vínculos con el conjunto rojiblanco, que intentó ficharlo en varias ocasiones. En 1975, se reunió en París con el entonces gerente José Ignacio en Zarza y el mítico Raimundo Pérez Lezama -que también fue niño de la guerra, en Inglaterra- le ofreció su carné para ejercer. Las autoridades españolas le denegaron el visado. Finalmente, la plaza de preparador físico fue ocupada por Manolo Delgado Meco.

Cinco años después, el presidente Beti Duñabeitia anunció la inminente contratación de Sagasti como director deportivo. Algo que no llegó a materializarse ya que según describió “El Periódico de Catalunya” en setiembre de 1980, pese a contar con el permiso de las autoridades soviéticas para emprender su periplo rojiblanco, el Gobierno español no permitió a la entidad vizcaína trasladar a Moscú el dinero para pagar el traspaso acordado con la federación soviética. Aquel verano, el profesor recomendó al Athletic el fichaje de Iker Zubizarreta, joven promesa venozalana, hijo de exiliados, que había destacado en el torneo futbolístico de los Juegos de Moscú.

Siguió desarrollando sus laborales como profesor mientras formaba parte, por ejemplo, de la delegación técnica del equipo soviético que participó en el Mundial de México en 1986. Su imagen resultó especial- mente celebre en el partido de octavos ante Bélgica. La actuación del colegiado sueco Frediksson y su asistente español Victoriano Sánchez Arminio fueron determinantes en la eliminación de la URSS. Sagasti salió del banquillo como un resorte, preso de la indignación, para llamar «fascista» al juez de línea hispano.

En 1988, acompañó al portero Rinat Dassaev durante sus primeras semanas en Sevilla. Una experiencia que no le reconfortó del todo, rehuyó las preguntas de los medios andaluces sobre política, y al retornar a Moscú aseguró que «mis nietos hablan español, y casi mejor que los sevillanos, que se comen algunas letras».

El fichaje de meta fue una operación complicada con muchas aristas, imposible sin la mediación del agente Iñaki Urkijo, un pionero a la hora de conseguir que los equipos de la Liga se hiciesen con los servicios de jugadores procedentes de la antigua Unión Soviética. Así, merced a los informes de Sagasti, recomendó al Espanyol los fichajes de Moj, Galyamin, Kuznetsov y Korneiev, el de Karpin a la Real o el de Mostovoi al Celta. Otros como los de Ulianov y Shustikov al Racing o el de Rachimov al Valladolid no tuvieron el mismo rendimiento.

Urkijo tuvo un paso fugar por Lezama como director deportivo del Athletic en 2007. Una etapa marcada por «un pacto de silencio que no voy a quebrar» según reconoció en una entrevista emitida por Euskal Telebista, disponible en Youtube, pocos meses después de su marcha. Señaló que su salida tuvo que ver con su intención de abrir escuelas rojiblancas en Uruguay y que eso chocó frontalmente con algunos miembros de la directiva de García Macua y con la posición «de un cargo político muy importante de este país». A su juicio, la apertura de las escuelas en Sudamerica, «es un caso de justicia histórica. Los defensores del estatus actual defienden que el nieto de un torturador como el capitán Hidalgo, aunque naciese por casualidad aquí y aunque odie a este país, puede jugar en el Athletic y el nieto de un exiliado vasco que nos defendió no».

El ojo de Sagasti siguió intacto prácticamente intacto hasta el último día. En 1998 consiguió que el joven Dmitri Mychkov probase con el Real Madrid mediante una llamada de teléfono al club blanco. Retornó a Euskal Herria en varias ocasiones para visitar a sus hermanas y falleció el 25 de noviembre de 2008. Impartió cátedra hasta el final, convertido en todo un mito. Anualmente, en Moscú se celebra un torneo de mini fútbol en su honor.