Un duelo en blanco y negro por Fidel
Cuba sigue de luto oficial por la muerte de Fidel y, de frente o de reojo, según los casos, casi todo el mundo espera ya que llegue mañana y la vida vuelva a su curso habitual.
Han sido nueve días de luto riguroso los decretados por el Gobierno de Raúl Castro. Nueve jornadas con discotecas y centros de ocio cerrados, sin conciertos ni bailes, sin bullicio en las calles y sin espectáculos deportivos o culturales a los que poder asistir y que concluirán con el último gran homenaje que se tributará en Santiago. Mientras, en toda Cuba no se sirve cerveza, ni ron, ni ningún tipo de alcohol en los bares y restaurantes, excepto en los hoteles internacionales y establecimientos turísticos. No hay música en la radio ni dibujos animados en el televisor.
Ni cerveza, ni ron
Para muchos se han hecho largos. Isabel, una tabaquera que ronda la cincuentena, lo suelta sin rodeos mientras se balancea sobre unas chancletas que llevan impresa la imagen de la bandera americana: «Yo quiero que llegue el domingo, porque trabajo mucho en la fábrica y me gusta descansar con mi traguito de ron. Mire usted, es que no hay nada con lo que relajarse, ni cabaret, ni discoteca, ni cerveza…». Aunque muchos lo lleven con más estoicismo, es obvio que tras la brutal conmoción inicial que supuso para los habitantes de la isla la noticia de la muerte de Castro, poco a poco, la rutina necesita cumplir con las costumbres y aficiones cotidianas que son las que conforman una forma de vida.
Al margen de otras cuestiones, si algo define a Cuba es su colorido y su sonoridad. Y está claro que una inmensa mayoría de su población no puede vivir sin ritmo, sin música, sin risas y sin jolgorio. Por eso –aunque muchos te advierten previamente de que «Fidel merece esto y mucho más»–, todos llegarán aliviados al domingo.
A excepción de las conexiones con la “Caravana de la Libertad” en la que viajan las cenizas del comandante en jefe y los actos de homenaje que se le tributan, se diría que el resto de la programación televisada se ha detenido en el tiempo del blanco y negro. En una especie de bucle informativo permanente, reportajes y crónicas de las diferentes etapas de la Revolución se combinan con discursos relevantes, fotografías y relatos históricos. Toda la programación tiene a Fidel Castro y a su trascendencia como referencia.
La ropa como símbolo
El duelo se manifiesta en contenidos y también en la estética. Se percibe también en las ropas de tonos neutros, sin estridencias ni colores llamativos de quienes acuden a recibir las cenizas del líder cubano a lo largo del país. «La forma de vestir también es otra muestra de respeto», me dice un adulto con camisa de tono ocre.
Tanto es así que hasta el pasado miércoles, todos los presentadores de los canales de televisión del país aparecían en pantalla de negro riguroso. En las primeras horas que sucedieron a la noticia de la muerte del dirigente político, desde la autoridad también se recomendó a los locutores que evitaran iniciar sus programas con términos como «buenos días» o «buenas tardes». En las redes sociales se juzgaría excesivo, pero aquí, en esta isla en la que la población se sumió de golpe en un profundo estado de shock, todo parecía haber perdido su sentido original y el mundo emocional se puso del revés.
Las banderas siguen a media asta, miles de cubanos firman en sus municipios un juramento de fidelidad al legado de Fidel y a su pensamiento –el jueves se había sobrepasado el millón– y, en un ejercicio de tránsito leve hacia la normalidad que viene, los presentadores de la televisión combinan ahora en sus trajes el blanco, el negro y los tonos beiges. Paulatinamente, se suaviza el luto interior y también el exterior, en sus expresiones más públicas y visibles.