La acusación particular que representa a la familia Cabacas ha solicitado al juzgado de instrucción número 10 de Bilbo que redacte el auto de transformación, que se fijen los hechos y que se pase a la fase de procesamiento y apertura de juicio oral contra los seis ertzainas imputados, que son los que admitieron haber disparado, sus mandos y un oficial que estaba sobre el terreno. La jueza instructora, escuchadas las partes, debe decidir ahora si sigue adelante o archiva el caso sin juicio siquiera.
La abogada Jone Goirizelaia siempre ha mantenido que su deseo hubiera sido poder actuar también contra la cadena de mando, a la que considera responsable de la situación creada la noche del 5 de abril de 2012 en la calle María Díaz de Haro, y en concreto contra «Ugarteko», que fue quien dio las sucesivas órdenes de cargar. Sin embargo, los jueces se lo han impedido, aduciendo que lo que se pretende averiguar es la autoría material del disparo.
El escrito en el que se pide que se vaya a juicio reclama que a los imputados se les procese por un delito de homicidio imprudente, tanto porque uno de ellos es el autor material del disparo de la pelota que acabó con la vida de Iñigo Cabacas, como porque los agentes indicados y quienes dieron las órdenes de actuación crearon una situación de peligro que tuvo como consecuencia la muerte del joven aficionado del Athletic.
Los imputados son tres ertzainas que dispararon y sus dos mandos en la furgoneta. Los cinco, según un informe pericial del CNP, estaban en el ángulo desde el que salió la pelota que mató a Iñigo Cabacas.
El sexto imputado –precisamente tras la declaración como testigo de «Ugarteko»– es el oficial que insistió en que la situación estaba controlada y al que instaron por radio a «entrar con todo». Tenía a su mando las dotaciones de cuatro furgonetas y, según el texto de la acusación particular, debía mantener la seguridad ciudadana y gestionar los problemas de orden público.
Una primera pelea fantasma
La excusa que justifica oficialmente la llegada de furgonetas policiales a la zona de María Díaz de Haro fue la existencia de una pelea en las inmediaciones de la herriko taberna. Pero según se recoge en el escrito de acusación, en el lugar había agentes de la Ertzaintza de paisano, y no consta que ninguno de ellos diera aviso alguno de incidentes, como es su misión, o se le enviara a la zona de la herriko taberna porque hubiera incidentes.
Sí que hubo una pelea entre diversas personas en la zona, que según los testigos no tuvo casi trascendencia, acabó enseguida abandonando los implicado el lugar. De hecho, un herido llama a SOS Deiak, diciendo que está «entre Pozas y Sabino Arana» y pidiendo una ambulancia.
Obsesión con la herriko
Aunque el herido está en otra calle y un agente pasa por delante del callejón y comunica a «Ugarteko» que «estamos a la altura de la Herriko, la plazoleta está llena, pero llena de gente, no se ve nada y acceder a Pozas es complicado», la respuesta de «Ugarteko» es que «con las cuatro furgonetas entran en la Herriko y cortan los incidentes [que nadie en las comunicaciones conocidas dice que existieran ] y manténganse allí para que no haya más».
A los tres minutos la Ertzaintza ya está cargando con pelotas. Pese a todo, «Ugarteko» sigue enviando más dotaciones. Y cuando el oficial ahora imputado le dice que la situación está controlada, insiste de forma imperativa en que «entran en el callejón con todo lo que tenemos, entran en la Herriko, controlan la situación».
Para entonces, ya se recibían llamadas en SOS Deiak alarmados por las cargas de la Ertzaintza. En una de ellas se escucha textualmente: «estamos en el Kirruli y no paran de dispararnos los beltzas».
Iñigo Cabacas recibió uno de esos pelotazos en su cabeza. En el escrito de la acusación se recuerda que fue asistido en el lugar de los hechos por personas que se encontraban allí y que manifestaron su impotencia porque mientras trataban de auxiliarle la Policía seguía disparando, impidiendo que se enviara una ambulancia.
Incumplido el protocolo
La acusación particular ejercida por la familia Cabacas sostiene que la Ertzaintza, pese a que no había ningún incidente ni altercado reseñable en el lugar, comenzó a disparar «sin dar previo aviso de ninguna manera». Por lo tanto, entiende que «la actuación policial se llevó a cabo incumpliendo los protocolos y medidas de seguridad por los que debe regirse la actuación de los agentes».
No había razones objetivas que justificaran los disparos y quienes los realizaron y ordenaron tenían que saber que podía pasar lo que finalmente ocurrió.
A lo irregular de este proceder debe sumarse el descontrol declarado en la comisaría de Deustua, donde se dice que no había archivo de quién llevaba escopetas o pelotas, ni cuántas, ni se documentó quién las utilizó. Antes de comenzar la investigación policial por los hechos, se limpiaron las bocachas y repuesto las pelotas, dificultando con ello la investigación.
La sombra del archivo
La acusación particular decidió presentar su escrito para la transformación del procedimiento desde la convicción de que la instrucción ya no puede profundizar más en los hechos, porque las peticiones de prueba de la familia Cabacas se les han ido denegando y por las decisiones adoptadas en distintas instancias para que no se impute a quienes dieron las órdenes que a la postre acabaron con la vida del joven.
Ahora le corresponde a la jueza instructora, Ana Torres, escuchar a las partes y decidir si cinco años después de los hechos abre juicio oral o decide archivar la causa sin procesar a nadie por la muerte de Iñigo Cabacas.