Oihane LARRETXEA

Amuge, gitanas en red por una sociedad mejor

Creada en 2003, la Asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi lleva andado un fructífero camino en defensa de los derechos de su comunidad, con especial atención en educación e igualdad. Su sede es una olla a presión de ideas que ha abierto muchos caminos.

En la calle Txotena número 13 del barrio bilbaino de Otxarkoaga convergen varias generaciones de mujeres y muchas ideas, entusiasmo, ganas de hacer y de avanzar, de ayudar. Hay frescura, muy buen ambiente y horas de trabajo. Han pasado catorce años desde que esta asociación, creada por mujeres gitanas y payas, naciera con el deseo de participar activamente en la sociedad. Ha habido una evolución, aunque su principal lucha pasa por defender los derechos de la comunidad gitana. Uno de los focos, además, lo tiene puesto en la promoción de las mujeres y en las actividades que ayuden al empoderamiento de las gitanas.

Sufren una triple discriminación, según afirma Tamara Clavería, vicepresidenta de la asociación, a causa del sexo, etnia y los índices de analfabetismo. Aspectos todos ellos que inciden de forma negativa en situaciones cotidianas como buscar y lograr un empleo o acceder a una vivienda.

Desde Amuge trabajan en cinco áreas: educación, igualdad, juventud, inserción laboral y salud, pero son las dos primeras las más importantes. La clave de todo está, creen, en la educación. «La formación te da la llave para poder elegir y hacer tu propio camino, el que elijas». Lo dice Noemi Amaya, de 28 años. Fue la primera gitana de la CAV en llegar a la universidad. Considera que es un ejemplo de «éxito escolar» porque logró «superar barreras que otras mujeres gitanas no han conseguido».

A su lado está Cynthia Clavería, de 17 años y sobrina de Tamara. Está cursando primero de bachiller tras ponerse «cabezota». «Hasta 4º de la ESO me apoyaron mucho, y con mis compañeros nunca tuve problemas. Los obstáculos comenzaron cuando comuniqué que quería seguir con los estudios, llegar a la universidad y estudiar Enfermería. Ser matrona es mi sueño». Afirma que en el centro insistían en que hiciera un grado medio, insinuando quizás las pocas expectativas que depositaban en ella, pese a sacar muy buenas notas.

Este tipo de comportamientos, en opinión de Amaya, afectan de forma negativa en las decisiones importantes que se toman en la vida rutinaria. Ella desde pequeña mostró mucho interés y tuvo el apoyo de las profesoras, pero sobre todo «el de los hombres de mi familia». Las mujeres, cuenta, no le daban «tanto valor» a los estudios, e insistían más en la importancia de enseñar otras tareas, como las domésticas.

La transmisión de que el camino se puede hacer es importante, que la chavalería gitana vea que formarse es importante y posible. Por eso, el servicio de referentes es una de las iniciativas que pone en práctica Amuge. Se trata de que personas como Noemi y Cynthia cuenten directamente en los centros escolares sus experiencias formativas. «El enfoque es diferente al de otras asociaciones porque nos involucramos directamente con las niñas gitanas, que suelen dejar los estudios antes que los chicos. Es muy importante transmitirles que lo pueden lograr».

En este punto, todas coinciden en señalar que es lamentable que a día de hoy la escuela no esté adaptada, es decir, que en el sistema educativo no se inculquen referentes gitanos, ni se enseñe la cultura ni la historia de esta población, entre otros aspectos. «Que haya una mujer gitana, mujer, que haya ido a la universidad y que pueda ser su vecina, es una referencia del día a día que les puede ayudar. Yo les oriento y las animo», explica Amaya.

Unir estudios con trabajo

A día de hoy, el 97% de los niños y niñas gitanas de infantil y primaria están matriculadas; los momentos difíciles llegan en 3º y 4º de la educación secundaria obligatoria. Desmotivación, expectativas bajas, y otras muchas razones hacen que el abandono escolar sea un asunto al que hincarle el diente, aunque los tiempos están cambiando. «El ‘esto no va conmigo’ o el ‘para qué si voy a acabar en el mercadillo’ están ahí», admite Amaya, que añade que «no se une trabajo con estudio». «La gente no gitana sabe que si quiere alcanzar determinado nivel económico hay que estudiar todo lo posible y más, y eso es lo que quizá no tenemos interiorizado, porque el estatus no está vinculado a la formación ni a los estudios, sino a otros valores». De ahí que los referentes en las aulas sean tan importantes. «Procuramos darles otra visión diferente desde dentro de las aulas».

A esta iniciativa se le suma Bide Laguna, un programa de refuerzo y apoyo al alumnado gitano en centros de Bilbo, Basauri, Sestao y Gallarta. Se trata de un apoyo monitorado gitano y no gitano que reciben 87 alumnas y alumnos. Pero al margen de los más jóvenes, Amuge también ha tenido en cuenta a los hombres y mujeres que en su día abandonaron los estudios y quieren retomarlos. 64 personas se han animado, 34 mujeres y 30 hombres. «Hay mucha gente joven que lo dejó hace tiempo, hoy están casados y tienen hijos, pero hemos adaptado horarios y hemos logrado que quieran formarse. Es muy positivo», dicen orgullosas.

Desde la experiencia que dan los años, a sus 46, Marisol Duval pone en valor precisamente lo que aportan las vivencias pasadas. Ella está formando en la asociación a otras mujeres sobre salud y ofrece charlas de igualdad. Ser referente gitana y adulta es importante «para movilizar a las jóvenes». «Para mis hijas su tía es el espejo donde mirarse: tiene su casa y su coche, ha estudiado, tiene su trabajo e independencia. Eso es lo que quieren para sí mismas».

Tamara Clavería no ve los obstáculos como una amenaza, sino como una motivación para crecer. «Las barreras han hecho que confiemos más en nosotras mismas, nos han reforzado. ¿Que no puedo?, ¿que no debo? Anda que sí… lo que he logrado ha sido por mi esfuerzo y tesón», dice orgullosa.

Equidad entre ambos sexos

El otro campo de batalla es la igualdad entre hombres y mujeres. Trabajan el empoderamiento en grupos de trabajo, pero empiezan por una misma porque es importante, antes de nada, «sentirse bien». «El empoderamiento tiene que ser desde lo que una quiera, para después trabajarlo hacia fuera. Que nos oigan, porque nuestras voces cuentan», reivindican. No obstante, todo este proceso lo hacen «con la otra pata», los hombres, porque, según explica, el feminismo gitano no los excluye. «Queremos que sean parte, que nos acompañen en el viaje».

Un grupo de diez hombres se apuntaron por primera vez en este programa en 2013 y hoy son treinta los que trabajan «las nuevas masculinidades alternativas, reflexionando qué es ser hombre y qué es ser hombre gitano». Clavería considera que «es muy importante que entiendan y hagan suyas nuestras reivindicaciones. No queremos poder sobre ellos, sino sobre nosotras mismas, y que entiendan los privilegios que tienen. Se trata de que nosotras avancemos y ellos retrocedan dos pasitos para que nos pongamos a la par y avancemos en la misma dirección. Lo mismo que en la comunidad no gitana».

Purificación Jiménez reconoce todo lo que se ha avanzado. A sus 71 años, reconoce que siempre ha apoyado a sus nueve hijos e hijas, siete de ellas mujeres, y que su sueño es que «sigan adelante y consigan todos sus objetivos». Su hija Tamara la define como una «revolucionaria», porque es agente de igualdad y apoyo social y mediadora. Una conversación que ambas mantuvieron años atrás hizo cambiar el chip de la joven, que se decantó por seguir con sus estudios.

La prevención y la sensibilización de la violencia machista también se atiende en Amuge, gracias al programa Tartekari sarea, en marcha desde 2012. La asociación cuenta con mujeres gitanas formadas como agentes de apoyo social que trabajan directamente con víctimas de la violencia sexista. Estas personas hacen de puente entre la víctima y los recursos. «Trabajar de tú a tú es mucho más fácil –indica Amaya–, porque las mujeres gitanas no ponen denuncias y no se acercan a los recursos; muchas veces incluso los desconocen. Sienten desconfianza y temor. Se veía la necesidad de hacer de nexo, porque antes de acudir a cualquier servicio o ayuntamiento acuden a alguna asociación».

Retos de futuro

Avanzar sí, pero conservando los valores de la comunidad gitana que consideran un «tesoro», como la hospitalidad, la solidaridad y la familia, y cambiando otras aspectos. Clavería los llama «retos a conseguir». Por ejemplo, mejorar la situación de las mujeres en cuanto al mundo formativo-laboral, incrementar su participación en espacios públicos, visibilizar a las viudas y separadas y que «puedan elegir» después su camino, erradicar la violencia machista y visibilizar los colectivos LGTBI.

Con estas tareas en la agenda, Tamara, Cynthia, Puri, Marisol y Noemi coinciden en señalar que «lo más importante de todo es que una persona pueda elegir lo que quiere hacer en la vida, sin condiciones ni presiones sociales». Y una petición concreta: la presencia de mujeres gitanas en la política y en los ámbitos de decisión. «No necesitamos a hombres blancos que digan qué queremos las mujeres gitanas». Desean que «las payas tomen nuestras reivindicaciones como suyas, porque el camino que estáis haciendo es el que nos vamos a encontrar. Vuestras luchas son también las nuestras, y las iremos consiguiendo», aseveran.