Ingo NIEBEL

Tras su tercera derrota, el «efecto Schulz» no puede con Merkel

El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) ha perdido por tercera vez consecutiva unos comicios regionales contra la Unión Demócrata Cristiana (CDU). La duda es si su presidente, Martin Schulz, vale aún para derrocar a la canciller Angela Merkel. El SPD se encuentra atrapado entre la Gran Coalición y un hipotético tripartito con Verdes y Die Linke.

Después de las elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia, el marcador electoral muestra un 3 a 0 en el campeonato político que están protagonizando la canciller Angela Merkel (CDU) y su rival Martin Schulz (SPD) y cuya final se jugará el 24 de setiembre en los comicios generales. El propio Schulz reconoció que en las elecciones del País de Sarre hace siete semanas la CDU le metió un gol. Otro más cayó la semana pasada en Schleswig-Holstein, y el último el pasado domingo.

Desde entonces, el SPD ha cambiado de metáfora deportiva: «Un gancho en el hígado del boxeador SPD, pero que sigue en pie», reaccionó el vicepresidente del partido, Ralf Stegner. En boxeo, un golpe contra este órgano vital puede acabar en desmayo. Tal vez Stegner no se refería a ello, pero su cambio de símil demuestra el principal problema del SPD: no sabe a qué juega y qué mensajes transmitir. Sus estrategas han de analizar cómo es posible que en tres elecciones regionales la CDU haya salido reforzada en un land en el que estaba gobernando y que en otros dos haya acabado con el Ejecutivo formado por el SPD y los Verdes. Aún teniendo en cuenta la idiosincrasia de cada uno de los tres estados federales, está claro que el «efecto Schulz», si alguna vez existió más allá de los sondeos después de que fuera nombrado presidente del SPD y candidato a canciller en enero, está muerto Tampoco corre se augura un «cambio político» que pueda llevarse a Merkel por delante en los comicios nacionales.

La CDU de Merkel tiene motivos para pensar que podrá vencer en la final, pero no tiene garantizado el éxito. Pese a la precaución, a la que invita también la sobreestimación de Schulz en los sondeos de febrero, a día de hoy parece difícil vislumbrar circunstancias que podrían quitarle la victoria a Merkel en otoño. Parece demasiado experta como para meterse tantos autogoles como para perder las elecciones. Su discurso sigue siendo moderado y un tanto ambiguo, pero sigue transmitiendo la seguridad y estabilidad que muchos votantes quieren ver en ella.

Es el efecto de la «mutti» (amatxu en alemán) que no alza la voz –como Donald Trump–, que es benévola –acogiendo a refugiados en 2015/16–, pero también severa –cerrando la frontera poco después– y que sabe gestionar el día al día. Cumple a rajatabla la consigna electoral del fundador de la CDU y primer canciller después de la Segunda Guerra Mundial, Konrad Adenauer: «Nada de experimentos».

Desde hace algún tiempo, y siempre cuando habla desde la sede de la CDU, aparece debajo del micrófono un mensaje un tanto subliminal: «Die Mitte» (el centro). Dos palabras que calan porque tanto en el País de Sarre como en Renania del Norte-Westfalia han ganado dos correligionarios que la han defendido cuando otros le instaron a girar a la derecha para recuperar el terreno perdido ante la xenófoba Alternativa para Alemania (AfD). Por supuesto, la CDU ha copiado temas claves como la inmigración y la delincuencia para frenar a la competencia a su diestra, pero que sí preocupan a la clase media y ante los que ni el SPD, los Verdes o el socialista Die Linke ofrecen alternativa alguna.

Die Linke acaba de sufrir una agria victoria, porque a pesar de duplicar el porcentaje de los votos recibidos (4,9%), quedó a poco menos de 9.000 para regresar al hemiciclo de Düsseldorf. En su diario “Neues Deutschland” se ha desatado el debate sobre si el comité regional debería haber tenido más en cuenta o no a los grupúsculos de izquierda que, por lo general, mantienen cierta distancia respecto al partido. También se puede preguntar por los 10.000 votantes que esta vez se han inclinado por la AfD. A nivel nacional, el Linke tendrá que decidir si sigue soñando con un tripartito con el SPD y los Verdes o si se presenta, por fin, como un partido izquierdista de oposición rompiendo hasta cierto punto con los socialdemócratas a pesar de las coaliciones en el este alemán. Quizás su cúpula deje la decisión en manos del SPD, porque los socialdemócratas descartan la colaboración con el Linke siempre que la CDU le ataca por este flanco.

Los Verdes afrontan una crisis existencial. En el land más poblado de Alemania, han perdido la mitad de los votos, siendo los responsables de la política educativa y medioambiental. Mientras tanto el Partido Liberaldemocrático (FDP) puede seguir pensando en regresar al Bundestag aunque ahora le toca negociar con la CDU un bipartito en Düsseldorf si esta no se inclina por una Gran Coalición.

Con el 7% de los votos, la AfD ha podido celebrar su decimotercera entrada consecutiva en un hemiciclo regional, lo que demuestra que sigue consolidándose como partido pero al mismo tiempo condicionado por la pugna interna por el poder.

Aludiendo a la filosofía de un conocido entrenador alemán de fútbol, se puede decir que después de las elecciones es antes de los comicios.