De niños a hombres, la importancia de romper la normalidad machista
Educar en valores igualitarios es uno de los pilares para erradicar la cultura machista todavía palpable en la sociedad. Uno de los grandes errores, según el profesor Miguel Lorente, es que se traslada a los niños un mensaje equivocado de lo que es «ser hombre».
El machismo «no quiere niños y niñas, sino pequeños hombres y pequeñas mujeres». Con esta afirmación puede resumirse buena parte del contenido de la conferencia que ayer impartió en Donostia Miguel Lorente, profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada, bajo el título “El hombre que éramos y el niño que somos”. Lo hizo en el marco de un curso de la UPV-EHU que pretendía estudiar el comportamiento de los niños en su desarrollo como hombres, cómo influyen los mensajes que reciben desde la educación, la familia y el entorno social. Sus conclusiones resultan tan reveladoras como incómodas. Para comenzar, destacó que la ausencia de hombres en este tipo de foros, significativa también ayer en el Palacio Miramar, supone buen reflejo de las ideas que todavía prevalecen en la sociedad. Y añadió que, voluntariamente o no, los niños son educados en ese contexto.
Al respecto, manifestó que culturalmente se ha construido una «normalidad tramposa» en la que se traslada una sensación de igualdad y no-violencia en que se presentan ciertos puntos de desigualdad y violencia como «excepciones» o «conductas puntuales». A continuación rebatió dicho principio: «Cuando te acercas a la realidad, se ve que vivimos en una normalidad machista. La propia realidad es el machismo, la desigualdad. Los hombres ocupan el punto de referencia y de poder».
Como muestra significativa de la persistencia de la violencia y la desigualdad, destacó el dato de que durante los años en los que se han reforzado las leyes de igualdad en las instituciones, la violencia ha aumentado. Lorente alerta de que se trata de una violencia «reactiva» frente a las cotas de igualdad que poco a poco van logrando las mujeres. «No hay implicación de los hombres. En lugar de unirse al cambio se sienten cuestionados», apunta.
Utilización desde la infancia
Para comprender estas reacciones retrocede a la infancia ya que, sostiene, la utilización de la normalidad machista está presente desde niños. «El objetivo del machismo es mantener esa cultura. No quiere niños y niñas, sino pequeños hombres y pequeñas mujeres», afirma. Ello conlleva, según el profesor universitario, que los niños entren al proceso madurativo con unas referencias marcadas, con el patriarcado como marco y lo masculino como universal. Y puso ejemplos concretos: «Lo que se espera de un niño es que sea un hombre hecho y derecho».
Junto a la identidad que los niños construyen en base a esos valores está lo que Lorente define como «identidad intersubjetiva», el ser ante los demás o cómo creemos que los otros nos ven. «Ser hombre es básicamente ser reconocido como hombre por otros hombres», expresó. En este marco, señala que suele ocurrir que los niños manifiesten rechazo por lo que desde el espacio público se traslada como femenino (colores, ciertos juegos, etc.) o que tengan una tendencia a ocultar sus emociones. A ello se une la asignación de roles en base a las condiciones genéticas, por ejemplo la inculcación de la idea de que deben ser fuertes o hábiles. Es lo que llama «infancia negada».
En esa combinación entre identidad y cultura, reconoce que propiciar cambios es una tarea difícil: «Para cambiar a los individuos hay que cambiar la cultura y para cambiar la cultura hay que cambiar a los individuos». Asumiendo que los cambios en profundidad necesitan tiempo, también alerta de que nada evoluciona si no hay trabajo por detrás: «El cambio del tiempo es una falacia. Llevamos miles de años de machismo y no ha cambiado nada».
En este sentido, Lorente centró buena parte de su discurso en la resistencia al cambio, lo que llama «postmachismo». «Es una estrategia de confusión, influye en cuestiones identitarias. Lo que está en juego es la identidad, lo que es ser hombre y ser mujer, porque ya no hay una forma de ser hombre ni una forma de ser mujer», explicó.
Advirtió también de la manipulación de ciertos sectores, presentándose como víctimas ante el logro de cotas de igualdad: «Claro que pierden privilegios, pero no son víctimas porque son efecto del machismo», aclara. Y añade, «los hombres tienen que incorporarse a ese cambio social y entender que ese modelo construido desde la infancia es erróneo».