Nagore BELASTEGI

Lufe, ilusión y mucho trabajo ante una avalancha de pedidos

Un artículo en un periódico que comparaba a la empresa azpeitiarra con el gigante sueco Ikea fue el desencadenante de la locura por los muebles de Lufe. Ahora, esta pequeña empresa familiar trata de responder a todos sus clientes, a quienes pide paciencia.

Hace unos meses se daba cuenta en la prensa de la existencia de un «Ikea vasco» y todo el mundo pareció perder la cabeza. Lufe, una empresa de Azpeitia que hasta entonces pasaba desapercibida, contaba de repente con toda la atención del gran público. Pasada la fiebre inicial, visitamos sus instalaciones para ver cómo trabajan en el día a día.

Situada en el polígono de Anardi, junto a la ya abandonada empresa Danona, se encuentra la factoría, bastante más pequeña que cualquier tienda del gigante sueco. Y es que las comparaciones no van más allá de que ambas ofrecen precios económicos y que el cliente tiene que montar sus muebles, al estilo “Do It Yourself”. Todo lo demás es diferente, por no decir opuesto.

La primera sorpresa es que el área dedicada a exposición es poco más grande que cualquier habitación de una casa, lo que refleja a la perfección el poco espacio que sus muebles requieren, uno de sus grandes valores. Inmediatamente a continuación están las oficinas, donde los ordenadores y los teléfonos echan fuego. En una mesa se apilan los pedidos.

La siguiente puerta nos lleva al taller, donde el ruido de la sierra y el olor a madera nos dice que, efectivamente, estamos en una mueblería. Todos trabajan a destajo en la nave, incluido Enrique Arrillaga, el dueño de la empresa, que se afana en embalar pedidos y apilarlos sobre un palé. «Desde que comenzó el boom, los pedidos se han multiplicado por seis. No damos abasto, hemos tenido que subcontratar a otro barnizador. Tenemos miedo de crecer demasiado», comenta el jefe, que no duda al asegurar que la peor parte se la lleva la oficina. «Antes solíamos hacer las entregas de un día para otro, pero ahora tenemos un plazo de cuatro semanas. También están colapsados los proveedores de cartones, de tornillos... solemos decirles a los clientes que, si quieren, les devolvemos el dinero y punto, que no podemos ir más rápido, pero a veces exigen el producto enfadados». Justo cuando termina de pronunciar esas palabras entra en el taller su hermana Amaia con un pedido del 30 de mayo que va con retraso al haberse cumplido las cuatro semanas. «No llegamos», confirma.

De lunes a domingo

Nuestra anfitriona y guía en la fabrica es Inés Arrillaga, hija de Enrique, de 22 años. Estudió un módulo superior de Administración, lo que le permite llevar la contabilidad y la atención al cliente de la empresa mientras estudia Psicología. «Antes teníamos otra empresa, Indubrik en Maltzaga, que había fundado mi abuelo, y hacíamos tablero alistonado; cosas más caras como puertas, por ejemplo. La última gama que salió se llamaba Lufe y después la empresa quebró, justo en lo peor de la crisis. Unos amigos de Azpeitia les dejaron a mis padres un espacio para que pudieran tirar con la gama Lufe hace tres años, y empezaron a vender por internet. Tenían un ordenador y cuatro modelos de camas. Al cabo de un año vinieron a esta fábrica, hasta que en marzo vino un redactor de ‘El País’, hizo un artículo donde nos llamó ‘el Ikea vasco’ y a partir de ahí... Queríamos hacer algo para todos los bolsillos y al final ha salido bien», relata haciendo un repaso rápido a la trayectoria de la empresa.

Fue entonces cuando necesitaron refuerzos. Pasaron de ser cinco trabajadores en el taller y tres en la oficina a duplicar su plantilla: ahora son once en el taller y cinco en la oficina. Necesitan más trabajadores, pero ahora mismo no pueden contratarlos por falta de espacio. Ya están buscando una solución para este problema.

Por mucha repercusión que haya tenido hasta ahora el citado artículo periodístico, Lufe es una empresa familiar donde trabajan padre, madre, hija, hijo y tía; el resto de la plantilla es también como parte de la familia y sienten la empresa un poco suya, por lo que trabajan duro para poder llegar a cumplir con los pedidos. «Somos un equipo y es una gozada trabajar así. Yo siempre digo que el jefe está en el taller cortando madera, que no está de vacaciones. Está aquí de lunes a domingo, sin parar, como todos los demás», señala Arrillaga, que subraya que todos y cada uno de los trabajadores son importantes.

Echando la vista atrás, a cuando la empresa arrancó, las cosas han cambiando mucho para esta joven que vio cómo sus padres se quedaban sin trabajo y ponían en marcha una nueva empresa en plena crisis. «Al principio esto era muy diferente. Venían tres o cuatro personas a ver la exposición. Recuerdo que el primer fin de semana después de que ‘El País’ publicara el artículo vino muchísima gente, y yo estuve como una friki sacando fotos para subirlas a la página web. Para nosotros es una pasada, porque venimos de una empresa que cerró y siempre queda ese miedo. Así que es muy ilusionante ver que, aunque hay gente que se enfada porque vamos atrasados, otra mucha nos anima y nos dice que no nos preocupemos».

Madera autóctona y sostenible

Utilizan madera de pino insignis y se la compran a una empresa de Azpeitia. Proviene de pinares de Euskal Herria y sostenibles. «Aseguramos que los montes no se queden sin bosques», señala Arrillaga. La madera no tiene casi tratamiento, solamente secado y lijado. Cuentan con tres acabados: el de madera pulida, el barnizado natural (que lleva un barniz diluido en agua y queda mate) y el blanco nórdico (también diluido en agua).

La más barata es la madera pulida; se puede dejar tal cual o se puede pintar con las pinturas ecológicas que venden en la fábrica o con cualquier otra, a preferencia del consumidor, con solo lijar ligeramente la superficie de forma previa. «Yo he pintado una mesa de estudio de color cereza y ha quedado perfecta. Es muy fácil», asegura nuestra cicerone.

La empresa realiza envíos a domicilio pero, si se quiere abaratar aún más el coste del producto, los clientes pueden recoger los pedidos en la propia factoría. No hacen venta directa porque eso supondría dejar de enviar un pedido ya realizado. Antes sí lo hacían: si un cliente veía algo que le gustaba en la exposición, preguntaban si estaba disponible en el taller, lo embalaban y se lo llevaban directamente. Pero ahora hay cola, tienen que realizar los muebles a destajo para cubrir los pedidos.

Además del acabado y del envío, lo que hace que estos muebles sean más baratos es, sobre todo, que prescinden del montaje y ese trabajo lo asume el cliente. «Es superfácil, yo ya he montado algunos en casa. Si no te aclaras con las instrucciones, también hay algunos vídeos en Youtube que son muy ilustrativos. Y si no, hay algunos clientes que nos llaman y tratamos de ayudarles desde aquí», cuenta Arrillaga.

En cuanto a disponibilidad, tienen problemas con algunos diseños puesto que, mientras que algunas piezas sirven para muchos muebles, otras son casi exclusivas de uno solo. «Tenemos algunos muebles, como las literas, que hemos diseñado nosotros y otros, como la mesa o la cómoda, que las ha diseñado Silvia Ceñal. Hay algunas cosas, como el armario, que hemos tenido que descatalogar de momento porque es un trabajo muy manual y ahora mismo no tenemos tiempo». «Nuestro objetivo es conseguir que salgan más pedidos de los que entran, para no estancarnos, y creo que con el trabajo de todos ya lo estamos consiguiendo. Aquí no hay jefes, todos hacemos de todo. A mi tía y a mí también nos ha tocado estar en el taller; no se nos caen los anillos, siempre hay algo que podemos hacer», comenta con la esperanza de que, si siguen trabajando como hasta ahora un mes más, conseguirán que la producción y los pedidos se equiparen, y así puedan estar más tranquilos.

Nada que ver con el gigante sueco

Si han conseguido estar a tope ha sido gracias a aquella comparación con Ikea, pero según Arrillaga también tiene sus desventajas. «La gente viene pensando que va a ver un Ikea, nos exigen igual, y la primera decepción es la miniexposición. En cuanto a producción, cuando empezó el boom eramos ocho trabajadores, Ikea tendrá miles. Nosotros no nos hemos puesto ese apodo, nos lo han puesto, nosotros no somos Ikea... para empezar porque (golpea la mesa con los nudillos) el material es diferente. Así que, por un lado, ha estado bien, porque hemos recibido mucha publicidad, pero es que somos muy diferentes». La mayoría de los clientes de Lufe son del Estado español. Antes tenían una web en francés, pero la han cerrado para no complicarse. Aun así, reciben pedidos desde el Estado francés en la web en castellano. «Es mejor no abarcar de más sin saber si vamos a poder llegar. En mi opinión, es mejor abarcar menos e intentar hacerlo bien».

La litera es el mueble más vendido y, mayormente, lo han pedido albergues. También se venden bien las camas apilables porque se ha puesto de moda la filosofía de crianza Montessori; las compran en lugar de camas para casa o para guarderías porque se pueden poner una sobre la otra y apenas ocupan, y al ser bajas el niño no se cae.

Arrillaga tiene su gusto particular: «A mi lo que más me gusta es el tronco, que es un tronco con ruedas. Tengo dos en casa. Se puede usar como mesita auxiliar o como silla o simplemente como adorno. El otro día llegó uno enorme con forma de corazón y es precioso». A pesar de lo exclusivo de ese tronco romántico, ella tenía miedo de que lo vendieran y de que un cliente dijera que era defectuoso por no ser perfecto, así que, con esa excusa, se lo quedó.