El mundo se rige por una economía de consumo basada en un sistema lineal: tomar recursos, trasformarlos y desecharlos. «La cultura del usar y tirar», tal como explicó ayer Natxo Irigoien, profesor de Producción Agraria y Producción Vegetal de la UPNA, que presentó algunas experiencias cercanas basadas en la Economía Circular. Una alternativa que, según la Fundación Ellen Macarthur, tiene por objeto «conseguir que los productos, componentes y recursos en general mantengan su utilidad y valor en todo momento».
En un curso de verano celebrado estos días en la Casa de la Dehesa de Olarizu, en la zona sur de Gasteiz, Irigoien explicó que algunas empresas navarras vinculadas al primer sector han creado circuitos de Economía Circular a orillas del Ebro. Las compañías agrícolas destinan los restos orgánicos a la alimentación animal; los excrementos del ganado se emplean para fabricar fertilizantes orgánicos, que, a su vez, son utilizados por los agricultores; estos cierran el círculo vendiendo su producto a las manufactureras, encargadas de la comercialización.
La Economía Circular también funciona en la producción de bebidas alcohólicas. El ejemplo está en Lizarra, donde tiene su sede la cooperativa Agralco, una alcoholera que emplea los subproductos de las bodegas de Nafarroa, Rioja y Arabako Errioxa. «Utilizan los orujos y lías para hacer alcohol de diferentes calidades; tartrato; aceite de pepita de uva, empleado en productos farmacéuticos y de cosmética; y biomasa para calderas. Y hacen biogás, con el que garantizan su autoabastecimiento al cien por cien», subrayó el ponente.
Al norte de Nafarroa existe otro ejemplo de Economía Circular. Se trata de la empresa Jauregia Esnekiak, ubicada en Aniz (Baztan). «Hubo un cambio generacional y los hijos decidieron acometer una reconversión ecológica: dieron un valor añadido a la leche de vaca y comenzaron a producir quesos, yogures y helado. Pasaron de vender leche a comercializar productos ecológicos en su entorno, producidos con sus propios recursos», relató antes de remarcar que los propietarios de esta empresa fueron pioneros en la comercialización en canal corto. «Son un ejemplo de cómo se puede generar valor económico, social y ambiental aplicando la Economía Circular», añadió.
Valores que se pueden trasladar a los consumidores, como ha demostrado la asociación Landare, que cuenta con más de 3.000 socios en Iruñea. «Los miembros de la asociación se ponen en contacto con productores locales y, si se ajustan a los planteamientos de la Economía Circular, acuerdan un precio justo por el producto», indicó Irigoien, quien explicó que Landare cuenta con 134 proveedores y prima la venta a granel.
Resto orgánico
Y la Economía Circular no es un modelo ajeno a las instituciones públicas. La gestión de los residuos orgánicos en localidades de Sakana, Mendialdea y Mairaga es un buen ejemplo de este modelo. «Se van a crear instalaciones de compostaje para que los beneficios redunden en la población», señaló el profesor, que recordó que ya existen modelos de compostaje comunitario sin recogida en muchos pueblos de Euskal Herria.
En este sentido, afirmó que en Sakana, gracias al compostaje, han reducido a la mitad las «fugas de materiales», en alusión a la fracción resto, y han logrado un ahorro anual de 60.000 euros. Además, han creado siete nuevos empleos verdes. «El 35% de los materiales llegan mezclados y están saliendo del sistema, pero el 65% tiene la oportunidad de seguir ciclando por la economía», puntualizó.